Capítulo 89: Un dragón solitario (parte dos)

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—¡Eso dolió! —se quejó el hombre.

—¡Tu tienes la culpa! —regañó la joven —. Si no fueras tan brusco no lo habría hecho. Mira al pobre, está temblando de miedo.

El pequeño dragón volteaba en todas direcciones buscando la manera de escapar, estaba rodeado y no sabía que le esperaba. Uno de los adultos lo tomó por la espalda y lo sujetó con fuerza para evitar que huyera. El joven dragón forcejeó para liberarse así que los demás se vieron obligados a intervenir.

—¡Este chiquillo es muy fuerte! —dijo el hombre que lo sujetaba con esfuerzo —. No lo detendré mucho tiempo.

—¡Aquí! —dijo la joven ofreciendo la fruta nuevamente —. Si tienes hambre sólo come.

Confundido y asustado, el joven dragón dejo de resistirse y se fue relajando, tomó la fruta con desconfianza y la mordió mirando a su alrededor.

—Esta desnudo —dijo uno de los ancianos del pueblo —. ¿Se habrá escapado? ¿Sus padres estarán cerca?

—Veo que estabas hambriento —señaló la joven —. ¿Cuál es tu nombre?

—No tiene caso —se quejó el hombre —. Es muy pequeño, no creo que te entienda.

Mantuvieron al niño vigilado un momento y le colocaron un poco de ropa mientras seguía comiendo lo que le ofrecían. Era extraño para ellos ver a un niño tan pequeño deambular solo por la jungla. Aunque tenía pequeñas cicatrices y estaba todo sucio, no parecía tener daño alguno, el verdadero problema llegó cuando revisaron a detalle al chico. Aquella que lo inspeccionaba, una mujer de edad un poco avanzada y cabello largo chilló de miedo y luego empujó al joven dragón rápidamente.

—¿Qué ocurre? —preguntó un anciano sorprendido por la extraña reacción —. ¿Por qué hizo eso?

—¡S-su oreja! —chilló la mujer —. Tiene la marca. ¡La marca de un bastardo!

—¡¡IMPOSIBLE!! —bramó el anciano —. No ha habido un bastardo en siglos.

—¡Pues él la tiene! —afirmó la mujer histérica.

La marca de bastardía era uno de los peores estigmas de Xing, considerado tan despreciable como un vulgar ladrón o un violador inescrupuloso. Cinco puntos hechos con metal caliente detrás de la oreja el primer día de vida de un niño bastardo. Tan sólo esa pequeña marca era más que suficiente para transformar la amabilidad de todos los presentes en repugnancia. El joven dragón miró a su alrededor apenas sintió la hostilidad en el aire.

Una fruta voló desde lejos y reventó contra el pecho del pequeño, rápidamente volteó en todas direcciones buscando a quien la lanzó, pero sólo pudo ver miradas de desprecio que no comprendía del todo.

—¡Largo! —gritaron entre la multitud —. ¡No te queremos aquí!

Los aldeanos se armaron con palos y objetos de labrado para ahuyentar al chico, desde muy atrás llegó una piedra rápidamente, golpeó en la cabeza al pequeño y este cayó al suelo, llevó sus manos a la cabeza y observó su sangre escurrir por su cabeza hasta el suelo. Completamente aterrado y desesperado por huir, el chico hizo lo único que su instinto le indicaba. Un grito de dolor rápidamente se convirtió en un rugido y extendió sus alas para intimidar a los aldeanos.

Las personas presentes no daban crédito a lo que venía, ese niño tan pequeño se había convertido en dragón con mucha facilidad y ahora mostraba sus colmillos contra ellos. Una hacha voló por lo aires y dio en la pata derecha del joven dragón, este bramó y luego lanzó un coletazo contra sus agresores. Saltó a los techos de las casas para alejarse del peligro y avanzó por ellos rumbo a la jungla dónde sabía que estaría seguro. Al pasar sobre una de las casas más viejas del lugar, la estructura no soportó su peso actual y se desplomó, mandando así al dragón al suelo, rodó buscando incorporarse y volteó atrás. La multitud venía tras él muy enojada, sacudió la cabeza y echó a andar a toda velocidad, rápidamente los dejó atrás y se adentró en la seguridad de los árboles.

Fairy Tail: ValhallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora