𝐒𝐞𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 2.

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[P. O. V Narrador omnisciente]:

Cerró la puerta, asustado de si mismo, de la inestabilidad que tuvo en ese preciso instante. Se suponía que la paciencia era lo de menos, no estaban tan mal. Los apreciaban y estaba bien por eso, un encargo no tiene vuelta de salida, no hay factura que evitar.

El público, debía estar satisfecho ¿qué chiste era? pedirla y luego botarla. Ni siquiera Disney había formado una idea así, el trabajo era único y no podían negarlo.

Pero era el inicio, y en esos procesos se la pasan, tachando, borrando, eliminando. Nadamás que desaprobación, mero capricho por la fantasía perfecta.

Bajó su vista, sus manos cubiertas de tinta. Se manchó el rostro al cubrirse las lágrimas resbalando avergonzadas, arrepentido. Rememorando hubiese sido peor que lo hicieran ellos.

Cambiarla.

O, borrarla.

El miedo.

Casi dejar a un lado su inexistente vida, dejar en blanco su mente y conventir ese esmero en lo que se deseaba. No. No sé lo creía. Los nervios lo matarían lentamente.

Y los gritos, amortiguados por sus consuelos mentales, diciéndole no terminaba tan mal. Su llanto desesperado preguntando el porqué con esa debilidad fluyendo de su cuerpo pálido.

Debajo de su pie, encontró un pequeño dibujo, de ella, de la pequeña creación que tanto cariño le brindó, y que, lastimosamente no había compartido como se debía. Tomó el boceto, sintiéndose afixiante con la imagen que daba giros en su mente. La sonrisa animada perteneciente a una felicidad destruída por el egoísmo.

Lo declaró el día que empezó ese tormento infernal, la culpa atrapando todo.

Pensó en los hubiera, en las posibilidades.

Apretó los labios, sucio en sus prendas e cuerpo, le resto importancia para encaminarse de vuelta a la habitación. Volviéndose en sus pasos, examinando el horrible escenario.

Los restos de tinta, el lápiz sobre su escritorio, los papeles rotos, los borradores arrojados a la pequeña máquina trituradora. Otra apuñalada.

Las risas, su voz, su canto, la imagen de ella creó un delirio que le hizo creer por segundos ella estaba ahí.

Se agachó, miserable. Hasta escuchar el sonido de la puerta, en un llamado. Alterado por los golpes bruscos se puso de pie hacía el ruido.

Volvió a abrir la puerta, alzando una ceja al no ver a nadie.

— Aquí abajo.

Esa voz.

— ¡Holaaaa empleado! — se subió sin autorización sobre los brazos del mayor, este frunció el ceño, haciéndole más fácil la gracia al Toon.

— ¿Yakko? ¿No deberías estar con tus hermanos? hoy es día de grabación.

— Es simple: me aburrí y vine a verte. Por cierto creo que en la próxima escena sale _________________. — había pasado solo una semana y el dibujo animado ya se había acostumbrado a las persecuciones de la femenina. Y pensar que al principio era solo un niño penoso que sacudió su ingenuidad por malicia comediante — Te lo digo porque eres su creador, y para serlo. Actúas muy despistado, ¡pon atención el mundo se mueve! — le palmeó el rostro alegremente, antes de dar un salto y retirarse brincando sin parar.

Lo mínimo que un Toon necesitaba para adaptarse a sus conductas brindadas son dos días, a él le costó más de ese lapso. Ahora, desean volver a tenerlo por horas callado. La ironía, lo quieren sin importar como continúe su comportamiento. ¿Por qué a ella no? ¿era por ser secundaria? ¿no llamaba la atención? imposible.

Durante ese tiempo, se recordó que la culpa la compartían todos ahí.

Inclusive el chico que no correspondía burlonamente a sus sentimientos acelerados.

Entonces, las escusas no fueron suficientes.

No tuvieron valor para que el se planteará una respuesta irremediable al problema tormentoso.

Y tampoco una mejor opción.

No justificaba su desaparición.

𝐒𝐀𝐍𝐈𝐓𝐘 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 [Yᴀᴋᴋᴏ Wᴀʀɴᴇʀ×Lᴇᴄᴛᴏʀᴀ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora