Malas decisiones.

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Marie era una mujer maravillosa. Una mujer de las que ya no se encuentran en cualquier lugar.

Caminaba como una dama distinguida, con la frente en lo alto y las piernas desnudas, deslumbraba a todos a donde iba. Sus cabellos caían sobre sus hombros como una lluvia escarlata de finales de verano. Su figura, envidiable. Recuerdo que cuando la conocí en aquella reunión de la preparatoria un viejo amigo la confundió con una actriz de Hollywood. En su momento no presté importancia a su comentario, pero hoy, cuando recuerdo esa noche, creo que fue el único comentario al que habría valido la pena escuchar, reír y seguir bebiendo a un lado del asador, mientras todos reían y recordaban con nostalgia el pasado.

Fue un error acercarme a Marie aquella noche; también fue un error buscarla en la tienda departamental en la que trabajaba una semana después. Pero fue inevitable para mí.

Lamentablemente no me di cuenta de ello hasta ya era demasiado tarde...

Escribí cientos de cartas, ilusionado y ahogado en el deseo de poseerla.

Hoy se levanta de la cama y recorre la habitación con sus ojos ennegrecidos por el exceso de aventuras. Sus pies se arrastran por la alfombra y veo su silueta abandonando la habitación, dejándome en la penumbra de mi soledad. Las paredes de la habitación han adquirido un color acre tras tantos años sin mantenimiento, alguna vez Marie me pidió que las pintara, incluso se ofreció a ayudarme.

- Podríamos pintar las paredes de azul, cariño y después ir a por unas sábanas nuevas...

Recuerdo bien sus palabras, pues resonaban en mi cabeza como un taladro de última generación que perfora la pared de concreto en cuestión de segundos. La miré directamente y le pedí amablemente que me dejara trabajar en la nueva novela que seguramente pagaría la pintura azul y las sábanas grises que tanto quería comprar para usar con su amante.

Vi el espejo de su tocador que me había hecho comprar por nuestro aniversario en un remate de navidad. Tiene pegatinas y recordatorios de todo tipo... "Pagar la línea de teléfono. Próximo martes." "Fiesta de la abuela: Casa del tío Gabriel". "Depositar al abogado antes del día 15..." Toda esa porquería pegada en el bello espejo que le había regalado de todo corazón, ahora cubierto con esa basura como insectos en el parabrisas del auto.

Nuestra ropa, regada por todas partes de la habitación al igual que platos que aún tienes restos de comida, a veces veo alguna cucaracha hambrienta pasearse por la habitación y darse banquetes con nuestra basura. El tocador repleto de de agujas, condones, tijeras, pinturas y labiales de múltiples colores parece desde el ángulo en que me encuentro, un arcoíris, un poco de color en este agujero al que Marie llama habitación.

La escuchó gemir en la habitación conjunta a la nuestra, donde nuestro hijo algún día dormiría tranquilo. Antes de la tragedia me pidió comprarle todo tipo de juguetes sexuales para su placer, por nuestro aniversario. Yo no pude negarme, lo único que quería era alejarla de mi vista, no quería tenerla ni siquiera en la cama y si los juguetes podían entretenerla, era mejor para mí.

Sobre mí hay repisas llenas de muñecas y cuentos infantiles. Al igual que los juguetes sexuales y el espejo, me los pidió por nuestro aniversario. Pasó semanas tejiendo vestidos para las muñecas y leyendo los cuentos en la sala de estar. Fue el segundo aniversario... Fue cuando comprendí que me casé con una niña en el cuerpo de una adulta. Aquél primer encuentro en la reunión de la preparatoria, aquella visita a su trabajo en la tienda departamental y más de tres años de mi tiempo fueron un fraude; todo era una fachada, un disfraz de una dama refinada, nada más que una maraña de mentiras. Fue uno de esos días mientras peinaba a sus muñecas la observé desde la cocina mientras preparaba la cena, sonreía y disfrutaba con las muñecas, sus ojos, aún claros, se llenaban de lágrimas, como si un golpe de nostalgia la invade y un portal a la primera infancia se abriera frente a ella. A mí ya no me importaba, decidí ignorarla todo lo que fuera posible, no podía soportar su mentira, su falsedad. Pensé en divorciarme pero sería más difícil mantenerla, además de que mi imagen se vería afectada y por ende mis libros no se vendierían.

Fue una buena decisión no divorciarme, ya que tiempo después la encontré con uno de tantos amantes en nuestra cama. Yo había vuelto de vender una colección de cuentos a una editorial de renombre, ya me habían depositado 20,000 dólares a mi cuenta personal y pensaba gastarlos en el bar o en una nueva motocicleta y fue cuando abrí la puerta de la habitación cuando la encontré así, aún no había ningún plato con restos de comida en el suelo y las paredes aún no necesitaban pintura nueva. Vi que la ventana estaba abierta y una ligera brisa entraba por la ventana. "Más tarde lloverá" pensé. El sujeto saltó como un poseso y me pidió disculpas llorando mientras intentaba ponerse los pantalones y caía de sentón al suelo. Marie se limitó a cubrirse con las sábanas, como si yo fuera un desconocido que profana su privacidad... La imagen era lamentable y en mi mente se incrustó la idea y el recuerdo de cuando me plantee dejarla. "Esos veinte grandes que acabas de recibir se los habrías tenido que entregar a esta perra y a su niño de juegos". "Decidiste bien" me dije a mí mismo, como colgándose una medalla por haber ganado un nobel y abandoné la casa para perderme en el bar situado a dos calles de la casa.

Marie deja de gemir y escucho como cae al suelo, consumida por su propio placer. Es la hora de comer, eso significa cuando termina...

Nuestro último aniversario fue el momento donde todo cambió. Tuvimos una noche como no la teníamos desde que teníamos veinte años, sacudimos todo de pies a cabeza y recuerdo bien que Marie cayó rendida al piso por el placer, al igual que hoy. Se deslizó hacía a mí y murmuró en mi oído...

- Tengo que mostrarte algo. No te muevas de aquí.

Estaba emocionado realmente. Esa noche realmente quería quedarme con ella y pasarlas bien, incluso pensé que todos los problemas del pasado con sus amantes y que fuera una mentirosa podía quedar de lado, podía sustituir todos nuestros problemas de pareja con el sexo, muchas parejas lo hacía, por qué nosotros no? Pensé cómo nosotros, como dos que conforman el uno, me sorprendí de mis propios pensamientos y sonreí ligeramente.

Marie entró a la habitación, ni siquiera me percaté de que se fue, estaba demasiado excitada aún como para pensar en los detalles. Llevaba sogas y me pidió que me dejase atar las extremidades a las esquinas de la cama. Yo seguí su juego. "Nosotros..." pensaba en mi excitación y primera alegría después de tanta basura... Fue cuando sentí cómo algo frío rebanaba la piel de mi pierna. Marie tenía consigo una cierra y la deslizaba de un lado a otro, aumentando la velocidad paulatinamente mientras me observaba con sus ojos, ya ennegrecidos, esperando mi reacción. Los dientes de la sierra perforaban mi piel poco a poco mientras sentía como un aire frío me recorría de pies a cabeza. El dolor y el terror apoderaron mi mente mientras Marie se degustaba con mis gritos y llantos. Vi cómo poco a poco la carne de mi pierna se abría y la sangre cubría las sábanas grises y las tornaba de un tono carmesí. Marie sonreía y gritaba, como un niño que acaba de descubrir algo impresionante. Ví los nervios sueltos y las venas retorcerse como mangueras de bomberos sin control. el hueso de mi pierna fue cortándose poco a poco y soltaba un polvo blanco que se desvanecía en cuanto salía, ahogando por la sangre. Perdí la movilidad de la pierna y sentí un mareo, el deseo de vomitar me invadió. Quería ahogarla... fue cuando perdí el conocimiento.

Desperté en algún momento, enfermo y con una venda en el muñón de lo que alguna vez fue mi pierna. Marie me tejió la herida dejando una linda sonrisa hecha con tela sobre el muñón.

Marie me alimenta con una mano mientras que con la otra limpia el muñón de lo que era mi otra pierna.

Ahora debo esperar hasta la cena en esta habitación ahogada, con este trapo en la boca y esta libreta de notas...

Cuando Marie me amputó la primera pierna vi honestidad en sus ojos, conocí a la verdadera Marie... la mujer que debía amar y con la que podía considerar un Nosotros. Aún así, ya es demasiado tarde. Su risa y su actitud infantil es un martirio. Llega a ser tan insoportable escucharla reír que es más doloroso que cuando corta las huellas de mis dedos con un cuchillo. Es un sonido insoportable, más si no tengo cerveza. Me trae una de vez en cuando...

Dijo que va a amputar un brazo la semana que viene, se lo daré con gusto si así puede dejarme en paz con mis ideas y pensamientos, haré todo lo que sea para no ver a esa perra mentirosa.

Mientras la hora de la cena llega, recorro la habitación nuevamente...

Está el oso de peluche que le regalé por su cumpleaños, al igual que el traje de baño que usó en el viaje a Barcelona por nuestro aniversario...

MarieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora