Era de noche en Berk, Astrid más que feliz, faltando solo un día para que el viejo se fuera de su casa. Pasaba esa noche y a la mañana siguiente su vida volvería a ser la misma. Claro que como el hombre no había mostrado ninguna mejora con su opinión de la niña, ella tendría que darle una paliza a Hipo. Pero por lo menos se libraba del viejo.
Ella caminaba con una sonrisa de oreja a oreja por Berk y la niña en brazos. Se supone que debía verse con Hipo en un rato para arreglar un tema de la silla de Tormenta, que se había roto y no se sujetaba bien al cuerpo de la Nadder.
-Muchcacha- Astrid se dio la vuelta encontrándose con Eskol allí, ¿Qué se le habría perdido al hombre ahora que era culpa suya?
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Hipo sobrevolaba los bosques de Berk buscando las ovejas del silencioso Sven, al parecer se habían escapado de su corral causa de una broma de los gemelos. Junto a él tenía a Tormenta, la dragona de Astrid. Tal vez el problema con la montura no le permitiera volar a ella, pero como los Nadders eran excelentes rastreadores, se la pidió prestada para ayudarlo a terminar más rápido el trabajo.
Y sí, lo estaba ayudando demasiado, ya tan solo le faltaban tres ovejas y podría reunirse con la chica a trabajar el problema de la montura.
Tormenta se dirigió en picada al suelo, sacándolo de sus pensamientos, luego volvió con una oveja entre sus patas.
-Perfecto Tormenta. Ve a dejarla a la granja- La dragona gorgoteo para luego dirigirse al lugar indicado. –Vamos amigo, solo faltan dos.
-¡Hipo!- El nombrado se dio la vuelta encontrándose con Patapez montado sobre Gordontua.
-¿Qué sucede?
-Necesito tu ayuda. La otra vez acordamos arreglar el inventario de los terribles terrores para el correo aéreo ¿Recuerdas? Pero con tu... drama familiar, pues... no se pudo.
-Sí lo sé, ¿Es demasiado urgente Patapez?
-Pues... para empezar, dejar a los gemelos a cargo del entrenamiento de los Terribles terrores no fue gran idea. Algunos, por no decir la mayoría, hacen bromas en lugar de entregar el correo o tardan demasiado en llegar.
-Si... ni me lo digas- Menciono recordando la tardía carta de su padre informándole de la decisión de su abuelo sobre vivir con ellos. –Bien... ahora me faltan encontrar solo dos ovejas más y termino. ¿Esto no puede esperar a mañana? Le prometí a Astrid arreglar la silla de Tormenta al terminar.
-Podría esperar, pero los vikingos andan muy enojados con este tema. Ya sabes con las bromas y eso, además algunas de las cartas son llevadas a Brutacio y Brutilda, ellos las leen disque para enterarse del drama de las vidas de los vikingos.
-Dioses, bien... solo espero que Astrid no se enoje tanto como para tener otro motivo para matarme- Susurro al final, más para sí mismo que para su compañero.
-Pero si quieres te puedo ayudar Hipo, además solo faltan dos ovejas.
-Gracias Patapez, vamos.
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-¿Qué quiere?- Pregunto despectivamente Astrid.
-Vine a dejarte las cosas claras antes de irme.
-¿Las cosas claras? Creo que entre usted y yo todo está claro.
-Escúchame, primero que nada vine a decirte que no me importa de qué linaje desciendas, tengo claro que los Bog-Burglar eran una tribu formidable, pero tu niña no me agradas en lo más mínimo como esposa de mi nieto.