Prólogo.

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        Algo le sucedía a Elizabeth. Estaba aún mas enojada que lo normal. Nos maltrataba más. Y por maltrato, no hablo de gritos y algún golpe. Era insoportable. Las argollas de metal transpasaban mi piel, haciendo agujeros en ella. El dolor era constante y agudo, pero mi cuerpo estaba acostumbrado. En ellas estaban atados hilos que colgaban del techo. Tenía cuatro, una en cada brazo y antebrazo. Pero este dolor no se comparaba con el que sentía en los momentos que ella clavaba sus agujas en mí.

        Mis manos se aferraban con fuerza a las rejas que nos separaba. Estaba tan cerca pero tan lejos... Me miró con sus ojos azules y brillantes, directo a los mios. Su cabello rubio caía elegantemente hasta un poco debajo de sus hombros. Su larga y fina mano izquierda sostenía un muñeco mientras su mano derecha tenía una aguja y la giraba entre sus dedos. Miró al muñeco pensativa y sus ojos se volvieron a clavar en mí. Mostró su gran sonrisa, blanca y diabólica, y hundió el frío metal en la tela.

        El dolor me hizo retrodecer y alejarme de ella, soltando la reja y posando mis manos sobre mi cabeza. Apreté mis dientes para suprimir un grito. Sabía que si lo debaja salir, el castigo sería peor. Si eso era posible. Lo dudaba. Aún sentía la aguja clavandose en mis sesos, por más que ella la había retirado hacie tiempo. Quería arrodillarme, pero los hilos me lo impedían. De lo contrario, solo lograría arrancarme un pedazo de piel, empeorando mi estado y causandome más dolor.

        Por fin dejó al muñeco sentado en la mesa de caoba. No quería que mis amigos sufrieran, pero Elizabeth había estado causandome dolor por demasiado tiempo sin dejarme descansar. Y de todas maneras, tarde o temprano, tambien les iba a tocar. Dejé colgar mis brazos mientras el dolor pulsante de mi cabeza se calmaba y volvía a recobrar la vista, que el dolor había vuelto borrosa y yo ni siquiera lo había notado. Mi respiración se regularizó un poco, pero las gotas de transpiración seguían escurriendose por los costados de mi cara.

        La miré. Estaba enojada, se nuevo. Siempre lo estaba si no cumplíamos con lo que pedía o si no estabamos lastimados. ¿Pero cómo cuestionar los actos de mi ama y señora? La amaba. Nunca había conocido otra cosa que no sea su amor y su bondad. Mi señora, mi creadora, mi dueña. Era nuestro deber servirle y le habíamos fallado. Su petición era que le traigamos a un hombre, y merecíamos esto por no cumplir sus órdenes. El hombre estaba en la otra parte del mundo, sabía que no lo lograríamos y parecía que lo había hecho a propósito para tener una excusa para usar los muñecos. Sabíamos que lo disfrutaba, pero al fin y al cabo esta era su manera de mostrarnos su amor.

        -¡Él tiene que ser mío sin importar qué! -chilló la rubia, tomando el muñeco con la tela mas oscura y apretandolo en su mano- ¿¡Es que acaso no entendieron cuando les dije que lo trajeran!? No te puse a cargo, Hakyeon, para que vuelvas con las manos vacías....¡Era tu deber que todo salga bien! Son seis inútiles, ¡no sirven para nada! -tomó otra aguja más grande de la que había usado conmigo-¿Por qué siempre me hacen actuar como la mala?

        Su voz era irónicam con una falsa modestia. Miró al líder y enterró la aguja en el brazo del muñeco, haciendo que Hakyeon se retuerza en el sillón lo poco que podía a casua de los hilos atados en sus brazos, causando que su circulación se corte. Sinceramente, no sabía qué era peor, las argollas o los hilos. Ella continuó hasta que la sangre cayó por el brazo de el chico, goteando por sus dedos.

        Todos jadeabamos mirando con horror a nuestro líder y amigo, queriendo hacer algo para mejorar su estado, pero sin poder hacer nada. Cuando Elizabeth decidió que era suficiente, retiró la aguja y devolvió ambos objetos a su lugar anterior. Caminó por la habitación circular mirando a cada uno de nosotros a los ojos con enojo y decepción. Y eso era la peor tortura. Podía aguantar cualquier trato físico, pero ¿saber que ella estaba decepcionada de mi? Oh, eso era el peor dolor que podía sentir.

        Se detuvo junto a la escalera para subir al piso de arriba, que estaba junto a la caja de vidrio de Hongbin, que se arrastró hasta ella con desesperación, y puso su mano sobre el vidrio. Ella lo miró con...¿lástima?, y apoyó su mano sobre la de él, aunque no podían sentirlas por culpa del vidrio.

        -Me decepcionaste mucho, mi amor.

        Una ola de celos me invadió y me retorcí apoyando mis manos otra vez en la reja, con la poca energía que me quedaba. Ella me echó un último vistazo antes de subir las escaleras y cerrar la puerta al sótano. Miré al rededor. Hakyeon estaba sentado en el sillón con su mano sobre el agujero que la chica había creado, llorando de dolor. Pude imaginarme lo que sentía. Todos estaban agotados, sufriendo por sus heridas. Hongbin estaba sentado en su caja con la mirada perdida y las manos enterradas en su cabello.

        Después de un rato, comenzó a hacer un calor insoportable y el humo llenó de a poco la habitación haciendonos toser descontroladamente.

Everything will come true [Vixx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora