Las heridas de Malory no eran tan graves como Alfred creía, pero ella tenía que entender que no estaban acostumbrados a ver a mujeres pelear. Sin embargo, le sorprendió la reacción de Caleb, no esperaba que él fuese a protegerla. Por el odio con el que la miraba normalmente estaba dispuesta a jurar que él sería de los primeros en bailar sobre su tumba, pero se sorprendió aún más cuando le encontró junto a Fred esperando por ella. Alfred se había ido hacía ya rato, completamente furioso según le habían informado, así que ellos fueron los encargados de llevarla de vuelta al burdel. Después de eso, Malory solamente vio a Alfred llegar al día siguiente para la hora de la comida, con un par de rasguños en el rostro y con sus amigos al lado. Se le veía de buen humor a pesar de sus pequeños arañazos, pero esa alegría se esfumó en cuanto la vio.
Malory captó el mensaje, no debía acercarse a él en un tiempo.
Habían pasado los días y, aunque había vuelto a pelear, Alfred no había ido con ella. Ahora eran Fred y Caleb los encargados de llevarla y, aunque trataban de ocultar su desagrado al respecto, ya le habían dejado claro que Alfred les había puesto al corriente de su trato.
-Entonces más os vale comportaos cuando esté delante -les advirtió.
Los hombres la miraron con odio pero accedieron, muy posiblemente pensando en la gran suma de dinero que aguantarla implicaba para ellos, porque Mal sabía que Alfred no dudaría en repartir el botín con sus perros. Sin embargo, ahí estaba ella, con casi dos semanas sin participar en las apuestas, sin tener contacto con Alfred, sin saber cuando podría luchar de verdad. Había aprovechado una pelea sencilla contra un novato para fingir que ganaba con dificultad, temerosa al ver que la gente estaba acostumbrándose a ella, pero tras eso volvió a tener una lista de hombres dispuestos a subir su ego con una victoria, despertando la atención de muchos de nuevo. No era oficial, pero Linton le había informado de que, si participaba en las apuestas y ganaba se llevaría cinco veces lo apostado, pero no podía hacerlo sin la ayuda de Alfred. Ella había ahorrado mucho, pero ni tenía la cantidad suficiente ni estaba permitido apostar por uno mismo, necesitaba a alguien que diera la cara por ella y no pensaba meter a más personas en su trato, no iba a repartir más el premio.
Terminó de aclarar la ropa del burdel y pasó a su colada personal. Ahora que necesitaba lavar con frecuencia su traje de entrenamiento, Malory también hacía la colada del burdel de vez en cuando, cambiando sus tareas con Dana, quien estaba completamente recuperada. Por suerte, solo había sido un susto para ella y ya estaba trabajando con normalidad, bromeando con las demás chicas y vigilando al resto de niños del burdel. Se alegraba mucho por ella, el ataque había supuesto una gran conmoción para todos, pero habían sido capaces de solucionarlo de forma favorable en todos los sentidos: el ladrón no había obtenido lo que fuera que buscase y ella se había llevado una buena disculpa monetaria.
Malory frotó bien la camisa, utilizando las rejillas de la tabla para poder lavar con más fuerza. Sudaba mucho entrenando, tanto que la camisa comenzaba a tener uno surcos demasiado horribles que no era capaz de hacer desaparecer. Le daba asco, ahí había sudor impregnado de varias décadas, pero no quería pedirle otra camisa a Linton. No quería abusar y tampoco quería saber quién más habría usado esa ropa, no quería ponerse encima los sudores de nadie más. Desesperada por hacer desaparecer los surcos, apretó el jabón con tanta fuerza que se le escurrió de las manos y calló al fondo de la fuente.
-¡No! -gritó angustiada.
Alargó el brazo todo lo que pudo, pero era hondo para ella, ni siquiera rozaba el jabón con los dedos. Trató de estirar el brazo un poco más, metiéndolo casi hasta el hombro, pero ni con esas. Sacó la mano, empapándose con el agua que caía de su brazo, y se aferró con fuerza al borde con su otra mano. Con cuidado, volvió a introducir el brazo y, tras coger una buena bocanada de aire, se inclinó más, metiendo también la cabeza, para poder llegar a por la pastilla. Se negaba a dejarla ahí, no quería causarle más problemas a Alfred y darle motivos para echarla del burdel, además de que también necesitaba terminar de limpiar lo antes posible. Tanteando a ciegas, siguió rebuscando el fondo hasta que sus dedos tocaron la pastilla, pero aún estaba lejos. Sacó la cabeza un poco y tomó aire de nuevo, introduciéndose más en la fuente. Esta vez fue capaz de coger el jabón y lo sacó, triunfal.
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El auténtico rey
ActionCon gran habilidad para los negocios, Alfred se ha convertido en uno de los hombres más influyentes de los callejones de Idonna, la capital del reino, llegando a pronunciarse su nombre entre las altas esferas. Criado en un burdel, Alfred está acostu...