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Llevaba años temiéndole a aquel agujero ovalado en la esquina inferior izquierda de mi televisor. Sin embargo, creo que usted, como muchos otros, no comprenderá esta situación si simplemente le digo eso, tampoco estoy seguro si lo entenderá después de leer esto, pero lo hago para que conozca la verdad y pueda hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Primero que nada, confórmese con saber que mi nombre es Maurice Steve, créame, es lo único que necesita conocer sobre mí. Debe tener en cuenta, querido lector, que lo importante aquí no era saber quiénes eran ellos, ni mucho menos cuáles eran las razones que los impulsaban a hacer eso. Saberlo, significaba peligro. Comenzaré por decirle que el miedo, puede ser interpretado de diferentes maneras. Lovecraft decía que el más antiguo y más intenso de los miedos, es el miedo a lo desconocido. Es probable que de ello dependa, en gran medida, las acciones que seamos capaces de llevar a cabo cuando ese sentimiento se apodera de nosotros. Por mi parte, puedo decirle que aquel miedo que yo sentía, se encontraba terriblemente encadenado a otras emociones, como la intriga y la incomodidad, las cuales me hacían arrastrarme como el gusano que seguro era para ellos. Admito que su sola presencia en mi hogar iba más allá de eso, iba más allá de las vagas, pero no menos importantes, sensaciones mencionadas. Aquel agujero me enloquecía, me enloquecía a escalas que usted no se podrá imaginar. Debe evitarlo a toda costa. Léame bien y comprenda que no debe enloquecer, que no puede dejar que esos sentimientos se apoderen de usted, pues podrían... descubrirlo.

Usted ahora se preguntará, ¿qué tenía en especial aquel agujero? ¿Por qué le temía? ¿Qué me incomodaba de él? Y sobre todo, ¿por qué comunicarle esto resulta tan importante para mí? ¡Oh! Querido lector, debe usted comprender lo que aquel agujero con forma de aceituna significaba para mí. Incluso, si no me cree después de leer esto, deshágase de él. Mantenga su mente abierta y crea con plena confianza lo que estoy a punto de contarle. Me encuentro ahora en un lugar seguro, donde ellos no pueden oírme ni observarme y donde estoy seguro, que moriré...

Todo comenzó exactamente hace 15 inviernos, cuando yo solo era un muchacho nerd de 13 años, con sueños tan grandes como los barros de mi rostro, tan grandes como mis anteojos y mi gran estatura. Una clara noche a finales de noviembre, mi padre trajo a nuestra pequeña casa de madera, un televisor de pantalla plana. Mi hermana menor y yo, esperábamos con ansias aquel aparato electrónico, pues nunca habíamos tenido uno tan sofisticado como aquel. De hecho, nadie en nuestro pequeño pueblo montañés, a excepción de los dueños de las haciendas, tenía uno. Aquel televisor era de 42 pulgadas y de color negro. Aún puedo sentir en la punta de mi nariz, su aroma a plástico nuevo. Todavía puedo ver con lucidez, mi reflejo asombrado en la pulida pantalla y los vivos colores que esta transmitía. En mi mente, se mantiene fresco el recuerdo de los días en que mis padres, mi hermana y yo, permanecíamos horas frente aquella pantalla, viajando entre historias fantásticas, como si del portal a Narnia se tratara.

Sin embargo, no todo suele ser felicidad, querido lector. Sepa que mi conflicto comenzó el año siguiente, una calurosa tarde de abril después de clase. Recuerdo que ese día llegué fatigado y sudoroso, con el cabello revuelto y la garganta seca. Me adentré a la casa casi que corriendo y como no había nadie, me despojé de la camisa y el suéter del uniforme. Fui a la cocina y bebí, directamente de la botella, el agua más fría que encontré. Paseé desinteresadamente mi vista por toda la casa mientras bebía agua, e instantáneamente, mis ojos se detuvieron en el reluciente televisor. Decidí acercarme y permanecer un rato en el sofá viendo alguna película, no obstante, me detuve en seco. Fui incapaz de dar un paso adelante. Fruncí el entrecejo y mis sentidos se turbaron cuando observé aquello. Había algo extraño en el televisor. Aturdido, caminé despacio hacia él y lo observé con intriga. Parecía ser un simple agujero transparente en la esquina inferior izquierda del aparato, similar a un ojo ovalado. Pero, ¿aquellos no estaban hechos para observar? Supuse que no se trataba de nada importante, por lo que me marché a mi habitación y olvidé el asunto.

El AgujeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora