Capítulo 5 - Mucha puntería

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Malory cerró la puerta con fuerza y se encaminó hacia su habitación. ¿Pero quien se había creído ese arrogante? Ella ahí, tratando con todas sus fuerzas de demostrarle que podía con ello a pesar de los nervios, y él prácticamente riéndose en su cara y aprovechándose de la situación para manosearla. No entendía a qué había venido eso de sentarla de nuevo sobre él, pero no pensaba permitir que volviera a tocarla de esa manera.

Por el rabillo del ojo captó a los dos únicos hombres de la sala, los amiguitos del patán asqueroso, que la miraban con curiosidad y una sonrisa asomando por sus ignorantes bocas. A veces deseaba dejarse llevar y golpearles, haciendo que esa mueca burlona desapareciese de sus rostros, pero entonces recordaba las palabras de su padre.

"Si quieres pegar a alguien con rabia, esa persona ya te ha ganado"

No la habían educado para eso, así que les ignoró y siguió su camino. Debía devolver ese vestido, pero tampoco sabía si era buena idea que se pusiera el suyo. Al menos, con el vestido que llevaba en esos instantes, era capaz de mostrar mucho más su cuerpo y, teniendo en cuenta el tipo de trabajo que iba a buscar, era lo que le interesaba. Aun así, debía coger sus pertenencias, ese vestido que había traído tenía un gran valor sentimental y no pensaba dejarlo tirado en un burdel de poca monta. Además, no quería que el avispado de Alfred, con su gran olfato para los negocios, aprovechase la oportunidad de sacar dinero vendiendo su vestido.

-Mal, ¿estás bien?

La muchacha se giró, derritiéndose en el acto. Poppy era lo mejor que había en ese lugar, desde que había llegado se había comportado de una manera adorable con ella y era la única persona a la que le había dicho que prefería que la llamasen Mal.

Sin poder evitarlo, la abrazó.

-¿Estás bien? -repitió la mujer, extrañada.

-Te voy a echar de menos -susurró con la voz entrecortada.

-¿Te vas? -preguntó angustiada, apartándola para mirarla a los ojos, y Mal asintió-. ¿Qué ha pasado?

-Necesito ganar más dinero y Alfred no quiere darme otro trabajo, así que me voy.

-¿Y a dónde te vas?

-Buscaré otro burdel en el que sí me acepten.

-Espera -dijo Poppy, cortándola-, ¿quieres trabajar de prostituta?

-Sí.

-¿Y Alfred no te deja?

-No -Poppy alzó las cejas, haciendo ver que no se lo creía-, dice que no tengo experiencia y que no estoy hecha para ser prostituta -explicó.

La mujer relajó su expresión, entendiendo la situación.

-Mal, no te vayas y haz caso a Alffred.

-¿Por qué tendría que hacerlo? -se quejó-. Es un cretino, un arrogante y...

-Un imbécil que no es capaz de hacer otra cosa más que trabajar y pelear -completó Poppy por ella-. Lo sé, le he criado -sonrió-, por eso te digo que le hagas caso. Desde que Alfred es el jefe las cosas son muy diferentes para nosotras, estamos seguras aquí y nos paga lo que nos merecemos, por eso él siempre da trabajo a las que se lo piden. En otros sitios lo pasarías muy mal, créeme.

-¿Y por qué no me da trabajo a mí?

-Porque no tienes experiencia -volvió a sonreír, calmándola-. El sexo lo venden como algo placentero, pero las primeras veces no lo son tanto, especialmente para la mujer -continuó-. A mí me vendieron por una cantidad increíble, todo para que un noble pudiese quitarme la virginidad, y no fue agradable -explicó, haciendo una mueca de desagrado-. Además, apenas vi unas monedas de lo que habían pagado por mí -Malory la miró, sintiendo como todas sus esperanzas se desvanecían-. Seguí de prostituta porque no sabía qué más hacer, pero me alegro de estar donde estoy ahora. Habla con algunas de las chicas -le aconsejó-, ellas te contarán historias parecidas -aseguró.

El auténtico reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora