Forever After

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Mi historia comienza hará hace unos años, cuando yo apenas tenía seis años. Iba a la escuela por primera vez en mi vida, y a pesar de mi timidez, pude hacer unos pocos amigos con los que compartir mis juguetes. Jugaba como cualquier niño normal, correteando sin preocupaciones, como si mi felicidad en aquel momento pudiera perdurar durante siglos... era una maravillosa sensación, que obviamente resultó ser efímera.

A los tres meses de estar dando clases, mis padres se divorciaron. Al principio la custodia fue para mi padre, el cual decidió que debíamos mudarnos a su ciudad natal; Jeolla del Sur. Allí el trabajaría en el campo mientras que mi abuela podía darme todos los cuidados que necesitara. Al principio estuve algo reacio a la idea de tener que compartir casa con alguien que para mí era desconocida; no obstante, las fotos que me mostró me hizo cambiar de parecer.

Cuando uno es pequeño, cualquier nimiedad le hace sonreír.

Así fue como unas fotos de mi abuela paterna sosteniéndome en sus brazos me hizo cambiar de parecer. En realidad, no era algo tan malo. Podía jugar en los campos de arroz con los dos perros que vivían con nosotros, a la par que molestaba a los pájaros que se acercaban a la cosecha. Era feliz a pesar de no conocer realmente a nadie.

La escuela también era bonita. Apenas éramos diez personas en una clase, y nuestra profesora era una chica bastante joven, de apenas unos veintitantos años, la cual, aparte de ser algo olvidadiza, nos quería como si fuéramos sus propios hijos. Era un ambiente totalmente diferente al de Seúl, en donde los chicas de mi clase usualmente solían ser unas envidiosas, y los chicos tan tontos que lo único que hacían eran meterse con ellas y conmigo. Quizás eso era lo bonito de vivir en el campo, que como había muy pocos niños con los que jugar, nunca se apartaba a ninguno.

No obstante, no conocí al amor de mi vida en el colegio.

Un día, mi padre y yo salimos a pasear juntos por la playa, la cual veía por primera vez en mi vida. Debido a la ligera brisa que corría entre nuestros cabellos en aquel instante, las olas golpeaban con fuerza contra el cabo, donde se situaba un antiguo faro azul... le tenía miedo a ese faro, sin razón alguna. Se veía tan lejano, solitario, que creía que allí sólo podían suceder cosas malas. Como es entendible, era demasiado pequeño como para pensar que un monstruo horrible lo habitaba. Uno que se comía a los niños si se portaban mal.

Por esa misma razón es que acabé perdiéndome. Mi padre, inocente él e ingenuo en lo que respectaba a mis miedos, me prometió que me llevaría a verlo después de comprar un par de helados para ambos. Juraría que se confundió debido a lo mucho que observé el faro por aquel entonces. Así que, asustado, comencé a huir de él, corriendo una vez se dio la vuelta... temía que se fuera a deshacer de mí por haberme portado mal. Aunque, claro, tampoco sabía que se suponía que había hecho para que me castigara.

Fui tan idiota que fui directo hacia el faro al que tanto temía. Me había alejado del paseo marítimo, y por mucho que mirara una y otra vez a mi alrededor, no encontraba a ningún adulto que pudiera ayudarme a saber donde estaba mi papá. Lloré, lloré como si mis lágrimas y sollozos pudieran llamar la atención del héroe que necesitaba que me rescatara.

En vez de que fuera un adulto, al contrario de lo que pensé, una niña dio palmaditas en mi hombro para que pudiera calmarme. Froté mis ojos con los puños mientras me daba lentamente la vuelta, percatándome de la presencia de la desconocida. Tenía una gran sonrisa en su rostro, como si sonreír fuera la única solución a todos los problemas del mundo. No obstante, podía verse que le faltaba un colmillo, por lo que supuse que todavía estaba perdiendo los dientes de leche. Reí ligeramente, pues aquel detalle me pareció gracioso; tal así que me olvidé de aquel monstruo por un momento.

Aquella chica llevaba una pequeña caña de pescar apoyada en su hombro, y una mochila a su espalda, en la cual supuse que llevaría anzuelos y ese tipo de cosas. Me preguntó porqué estaba llorando, y al saber mis motivos, no pudo evitar reír. Ella me calmó, contándome que realmente no había nada que temer. El faro por el día estaba vacío, que nunca nadie merodeaba por aquel lugar, y que por eso era el mejor sitio para poder pescar.

Forever After // [baekyeol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora