Camila. La hija perfecta, la estudiante perfecta, la del futuro brillante, la gran mujer que lo podía hacer todo a la vez y no moría en el intento, la que no tenía problemas nunca y si es que los habían podía solucionarlos sin ayuda. El ejemplo de muchos, la envidia de otros y amiga de unos cuantos más.
La primera vez que Camila se atrevió a buscar ayuda, explicando torpemente los problemas por los que pasaba y la dificultad que tenía para poder sobrellevarlos recibió por respuesta un "no te aflijas, tú eres una gran persona y sea lo que sea que haya siempre podrás solucionarlo". Aquello le animó en un principio, se sintió capaz de cualquier cosa, como si de pronto pudiera llevar sus problemas sin conflicto alguno, como si todos los comentarios sobre su persona fueran ciertos.
La segunda vez lo conversó con más personas y recibió respuestas parecidas, solo que esta vez no le terminaron de animar. Ella cada vez esperaba con más ansias alguien que la comprendiera. No necesitaba que le arreglaran el problema, entendía que esa no era la labor de los demás, pero quería gente con quien poder compartir de ello, un oído amigo, un consejero, una compañía que compartiera su dolor y con ello le ayudara a alivianar la carga. Pero ella era demasiado perfecta para necesitar ayuda o eso le hacían creer los demás.
La tercera vez el comentario del otro vino de la mano con la "solución": "si eres la única que está bien, entonces puedes arreglar las cosas, quizás por eso estás allí", como si fuera la la única capaz de lograr un cambio en el conflicto. No supo cuando pasó a ser la salvadora, aunque debía admitir que sonaba importante ser quien cargaba con la clave para solucionar los problemas, como una super heroína. El problema es que no lo era. Sin embargo lo intentó.
La cuarta vez, cuando el cansancio le llevó a dejar de intentar arreglar las cosas. Recibió comentarios que le reclamaban su falta de actuar, si en sus manos estaba la posibilidad de una solución: ¿por qué no hacían nada?, ¿por qué se quedaba parada?, ¿por qué se enojaba?. Las críticas le sobraban e intentar defenderse era como decirle al resto que era demasiado egoísta para pensar en los demás, porque ahora ella era el problema.
La quinta vez decidió no llevarla a cabo, si alguien le decía algo era más bien porque la información se filtraba de algún otro sitio, pero ya no valía la pena conversar. Si ella era quien debía hacer algo lo haría en silencio, sin nadie más y de igual forma si quería dejarse estar también lo haría en silencio, pues no le llegaba nada bueno desde fuera.
La sexta vez se halló cansada, impotente ante el conflicto y por ende frustrada. Terminó por aceptar que no podía, que no era una supermujer, que la solución no estaba en sus manos, que debía descansar de ello... pero el consejo del resto seguía haciendo una presión, por mucho que se repitiera en su cabeza lo contrario. Quiso ser sincera entonces y reconocerle a los demás que se había rendido, que estaba mal. Entonces los comentarios al fin parecían preocuparse de ella. Por un momento creyó encontrar alivio, gente que la escuchara y le diera apoyo, entonces al final de toda la conversación, como una maldición, venía la frase que llevaba años escuchando y que solo le causaba malestar "tú puedes". Jamás lo dijeron directamente, pues siempre eran palabras amables, pero entre esas frases de dulzura lo único que le quedaba al final era un: "estás sola en esto".
La séptima vez lo escribió, pues no quería ver más a nadie, ni a ella misma. Se encerró en su cuarto y de ahí no salió. Lo que siguió después seguro ya te lo imaginas. Lo último que quedó de ella fue aquella nota en cuyo final decía:
"Lo siento, al final no era tan capaz"
Cono Arrué Romero
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Porque tú puedes...
Short StoryCamila. La hija perfecta, la estudiante perfecta, la del futuro brillante, la gran mujer que lo podía hacer todo a la vez y no moría en el intento, la que no tenía problemas nunca y si es que los habían podía solucionarlos sin ayuda. El ejemplo de m...