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Sentada en su cama, Astrid mecía a la pequeña niña mientras tarareaba una dulce melodía. Tomo la manito de la bebe, que yacía dormida entre sus brazos, y se la quito de la boquita, ya que la pequeña se estaba chupando el dedo antes de dormir.

Había tenido un ataque de pánico en casa de los hermanos Thorston, las últimas palabras de su marido la asustaron más que otra cosa. No importaba si era abuelo de Hipo, si ese maldito hombre se atrevía a ponerle un dedo encima a su hija, lo mataba.

Al castaño le había costado mucho calmarla y fue peor para poder sacarla de la casa. Ya que no quería encontrarse con ese hombre.

Hipo entro en la habitación y lo primero que hizo fue dirigirse a donde estaban su esposa e hija. Quiso acariciar la carita de la niña, pero al acercarse Astrid la aparto y se giro dándole la espalda.

-Dioses Astrid ¿Vas a seguir enojada? ¿Qué culpa tengo yo?

-Debiste decírmelo.

-¿Cómo te lo diría si me entere prácticamente 20 minutos antes de que mi abuelo llegara?

-Pero pudiste hablarme de él antes y sus... malditos ideales.

Hipo suspiro y se sentó en la cama junto a su lady, y la tomo de la barbilla, obligándola a verlo. –Lo sé ¿Si? Tienes razón, pude habértelo dicho. Solo... se me olvido. Podría decirse que estaba tan inmerso en mi felicidad que se me pasó por alto mi abuelo. Perdóname, pero tú ya me conoces my lady.

La chica froto su mejilla contra la mano de su marido, y este comenzó a acariciarla con el pulgar. Le acaricio los labios y le dio un suave beso en estos, para luego unir sus frentes y cerrar los ojos.

-Nada malo pasara Astrid. Nuestro único dilema es ver la forma de decirle a mi abuelo la verdad.

-¿Cómo crees que reaccione?

-No quiero asustarte my lady, pero... estoy 100% seguro de que no se lo tomara nada bien- Astrid suspiro con angustia, volvió a cerrar los ojos, apego su frente aun más a la de su marido y estrecho al bebe en sus brazos. –Oye tranquila- Susurro Hipo tomando su barbilla –Mi abuelo solo es un viejo amargado ¿Qué nos importa a nosotros su opinión?

La rubia le regalo una sincera sonrisa. Hipo tenía razón ¿Qué debía importarles la opinión de un viejo amargado? ¿Qué podía hacer el hombre? Como mucho un berrinche y oponerse a verla como su nieta. Y aunque eso le doliera, su hija no necesitaba de un amargado bisabuelo, cuando ya tenía tíos, abuelos, padres que la amaban y además Berk entero la adoraba.

Astrid junto sus labios con los de Hipo en tiernos besos que el castaño respondió gustoso. Pronto sus manos se juntaron mientras acariciaban la suave piel de la cabecita de la niña. Hipo llevo su mano a la mejilla de Astrid, acariciándola también y transmitiéndole seguridad.

Se separaron con un suspiro, los ojos aun cerrados y unieron sus frentes, con el cosquilleo en sus labios producto del largo y cariñoso beso. Hipo abrió sus ojos al escuchar la risa de su lady.

-¿Qué?

-¿Qué tienes tu?- Pregunto ella en tono de gracia.

-No tienes idea de lo mucho que adoro tus besos. Ni de lo que me provocan.

-Si lo sé- Respondió ella y se inclino dejándole un pequeño beso en los labios. –Sé que te desarman-Volvieron a besarse disfrutando de su cercanía.

La pequeña se removió en brazos de su madre, haciendo que se separaran. Astrid la acuno entre sus brazos y se la pasó con cuidado al joven castaño. Este la tomo con prudencia y volvió a lanzarla en el aire, para luego atraparla, como hizo cuando estaban en el pueblo. De nuevo frente a la atónita y preocupada mirada de la joven madre, que sentía que se le saldría el corazón en cualquier momento.

Cuando Hipo dejo de lanzarla, la abrazo y le dio un beso en el cuellito, mientras que Astrid solo soltó todo el aire que había estado conteniendo.

-Dioses, ya te he dicho que no me gusta que hagas eso.

-Eres una amargada my lady.

-Y tu un descuidado.

-Astrid, ella se divierte.

-Hasta el día en que se te caiga.

-Eso no pasara.

-Eso no lo sabes.

-Y tu tampoco.

-Ay, a veces en verdad eres un idiota-Le quito a la niña de los brazos y empezó a arrullarla para que volviera a dormir, lo cual no tardo mucho.

La chica dejo a la niña en la cuna que estaba a un lado de la cama y la tapó.

-Bien ¿Qué planeas?- Pregunto ella.

-¿Panear con qué?

-Para decirle a tu abuelo.

Hipo se tiro en la cama y se tapó los ojos con un brazo. –Lo estoy pensando

-Pues piensa rápido. Porque estoy segura que mañana mismo querrá conocerla.

-Thor... lo sé. Yo... hablare con mi padre y planearemos algo.

-¿Y yo que hago?

-Tu... emmm deberás quedarte en casa- Hablo pausadamente –Hasta que yo venga por ti.

-Dioses- mascullo –Bien...

Por Thor, definitivamente el día que les esperaba seria largo...

(&-&-&-&)

-Entonces... ¿Tu me ayudaras?- Pregunto el castaño a su padre. Ambos estaban sentados en los sillones de la nueva casa del jefe, ya que la otra la dejo para su hijo, su nuera y nieta. Hipo le pedía por favor ayudarlo a darle la noticia a su abuelo.

-Bien...

-¿Bien...?

-Te ayudare hijo. Aunque ambos sabemos que tu plan es que yo le diga.

-Yo estaré a tu lado, no te dejare solo.

-¿Y qué planeas?

-Si todo sale bien, se indignara tanto que se irá antes de conocerla.

-Hipo... Bien sabes que sigue siendo tu abuelo.

-Un abuelo con pésimos ideales machistas y de control sobre la mujer. Y que odiara a mi hija antes de conocerla. Oh y se me olvido decir que ME ODIABA de niño.

-Hipo, tu abuelo no te odiaba.

-Tú no lo viviste.

-Hipo... él solo es... exigente. Te entiendo hijo, yo antes también pensaba que tal vez mi padre no me quería, pero con el tiempo aprendí que él solo... es así. Y déjame decirte que noto que él te quiere mucho. Incluso más que a mí o cualquier otra persona.

-Siempre que venía de visita cuando yo era niño lo único que me daba era un caramelo, que le compraba a gitanos, por intercambiar un mísero doblón de cobre. Y después se quejaba, ¡en mi cara! Y me hacía sentir mal.

Estoico se río un poco -¿Y eso te parece poco? A mí no me traía nada. Como mucho me daba sus olorosos calcetines para que se los lavara en la laguna.

Hipo se rio un poco por las anécdotas de su padre, contagiando al adulto su risa.

-Se lo que te digo hijo. Tu abuelo te quiere, a su manera, pero te quiere. ¿Te imaginas si quiera lo que le debió costar darles esa moneda a los gitanos? ¡Gitanos hijo!, y tú sabes cómo es él.

-Lo racista, orgulloso, tacaño, cascarrabias...

-Y se lo trago todo, solo por un mísero caramelo para su nieto.

Hipo sonrió, su padre tenía un punto. –Al menos los caramelos eran ricos.

-¿Ves lo que te digo?

Asintió un par de veces con la cabeza, mientras volvía a sumirse en sus pensamientos –Ojala mostrara ese amor con mi hija.

Todo por amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora