Capítulo 26 - Un lugar tranquilo

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La noche fue larga, cargada de preguntas y dudas, y cuando Malory llegó ella también se vio obligada a responder. Había muchas incógnitas respecto a su vida, aunque le dejaron mucha más libertad.

Al amanecer se dividieron en pequeños grupos, justo como habían dicho, y Malory y Shaun robaron algunos caballos. No obstante, había gente que debía caminar, eran grupos numerosos a pesar de haberse dividido, con lo que llamarían demasiado la atención. Lo mejor era reservarlos para los niños y las mujeres más mayores, el resto debía ir a pie.

Linton también les cedió algunas monturas, aunque se negaron a aceptarlas. Él iba a quedarse allí, querían que el gimnasio siguiera estando disponible para todo aquel que huyera del rey, incluso aseguraron que podría volver a servirles de escondite si alguna de sus misiones fallaba. En caso de que eso ocurriese, era mejor que los caballos estuvieran allí.

-¿Ella es la ladrona? -preguntó Poppy, acercándose disimuladamente a él en cuanto se hubieron alejado lo suficiente de la ciudad. Malory iba a la cabeza de ese grupo, uno muy reducido. Kendall y Fred estaban a su lado, el pequeño correteando alegre ahora que estaban entre los bosques, sacando unas sonrisas a algunas de las chicas. 

Alfred observó a Malory desde la retaguardia del grupo. 

-No es bueno hablar de eso.

-Hijo, no estoy juzgándola -aseguró-. Entiendo que necesitara el dinero para la guerra, aunque nosotros lo necesitábamos para comer -añadió-. Supongo que, de algún modo, vuelve a nosotros.

-Poppy, por favor -insistió, tratando de callarla-. Necesitamos confiar en ella y en su gente.

La mujer sonrió, satisfecha. Para ella, ese comentario era más que suficiente.

-Estás hecho un lío -se compadeció. Alfred se giró a verla, sin entender a lo que se refería-. Quieres hacerla pagar por todo lo que ha hecho y a la vez tratas de justificar sus acciones -explicó-. Sé que no me hiciste caso y que seguiste "enseñándola" -Poppy recalcó la última palabra. A Alfred no le sorprendía, su madre siempre descubría todo lo que tenía que ver con él, pero tampoco se sentía cómodo hablando de ese tema-. No sé lo que significará para ti, pero ella es noble según he entendido. Eso que habéis estado haciendo puede perjudicarla mucho.

-Ella fue la que insistió.

-¿Desde cuándo tú piensas con el pene? -espetó. Él quiso responder, pero ella continuó hablando-. Nunca te he visto con novia y, aunque me alegraría mucho, deberías habértelo pensado un poco más antes de meterte en la cama con ella. 

-Ya me dejaste claro que es demasiado para mí -le reprochó.

-No, no -rió-, eso te lo dije porque pensaba que para ti era solo sexo y ella iba a sufrir con eso -aclaró-. Ahora diría que la quieres y solo por eso ya eres más que suficiente.

 -Pero eso no significa nada, ella perfectamente podría no querer nada de mí.

La sonrisa de Poppy se amplió, mostrándose enternecida. Alfred reacciono entonces a lo que había dicho: era la primera vez que reconocía en voz alta que sentía algo por Malory.

-Ni una palabra a nadie -espetó, alejándose de su madre antes de que a ella se le ocurriese decir algo.

Negándose a pensar en la conversación que acababa de mantener, Alfred comenzó a fijarse en el camino, aunque estaba seguro de que aún no sería capaz de llegar al refugio solo. Se limitó a buscar diferencias, como una rama colgando en una posición extraña o unas rocas lo bastante grandes como para que tres personas cupiesen sentadas sobre cada una de ellas. En cierto modo era incluso más fácil que eso, solamente tenía que dirigirse a las montañas y ya una vez allí se molestaría en orientarse, aunque tenía que reconocer que en esa última parte del trayecto fue incapaz de situarse en el bosque. 

El auténtico reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora