Cuando crees que lo tienes todo...

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— ¡Puta alarma!— Es lo primero que digo cada vez que suena el despertador a las 7 de la mañana.

Me levanto de la cama despegando de mi cuerpo las sábanas forzosamente. No puedo tirar de mí. Cómo nota mental me apunto que no debo salir a correr de noche cuando no consigo dormir. Me revienta no poder conciliar el sueño y últimamente pasa bastante a menudo.

El olor a café llega desde la cocina, mi madre se ha levantado para hacerme el desayuno. Sigue sin entender que ya no soy ningún niño. No estoy preparado, más bien no estoy despierto, para una conversación a estas horas de la mañana, y mucho menos para las preguntas inquisitorias de mi madre. Así que considero que mi mejor opción es meterme en el baño y darme una buena ducha.

Me quito el pantalón y mi ropa interior, dejándolos en el suelo. Más tarde los recogeré. Me miro en el espejo del lavabo con los ojos entrecerrados. ¡Mierda! Estoy más delgado. Supongo que el no dormir, los nervios y la incertidumbre de no saber que coño pasa en mi vida me está pasando factura. Y si a eso le sumamos que me voy a correr por el puerto de Barcelona cuando no puedo dormir.... pues tenemos un resultado nefasto. Ya esta bien de putearme el autoestima, me digo a mí mismo. Entro en la ducha y pongo el agua con fuerza. Me gusta notar la quemazón en la piel, hace que me sienta que sigo vivo, que en los últimos días, es decir mucho.

Salgo de la ducha y me envuelvo una toalla a la altura de la cadera. Recojo la ropa y la llevo al cesto de la ropa sucia. Hoy quiero empezar el día de otra forma, así que paso del chándal y me pongo unos vaqueros y una camiseta que me regaló Yanira hace unos meses. Yanira es mi novia desde hace casi cinco años,  y hasta hace un mes podía jurar que ella podría ser la mujer de mi vida. A día de hoy, ni si quiera sé si yo sigo en su lista de prioridades.

Tal y como imaginaba mi madre está en la cocina, aun lleva el pijama puesto, sin embargo, ya tiene un plato lleno de tostadas y un café esperándome humeante en una taza.

— Buenos días hijo mío— Me dice dándome cariñosamente un beso en la mejilla.
No me aparto, las muestras de afecto de mi madre siempre son reconfortantes, y ahora mismo, el cariño de una persona es lo que mas anhelo, solo que lo anhelo de una persona en concreto.

— Buenos días mamá. ¿Por qué te levantas tan temprano? Sabes que no necesito que me hagas el desayuno.

Me mira con una expresión que no se interpretar, supongo que por el sueño que tengo, pero se pone erguida y presiento que mi comentario va a tener consecuencias.

— Sabes que siempre serás mi niño pequeño, por muchos años que tengas- No puedo evitarlo, y pongo los ojos en blanco.

— Joder mamá, no empieces con ese rollo, ¿vale?— Mi boca es más rápida que mi cabeza en este momento, y comprendo que la acabo de cagar—

— ¿Ese rollo? Vale, Marc. Tu ganas. Hablemos de otro rollo. ¿Por qué ya no viene Yanira a casa?

La pregunta me pilla totalmente por sorpresa y siento un dolor fino en el pecho, que no se describir.

—  Pues mamá... — No se que responderle, así que salgo por la tangente. — Creo que eso son cosas de pareja en las que no deberías meterte— Soy un capullo, lo sé— .

— ¿Perdona? Mira Marc, no se que te ocurre últimamente, pero estás muy raro y cada vez más delgado. ¿Es que has roto con Yanira?

Miro a mi madre, y veo que ella me devuelve la mirada llena de ternura y preocupación.

—¿Qué? ¡No! Mamá Yanira y yo no lo hemos dejado, simplemente, está... — No me da tiempo a terminar de hablar cuando me interrumpe.

—  ¡Ay! ¡¿No me digas que está embarazada?!

El cabrón fui yo. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora