Capítulo 19

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Cuando me despierto, mi enfado ha disminuido considerablemente, pero la decisión está tomada: ¡me marcho!
Al salir de la habitación veo la puerta del cuarto de Sasuke abierta y me percato de que no está. Eso me alegra.
Huele a café. Como cada mañana, me ha dejado café recién hecho. Pero voy al baño, me lavo los dientes, la cara y, cuando he terminado, recojo mis enseres y los llevo a mi habitación.
Miro mi móvil. Es una puñeta que aquí no haya cobertura. No puedo consultar los horarios de los autobuses que pasan por Hudson, por lo que decido marcharme sin más. Pediré un coche, iré a Hudson y, una vez allí, le dejaré las llaves a BEE y asunto arreglado.
Cuando salgo de la cabaña, el rancho está en pleno apogeo y, como cada mañana, voy saludando con una sonrisa a todo aquél con el que me cruzo. Kevin, Harvey, César, Ray... El corazón se me entristece al no poder decirles que me voy.
Entro en la casa grande y camino hacia la cocina. Seguro que Mikoto está allí. No sabe nada de lo ocurrido la noche anterior, ni lo que pienso hacer y, al verme, me abraza encantada y me prepara un café, mientras me dice:
—Sasuke y los chicos han ido a arreglar la alambrada del sureste. Al parecer, algún gracioso la ha destrozado y los caballos podrían escaparse por allí.
Asiento. Tomo mi café y, sin decirle para qué lo quiero, pregunto directamente:
—Mikoto, ¿puedes dejarme tu coche para ir a Hudson?
—Claro que sí, cariño.
Entonces se vuelve, abre un cajón y saca unas llaves, pero éstas de pronto acaban en el suelo.
Me apresuro a agacharme para recogerlas, y Mikoto murmura metiéndose las manos en los bolsillos del mandil:
—¡Qué torpe estoy hoy! —y, antes de que yo diga nada, pregunta—: ¿Sabes ir sola o quieres que te lleve yo?
Su buena predisposición para todo me hace sonreír.
—Sé ir sola —afirmo con cariño—. No te preocupes.
La mujer sonríe y, cuando acabo el café, me levanto y le doy un fuerte abrazo.
—Eres maravillosa, Mikoto. De verdad que me ha encantado conocerte.
Ella me mira.
—A mí también me ha encantado conocerte..., pero ¿pasa algo, cariño?
Diossss, ¡que me descubro!
—No. —Sonrío—. Sólo que eres tan amable conmigo que quería hacértelo saber.
Ella sonríe a su vez, me da un beso en la mejilla y, después, guiñándome el ojo, dice:
—Ten cuidado en la carretera, ¿vale?
Asiento y, con todo el dolor de mi corazón, salgo de la cocina y de la casa.
Con las llaves del coche en la mano, camino hasta donde está, lo arranco, me detengo delante de la cabaña y meto mi maleta con disimulo.
Cuando voy a montarme de nuevo en el coche, la pareja de caballos que tanto me gustan, y que son los padres del potrillo al que he bautizado con el nombre de Apache, me miran desde la cerca y, sonriendo, les tiro un beso.
Ellos cabecean mientras siento que los ojos se me llenan de lágrimas y me meto en el vehículo.
Me tiemblan las manos. Estoy nerviosa. Sasuke, sin saberlo, sin proponérselo, ha roto la muralla que yo había creado alrededor de mi tonto corazón y ahora estoy perdida. ¡A sufrir toca!
Cuando consigo dejar de temblar, arranco el motor y, sin mirar atrás, salgo del rancho, cojo la carretera de la derecha y al cabo de unos veinte minutos llego a Hudson. No tiene pérdida.
Tras aparcar, me dirijo hacia la estación de autobuses y me entero de que el de Los Ángeles sale a las seis de la tarde. Dios, ¡faltan siete horas! Tomo nota del horario y decido pasearme por la ciudad con tranquilidad, así que dejo mi equipaje en el coche. Más tarde lo recogeré.
En mi paseo descubro tiendas increíbles y veo el aserradero del padre de Neji. Estoy por ir a saludarlo, pero pensándolo mejor no lo haré. Creo que eso, junto con mi escapada, cabrearía más a Sasuke.
Camino varias calles y, de pronto, una cabellera roja sentada en una terraza llama mi atención. Al mirarla con detenimiento, me doy cuenta de que es Karin. La observo paralizada. La tía está monísima con ese traje de chaqueta oscuro que lleva mientras se toma un café. Recuerdo que Sasuke me dijo que había montado su propio bufete de abogados, y presupongo que debe de estar por allí. Dudo si acercarme a ella pero, al final, consciente de que me voy a ir de Wyoming, me armo de valor y me planto a su lado.
—Hola —saludo.
Ella se vuelve y me sonríe. Por Dios, cuando esta mujer sonríe es que te da un buen rollo increíble. Y, en el momento en que va a levantarse, la detengo y pregunto:
—¿Puedo tomarme un café contigo?
—Por supuesto.
El camarero se acerca a nosotras, pido un café con leche y, cuando éste se va, ella me pregunta:
—¿Qué haces en Hudson?
—Estoy de compras.
—¿Sola?
Sin duda conoce a Sasuke y sabe que no me dejaría ir sola.
—Sí —afirmo—. Mikoto me ha dejado el coche mientras él y sus hermanos arreglan una cerca.
Karin asiente.
—Quería pedirte disculpas por lo borde que estuve ayer contigo —señalo.
—Noooo..., no digas eso. Las disculpas te las tengo que pedir yo a ti —afirma clavando sus ojazos en mí—. No debería haberle puesto el sombrero a Sasuke. Soy la primera que sé el significado de esa acción, pero mis amigas me animaron a que lo hiciera y, la verdad, me arrepiento una barbaridad.
—Tranquila.
—No, en serio, Sakura. Aunque viva en este lugar, mis costumbres son otras, y lo que ocurrió anoche es algo que nunca tendría que haber ocurrido.
Debería haber parado a Sasuke. Él te tiene a ti, y no debió de ser plato de gusto ver lo atento que estuvo conmigo delante de todos.
Asiento. La verdad es que no fue fácil. Pienso en Sasuke; sin duda para él la situación de anoche también debió de ser complicada y, dispuesta a que al menos él se reencuentre con el amor de su vida, murmuro:
—Oye, quizá no entiendas lo que voy a decirte y pienses que me faltan doscientos tornillos en la cabeza, pero es que, si no te lo digo, si no lo hablo contigo, reviento.
—Dilo entonces —veo que murmura ella con gesto asustado.
Intento ordenar mis ideas.
Intento que lo que voy a decir sea algo lógico y coherente y, cuando veo que, por mucho que lo pienso, de lógico no tiene nada, finalmente suelto:
—Creo que él sigue enamorado de ti, y algo me dice que tú también sientes algo por él, ¿verdad?
Karin no responde. Se calla. Se pone roja, ¡mira..., como su prima! Y, al ver el apuro que está pasando, me olvido de mis tontos sentimientos y prosigo:
—Yo estoy enamorada de Sasuke..., de Sasuke. Intentamos que lo nuestro funcione —miento—, pero somos tan diferentes que tengo muy claro que nunca va a funcionar porque él aún siente algo por ti.
—Oh, por Dios, Sakura, no digas eso. Sasuke...
—Déjame terminar, por favor. Él y yo tenemos muy claro que ni yo soy de su propiedad, ni él es de la mía y precisamente porque le tengo aprecio y quiero que sea feliz, creo que lo más sensato sería que regresara contigo.
La pobre parpadea. Creo que alucina con lo que está oyendo.
—Pero... pero..., ¿qué me estás pidiendo? ¿Qué quieres decir?
Madre..., madre..., lo que me está costando hacer esto.
—Te estoy pidiendo algo absurdo, lo sé —murmuro, consciente de ello—. Pero no soy tonta, tengo ojos y veo cómo él te observa y cómo te sigue con la mirada cada vez que nos encontramos contigo y viceversa.
—Ay, Dios mío, Sakura...
—Karin, necesito que ayudes a Sasuke a dar el paso hacia ti. Creo que es un tipo que no lo ha pasado bien por culpa de terceras personas y, si tú eres la mujer de su vida, se merece estar contigo.
Ea..., ¡ya lo he dicho!
Ella me mira boquiabierta. Sin duda no sólo piensa que me faltan doscientos tornillos.
La pobre no sabe qué decir. No entiende que yo, como su novia, le esté pidiendo eso.
—Yo... yo no puedo hacerlo, Sakura —murmura—. Estás tú y...
—Reconquístalo. Hazle saber que estás dispuesta a darle otra oportunidad, y creo que él reaccionará. Sin duda, está loco por ti.
Me está costando una barbaridad decir eso, pero dentro de unas horas desapareceré de aquí, y quiero que Sasuke sea feliz. Karin no sabe qué decir. Sólo me mira, y estoy dándole un trago a mi café cuando murmura:
—Pero eso es cruel.
—¿Por qué es cruel?
—Porque estás tú y...
—No, no sigas —la corto sonriendo —. Si te lo pido es porque quiero lo mejor para él —digo y, mintiendo, añado—: Y sé que yo no soy lo mejor, por mucho que él ahora lo crea. Porque, en cuanto te vea a ti receptiva, se va a dar cuenta de que lo mejor para él eres tú..., créeme.
Karin me mira. Pobrecita, qué desconcierto tiene encima.
—¿Estás segura de que es eso lo que quieres? —murmura finalmente.
—Sí.
—Sasuke me gusta mucho y, si voy a ir a por él, voy a ir a por todas.
—Es lo que tienes que hacer. — Sonrío como puedo.
—De acuerdo —sentencia ella.
Asiento. Acabo de cometer la mayor tontería que sin duda he hecho en mi vida y, levantándome, exclamo tras darle un último sorbo a mi café:
—Uf..., qué tarde es. Tengo que regresar al rancho antes de que Mikoto se preocupe.
Y, sin más, le doy dos rápidos besos, me vuelvo y desaparezco de allí lo más rápido que puedo, mientras las lágrimas corren por mis mejillas y sé que lo que acabo de hacer es lo que ha de ser. Karin y Sasuke han de estar juntos, y allí sobro yo.
Media hora después, y algo más tranquila, continúo caminando por Hudson. Con curiosidad, y sin querer pararme en ningún sitio, me meto por callecitas poco transitadas, cuando de pronto veo a Kurenai aparcando su coche en el lateral de una calle.
¡Ostras, Vaca Sentada!
Rápidamente, me camuflo tras un contenedor de basura. Por allí casi no pasa gente y no quiero que me vea. Sin embargo, me quedo boquiabierta cuando, segundos después, un hombre abre una sucia portezuela de un almacén y sale de él, Kurenai baja del coche y aquél, agarrándola del brazo, la besa de una manera que hace que se me seque hasta el alma.
Pero buenooooooooo, ¡¿con cuántos hombres está liada esa perraca?!
Cuando dan por finalizado el beso, caminan hacia la sucia portezuela, y de pronto soy consciente de que la cojera del tipo me suena de algo. ¿Dónde lo he visto antes?
—Ostras, pero si es Danzo, el padre de Deidara y el gran rival de Tsunade en la venta de caballos —murmuro alucinada—. Pero ¿qué haces tú con Vaca Sentada?
Durante un rato observo cómo se magrean semiescondidos contra la puerta mientras la cabeza me da vueltas.
La muy perraca está liada con Izuna y también con éste y entonces, abriendo los ojos, murmuro:
—No me jorobes que la hija de su madre es la que hace que los caballos enfermen para beneficiar a Danzo...
No quiero creerlo, pero no puedo dejar de pensar en ello así que saco el móvil y les hago una foto.
Instantes después, ambos desaparecen tras la vieja puerta por la que ha salido antes el hombre. Sin dudarlo, y en plan inspectora Gadget, salgo de detrás del contenedor de basura, cruzo la calle y, con cuidado, me subo a unos palés que hay en el suelo hasta llegar a la ventana.
Miro, sin que ellos me vean, y me quedo alucinada al ver a Vaca Sentada contra la pared, con la falda levantada y al otro dale que te pego por detrás.
—Bueno..., bueno..., menuda zorraplona estás tú hecha, amiguita.
Con el móvil, hago un par de fotos más y, sin ganas de seguir mirando el desagradable espectáculo, me bajo de los palés y me escabullo de allí antes de que nadie me vea, mientras pienso si he de enseñarle eso o no a Sasuke.
Un buen rato después, y ya repuesta del bochornoso espectáculo que he presenciado por cotilla, regreso hasta donde he dejado aparcado el coche de Mikoto, saco mi maleta y lo cierro.
Segura de lo que voy a hacer, camino hacia el centro de Hudson y entro en la tienda de bee decidida a comprarle las botitas camperas de color rosa a mi niña.
¡No me voy de aquí sin ellas!
En cuanto me ve aparecer, bee sonríe. Sabe que soy la novia de Sasuke Uchiha y, con cariño, me atiende y me hace un tercer grado mientras observa mi equipaje.
¿Y digo yo que soy curiosa?
Mientras charlamos, me percato de que se me escapa que las botitas rosa son para mi hija. Eso parece sorprenderlo, pero bueno, ¿qué más da, si me voy ya?
Cuando termino de comprar, bee se empeña en cargarlo todo a la cuenta de los Uchiha. Pero me niego, no pienso permitir que lo paguen ellos. Al final me tengo que imponer y el hombre, cabeceando, da su brazo a torcer y acepta mi dinero.
En cuanto consigo hacerlo sonreír de nuevo, le entrego las llaves del coche de Mikoto y le indico que está aparcado al final de la calle. Él me mira sorprendido, pero, sin darle explicaciones, le pido que, por favor, se las devuelva al primer Uchiha que vea.
Con las botitas rosa de mi Gordincesa y varias camisetitas también para ella, me despido de bee, salgo de la tienda y pienso qué hacer. Si sigo en Hudson, seguramente al final alguien me verá, por lo que regreso a la estación. Entonces veo que sale un autocar para Lander, el pueblo de al lado, y que desde allí puedo tomar horas después el mismo que va a Los Ángeles.
Lo cojo sin dudarlo. He de alejarme de los Uchiha.
Cuando, diez minutos después, el vehículo arranca y sale de Hudson, me alegro y al mismo tiempo me entristezco. 
Sin embargo, como no quiero darle más vueltas, me pongo los auriculares y, tras rebuscar en mi móvil, comienza a sonar la canción Con tu voz, de Tarifa Plana, un divertido grupo que conocí junto a Ino en uno de los festivales de Los Ángeles al que la acompañé.
Al llegar a Lander, todo para mí es nuevo y, tras callejear un poco, decido sentarme en una terracita soleada a tomarme un café. Aquí, me siento libre.
Nadie me conoce y nadie sabe que estoy aquí.
Mi móvil tiene cobertura —¡viva!— y dudo si llamar o no a Ino. Hablar con ella me haría bien, pero no quiero preocuparla, y sé que si la llamo lo voy a hacer. Así pues, decido hacerlo cuando llegue a Los Ángeles.
Aburrida, me compro un libro en una librería que hay frente a la terracita y comienzo a leerlo, pero no me concentro. Mi cabeza no deja de dar vueltas alrededor de mi dichoso vaquero.
¿Qué pensará cuando vea que me he marchado?
El tiempo pasa lentamente y me impaciento. Sin duda, Mikoto ya estará preocupada porque no regreso. Eso me inquieta porque imagino que saldrán a buscarme pero, al estar en Lander, me tranquilizo y decido entrar en una cafetería a comer algo.
Cuando entro, todos los presentes me miran como se suele mirar a un extranjero al que nunca has visto; me siento al fondo del local y decido comer algo. No tengo mucha hambre, pero es mejor que coma. Me espera un viaje muy largo hasta Los Ángeles.
De nuevo, vuelvo a sacar el libro, y estoy mirándolo cuando noto que alguien se sienta frente a mí. Al levantar la cabeza, me quedo de piedra en cuanto me encuentro con Sasuke, Obito y Tobirama. Los tres me miran y, antes de que yo diga nada, Sasuke les pide:
—Chicos, ¿podríais dejarnos un momento?
—¿Y perdernos la bronca del siglo? —se mofa Obito.
—Ah, no..., yo me quedo —afirma Tobirama.
Él los mira. Los mira como si fuera a matarlos y, al fin, Tobirama y Obito salen de la cafetería sonriendo.
El silencio entre nosotros es incómodo cuando, finalmente, Sasuke murmura:
—Pensabas marcharte sin decirme nada.
Joderrrr..., no sé qué decir. No esperaba encontrarme con él aquí y, tras tomar aire, respondo:
—No tengo ganas de discutir.
—Yo tampoco.
—No me calientes más de lo que estoy porque soy de las que pierden rápidamente los nervios y...
—Te he dicho que yo tampoco quiero discutir —me corta—. Pero me preocupo por ti.
Oír eso hace que mis defensas se subleven.
—Mira, Sasuke, he pensado que es mejor así. No quiero seguir mintiendo a nadie y tampoco quiero presionarte a ti porque, al final, nos vamos a odiar. Y, oye, deja de hacer el tonto y ve a por Karin, ¡ve a por ella! No lo dudes: la chica es encantadora y hacéis una pareja increíble. Pero disculpa que yo no quiera estar en medio y ser la tercera en discordia.
La camarera llega hasta nosotros, deja una taza delante de Sasuke, se la llena y, cuando ésta se va, él dice:
—Anoche lo hice mal. Soy consciente de ello. El tonteo con Karin estuvo fuera de lugar. Me dejé llevar por el momento y...
—Pero si es que puedes hacerlo — lo corto—. Eres un hombre libre y, si esa chica, que fue tu novia, aún hace que el corazón se te acelere, ¿por qué no vas a hacerlo? El problema aquí soy yo.
Pero ¿no te das cuenta de que estando yo en Hudson, haciéndome pasar por tu novia, se complica todo?
Él sonríe, menea la cabeza y responde:
—Lo creas o no, si tú te marchas, entonces sí se me va a complicar todo.
—No digas tonterías —protesto.
Volvemos a mirarnos. Si él es descarado, yo también lo soy.
—Si te prometo lo que tú me pidas —dice a continuación—, ¿regresarás conmigo al rancho?
Madre..., madre... Si se entera de que he hablado con Karin para que vaya a por él, ¡me mata! Pero no quiero contárselo, y respondo:
—No.
—¿Por qué?
—Porque no.
—¿Sabes, Pelirosa? Un «sí» siempre sabe mejor cuando comienza con un «no».
—Me alegra saberlo, pero sigue siendo no.
—Por favor...
—No.
—Por favor..., por favor...
No me gusta que me suplique. Soy una blandengue ante las súplicas.
—He dicho que no, y no es ¡no! — gruño.
Sasuke me mira, clava sus impactantes ojos en mí, y luego susurra:
—¿Tampoco lo harías por mi madre? Piensa en el disgusto que se va a llevar...
Que mencione a Mikoto me toca el corazón.
—Eso es juego sucio, ¿no crees?
Él asiente.
—Tremendamente sucio —afirma—, pero tú eres una mujer de buen corazón, y por eso lo utilizo.
No sé por qué sonrío al oír eso.
Desde luego, es un bribón.
—¿Cómo me has encontrado? — pregunto.
Mi vaquero da un trago a su café y, cuando deja la taza en la mesa, dice:
—Mi hermano y Tobirama estaban en Hudson y se han encontrado con bee.
Éste le había dado las llaves del coche de mi madre. Te han buscado, te han visto en la estación de autobuses y, mientras Tobirama te vigilaba y te seguía en su camioneta hasta Lander, Obito ha regresado con el coche de mi madre, me ha dicho lo que ocurría y aquí estoy.
—Joder con bee. Es todo un cotilla. —Pero, al hablar de cotillas, recuerdo algo—. Por cierto, he visto a Kurenai y...
—No quiero hablar de ella ahora.
—Pero, escucha..., yo...
Él pone la mano sobre mis labios e insiste:
—Estoy hablando de ti y de mí. Ella no tiene cabida aquí, por favor.
Vale..., si me lo pide por favor con esos ojitos, pospondré la conversación para otro momento. Sasuke sonríe. Su sonrisa, como siempre, me atonta.
—Si no regresas por mí, hazlo por mi madre, por Hideki, por Izumi y por Kohana. Si por mi culpa no estás en el concierto de las Fifth Harmony, ni en la boda, no me lo van a perdonar.
Niego con la cabeza. No quiero seguir con ese juego. Entonces, Sasuke se levanta, se sienta a mi lado y murmura:
—Te lo pido por favor. Prometo ser el novio más amable, atento y cariñoso que nadie haya tenido nunca en el mundo.
Eso me hace soltar una carcajada; creo que, tras mi conversación con Karin, el pobre lo va a tener difícil. 
Sin duda se está empleando a tope y, finalmente, rendida a sus encantos como me ocurre siempre, digo:
—Tampoco te pases, que ya sabes que me van los rubios.
—Vamos. Regresa conmigo — insiste él.
Cinco minutos después, salimos de la cafetería. Soy una idiota. Soy una blandengue, y me he dejado convencer.
Tobirama y Obito, que nos esperan junto a los coches, sonríen al vernos.
—Chica lista —murmura Tobirama dándome un abrazo—. Me alegra que regreses con nosotros.
Lista, lo que se dice lista, no sé si soy, o soy lo más tonto que ha parido mi madre, pero sonrío, me monto en el coche con Sasuke y regresamos al rancho seguidos por los otros dos.

Oye Pelirosa , que me ves? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora