Renacer

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Le tomó un momento asimilar que estaba viva.

Sus ojos se entrecerraron, aún cuando la luz era escasa, y recorrieron la habitación en la que se encontraba, no podía ubicarla de ninguna manera, no reconocía nada y para colmo le costaba enfocar los objetos. Sus oídos zumbaban, había un pitido constante que le impedía escuchar, claramente una consecuencia de haber estado tan cerca de las explosiones.

Soyeon forzó su cabeza, intentando atar cabos, no estaba muerta pero creía que eso era preferible a sentir todo el dolor que poco a poco hacía presencia en su cuerpo conforme su conciencia regresaba. Hasta donde alcanzaba a ver, el cuarto era de madera rústica y estaba decorado de manera femenina aunque no había demasiadas pertenencias en él y, si bien no podía confiar del todo en sus sentidos, era capaz de reconocer que la mayor parte de las cosas estaban cubiertas de polvo.

Levantó su cabeza ligeramente, le valió un mareo y cayó contra la almohada mullida. Volvió a intentarlo y evaluó lentamente su cuerpo. No tenía nada puesto más allá de sus bragas, su torso y sus piernas estaban completamente cubiertas por vendas, un improvisado cabestrillo sujetaba su brazo izquierdo y en el derecho una aguja yacía dentro de las venas de su muñeca con algún tipo de suero, en su cara tenía gasas adheridas por doquier.

Sus sien palpitó por el esfuerzo y la confusión ¿Acaso el trío de mafiosos había llevado a alguien más con quien ella no había contado? ¿Estaban manteniéndola con vida solo para llevarla ante 1013 y que él se divirtiera quebrándola con sus propias manos?

No se quedaría a averiguarlo.

Levantó su extremidad derecha y la llevó despacio a sus labios, debió hacer un esfuerzo sobrehumano para no gruñir cuando arrancó la aguja con sus dientes. Apoyándose en su mano sana impulsó su cuerpo con cuidado, pelear no sería para nada sencillo en ese estado pero prefería que la mataran de una vez por todas. Ya había hecho las paces con la muerte, ya había aceptado que no merecía una buena vida, no comprendía porqué el destino se empeñaba en fijarla a la tierra.

Bajó las piernas al suelo, una a una, y luego se paró tanteando el estado en el que se encontraban, probando su fuerza. Suspiró aliviada al ver que podía mantenerse de pie, con apenas un ligero desbalance, bueno, eso creyó hasta que se atrevió a dar un paso y todo su sistema colapsó en tan solo segundos, enviándola al suelo.

Ella gritó al sentir la presión de su cuerpo sobre su brazo roto, le dolía cada centímetro de carne, cada porción de piel... Trató de incorporarse al escuchar como unos pasos apresurados se acercaban a la habitación, necesitaba defenderse...

La puerta se abrió sin ningún tipo de delicadeza antes de que ella siquiera tuviera la oportunidad de buscar algo a mano con lo que pudiera protegerse, sus extremidades se negaban a responder.

-¡Niña tonta!- gruñó una voz rasposa que tampoco logró reconocer. Distinguió como dos manos la tomaban de la cintura, en las porciones de piel descubiertas que tenían pocas heridas, y la levantaban como si no pesara absolutamente nada. Su espalda volvió a estar contra la cama y su cabeza volvió a arder como si se la hubiesen prendido fuego, un líquido escapó de su nariz y segundos más tardes el sabor de la sangre bañó sus labios, no perduró gracias a que su salvador se encargó de pasar un paño mojado en esa sección de su rostro, luego de estrujarlo lo dejó sobre su frente, aliviando así la temperatura que la consumía- Te has abierto la herida, maldita sea- le escuchó reclamar.

Mientras él retiraba la venda manchada de rojo que cubría el lugar en donde Dagger la había apuñalado, Soyeon descubrió con asombro que se trataba del viejo huraño del bosque, su único vecino. Visto de cerca parecía tener no más de cincuenta años, bajo sus ojos se asentaban ojeras y usaba una barba canosa que iba acorde a su cabello atado en una coleta baja.

No day but TodayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora