Capítulo 12 - Jugar al despiste

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La mesa estaba menos llena de papeles que de costumbre, algo bueno para Alfred. Nick había confiado en él de nuevo y, para compensar el malentendido que se había producido con el licor de arroz, le había citado en el puerto para que le ayudase con el siguiente cargamento. No obstante, antes de ir para allá debía revisar bien los papeles, asegurarse de que después no tuviera que irse a ningún otro sitio.

Antes de que sonase la puerta, Alfred ya había oído los pasos acercándose y se había preparado, levantándose dispuesto a salir. Como imaginaba, Caleb y Fred estaban ahí, esperando para la siguiente parte del plan.

-Nick nos espera.

Juntos salieron del burdel y se encaminaron al puerto. Las calles estaban vacías, más que de costumbre, pero nada alarmante. El problema principal era para los jóvenes carteristas que rondaban a los comerciantes, ya que no podían ocultarse entre el bullicio para cumplir con sus objetivos ni tampoco podían conseguir nada que comer. Quitando eso, la calle parecía perfecta, especialmente para ellos, ya que no había nadie en los callejones de Idonna que no supiese quiénes eran, con lo que todos les permitían pasar sin dificultades. Así, no tardaron mucho en llegar al puerto, una pequeña zona de embarque en el río Urie que permitía atracar a barcos de mediano tamaño. Junto a este había una gran explanada donde se situaban diversos puestos de comerciantes que, aprovechando el terreno, se negaban a introducir más su mercancía en Idonna y llenaban la plaza de tiendas con coloridos toldos. El principal motivo para esto era la situación del puerto, una especie de zona neutra desde la que salía una calle que dividía a Idonna en dos: Los Callejones y la zona rica. Con la cercanía de Los Callejones, era normal que hubiesen pequeños hurtos, e incluso se habían registrado algunos ataques, de ahí que el trabajo de Alfred y su equipo fuese tan importante: en el puerto no solo estaban los almacenes de grandes compañías, estaban también pequeños comerciantes que no podrían sobrevivir sin ellos.

-Ahí está Nick -señaló Fred, haciendo que todos comenzasen a andar en esa dirección.

-Buenos días -Nick estaba subido en la parte trasera de su carro, el mismo que Alf le había requisado y devuelto en menos de un día. Les miraba con impaciencia, pero no iba a decir nada porque los chicos habían llegado a la hora acordada. Que él llevase esperando mucho más tiempo era diferente.

Los tres saludaron con un movimiento de cabeza.

-Tú dirás, tú eres quien nos ha contratado -comenzó Alfred.

-Es ese barco -indicó Nick-. Quiero que descarguéis las cajas y las metáis aquí.

-Bien -asintió Alfred-, manos a la obra -dijo, caminando hacia el barco.

-Alfred, deja que se encarguen ellos, yo necesito hablar contigo.

Alf asintió e hizo una señal para que Caleb y Fred se dirigieran al barco, algo que obedecieron sin preguntar, pero en sus rostros se veía lo extraña que les parecía esa situación. Nick se bajó del carro cuando les perdió de vista y, tomando del hombro a Alfred, le hizo caminar con él. Se dirigieron hacia la plaza, caminando por entre los puestos y observando sus productos.

-¿Qué opinas de estas hierbas?

-Mientras solo sirvan para cocinar, me parecerá bien -repuso Alfred, extrañado ya de tantas preguntas sin sentido-. Ya sabes que no merece la pena introducir drogas aquí, sería todo un caos.

-Lo sé.

-Entonces, ¿qué quieres?

Nick se acercó, haciendo que oliese unas plantas.

-Despistar.

Alfred contuvo sus movimientos, esperando no hacer nada sospechoso. Con calma se incorporó y miró hacia el puesto, hablando con una sonrisa.

El auténtico reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora