De hielo.

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Fueron tantos desvelos
que me han ido congelando.
Soy un tempano de hielo
pero este amor me está entibiando.
Este amor me está entibiando.

Para alguien como Sherlock Holmes era simplemente inaudita la idea de sentir algo parecido al amor. Podía sentir aprecio y lo reconocía muy a su manera, pero nada más allá de ese sentimiento. El detective sentía repelús ante los temas románticos, no entendía como una persona enamorada era capaz de hacer cualquier cosa por su «otra mitad» un término que detestaba casi tanto como la idea del amor.

Sherlock Holmes era el némesis principal de las emociones, una máquina sin emociones a los ojos de muchos o un invierno perpetuo. O por lo menos así fue hasta que conoció a John Watson, un doctor ex militar que ante sus ojos era de lo más simple que podía existir en el mundo y aun así le fascinaba a niveles que jamás llegó a imaginarse.

A sí, es verdad mi corazón era un glaciar
y las huellas de mi marcha solo escarcha y nada más.
Pero en medio de mi invierno, me encontraron esos ojos
que aún sin entenderlos me calientan poco a poco.

De verdad no lo entendía, por ende lo asustaba. Aquel sentimiento al que aún no se atrevía a ponerle nombre logró derrumbar los muros que durante años habían aislado sus sentimientos y que ayudaban a que su lógica fuese el centro de su vida.

Pero el simple hecho de mirar a su compañero a los ojos hacía que su corazón latiera con fuerza, él era el protagonista de su desdicha emocional y quiebre racional. Sherlock de verdad sentía esa necesidad de tenerlo a su lado incluso en los casos más banales, con solo su presencia se sentía contento y también sentía con fervor la necesidad de protegerlo. Era simplemente una locura que parecía no terminar jamás.

Fueron tantos desvelos
que me han ido congelando.
Soy un tempano de hielo
pero este amor me está entibiando.
Este amor me está entibiando.

En términos más objetivos, era posible que Sherlock Holmes sintiera con tanto ímpetu sus emociones debido a que se encargó de no hacerles caso durante prácticamente toda su vida, era la primera vez que se sentía de esa forma. Estaba convencido de que el apego emocional eran la debilidad más grande del ser humano en general, estaba acostumbrado a que la gente se apartara y no quisiera pasar más tiempo con él del que fuera necesario. Por eso cuando John llegó a su vida y formó una amistad con él no pudo evitar sucumbir ante las emociones que poco a poco empezaron a florecer en su interior.

Lo quería. Mejor dicho, lo amaba. Su mayor deseo era estar con él para el resto de su vida, ser ellos dos contra el mundo. Se sentía como un adolescente pasando por su primer amorío; y ante los ojos del propio Mycroft de hecho así era, su hermano menor se había vuelto un adolescente perdido ante las hormonas que nublaban su juicio, decir que estaba preocupado sería decir poco.

Gélido, álgido mi cuerpo rígido de frío nostálgico
en medio del trópico un viento del Ártico.
Y cuando esa voz cálida me susurra suavemente
desafiando a la química, mi sangre fría hierve.

Cuando tuvo el valor de reconocer que lo que sentía era el más ferviente de los amores se dio a sí mismo por perdido. Por más que intentó apartar sus emociones para que no volvieran a intervenir estas no lo dejaban tranquilo ni en sus horas de sueño, donde las fantasías más románticas y eróticas eran protagonizadas por el doctor Watson, a veces tan explicitas que casi era como si su propio subconsciente le estuviera reprochando que tenía que confesarle sus sentimientos a su amigo; cosa que lo atormentaba.

A John no le atraían los hombres, lo dejó en claro tantas veces que ni valía la pena contarlas, confesarle sus sentimientos sería un despropósito. Aun así, el latir de su corazón, el rubor en su rostro, el temblor de sus rodillas y esa manía suya de tenerlo a su lado hasta por gusto tarde o temprano lo delatarían.

Cuando esa piel rozó una vez mi piel
la nieve que me cubría ese calor la derretía.
Y de ahí que ni sospecho, que gracias a ese flechazo
el hielo que había en mi pecho se partió en mil pedazos.

Era un día de esos en que no había nada que resolver o hacer. El detective parecía estar de lo más aburrido, pero realmente se entretenía viendo a John escribiendo en su laptop, adoraba verlo tan concentrado en su pasatiempo favorito, todo de él era fascinante a sus ojos. Por su parte, a John le sorprendía lo tranquilo que estaba su compañero pese a que en otras ocasiones había demostrado que era enemigo a morir del aburrimiento, cuando se dio cuenta de que Sherlock lo estaba mirando su corazón empezó a latir con fuerza. Sin estar consciente de sus gestos se mordió el labio inferior.

El detective, habiendo notado el evidente gesto de su compañero, se levantó de golpe del sofá y se aproximó hasta él, John se sonrojó cuando Sherlock colocó sus manos sobre el espaldar de su silla y se le quedó mirando a los ojos fijamente, se sentía acorralado y nervioso. El detective no estaba menos nervioso que él.

Ninguna palabra logró formularse siquiera en sus mentes, Sherlock acortó la distancia y besó los labios de su compañero, el cual quedó totalmente paralizado.

Fueron tantos desvelos
que me han ido congelando.
Soy un tempano de hielo
pero este amor me está entibiando.
Este amor me está entibiando.

En ese momento le fue imposible de creer que un beso tan casto y simple fue capaz de hacerle perder la noción de todo a su alrededor, pero al abrir los ojos para ver a su compañero se apoderó de él un miedo creciente. Se apartó de John, buscó qué palabras serían las más adecuadas para disculparse pero su boca no formuló ninguna de ellas con coherencia. Cuando su compañero se levantó del sillón y dejó la laptop en la mesita de al lado su primer instinto fue retroceder, pero terminó acorralado en la pared con John impidiéndole cualquier escape.

Contrario a lo que llegó a imaginarse, Watson lo tomó del rostro y volvió a besarle, Sherlock se sintió derretir por el pasional contacto, su mente se concentraba en disfrutar cada segundo del mismo y dejaba brotar libremente sus emociones. Fueron indescriptibles cada una de las sensaciones que experimentó al sentirse correspondido, cualquier rastro de invierno en su interior había sido cambiado por una bella primavera.

Y mis pupilas que antes no brillaban
que tan solo reflejaban todo
ahora dejan ver arder la llama
que encendieron esos otros ojos.

Que difícil aceptar
que alguien pueda transformar
el frío de este corazón en fuego
que al igual que el hielo va a quemar.

Cuando dejaron de besarse se miraron a los ojos, una sensación casi fantasiosa se apoderó de ellos, temiendo muy en su interior que solo se tratara de un sueño y sintieron muy en su interior la necesidad de saber si estaban en su realidad, que de verdad estaban viendo el momento en que su amor era correspondido. Beso tras otro las palabras parecían sobrar, el calor del momento era muy agradable. Cualquier duda que hubo en sus mentes se desvaneció al volverse a mirar a los ojos, deseosos de alargar el romántico momento.

Fueron tantos desvelos
que me han ido congelando.
Soy un tempano de hielo
pero este amor me está entibiando.
Este amor me está entibiando.

De hielo {Johnlock}Where stories live. Discover now