9. Salidas

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Aquello no parecía tener mucho sentido. Los días pasaban y el supuesto Garayo, un asesino del siglo XIX, que debía haber sido ajusticiado en 1881, había interceptado un avión para pasarse unos días de 1936 en un burdel de mala muerte. No hacía otra cosa, salvo volver al hotel a dormir un poco. Nadie se había puesto en contacto con él, ni le había dejado mensajes en la recepción del hotel o pasado notas bajo la puerta. En el lupanar tampoco había contactado con nadie más de lo necesario para saciar sus vicios. Sí sabían que, al menos, había alguien más implicado, alguien que se hacía llamar "el de negro" y que le había dejado un sobre con dinero a Garayo, pero las descripciones del recepcionista fueron tan vagas que ni Velázquez fue capaz de realizar un retrato robot fiable, podría ser cualquiera, cualquiera vestido íntegramente de negro.

¿Era realmente el sacamantecas de Vitoria? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Qué interés tenía si no era atentar contra Franco o evitar de algún modo que participara en la guerra? ¿Cómo es que había sido tan poco sutil? ¿Es que desconocía de la existencia del Ministerio del Tiempo? ¿Realmente iba a intentar cambiar la historia? ¿Quién era "el de negro", aparte del evidente cerebro? ¿Había alguien más? Demasiadas dudas o inconsistencias en un plan que no parecía tener mucho sentido y que, sin embargo, acaparaba toda la atención del Ministerio. No sólo el despliegue de agentes, que al final había sido mayor al que Ernesto y Lola habían planificado, por la insistencia de Marrero que llamó directamente a Salvador. En 2018 también trabajaban en el rompecabezas que planteaba Garayo.

No había demasiado tiempo para pararse a pensar. El jueves 16, todos los ojos estaban puestos en Balmes, Luego había que asegurar la llegada secreta de Franco a Gran Canaria, el funeral del viernes, la madrugada del sábado donde las dudas rondarían al futuro caudillo y a algún agente del Ministerio. Todo discurrió como debía discurrir. Desde el piso de Marrero Ernesto y Lola recibían sucesivos mensajes de confirmación de que todo estaba bien y reasignaban nuevos puntos de vigilancia a los agentes, o los mandaban de vuelta a 2018 si ya no iban a ser necesarios. Alonso y Pacino se encargaron del último seguimiento a Garayo quien, de intentar algo, debería hacerlo antes de que el Dragon Rapide despegara de Gran Canaria. En el aeródromo, Marrero se aseguraba solo de que todo anduviera bien. Había usado a alguno de los mecánicos para vigilar y asegurarse de que todo estuviese a punto para ese vuelo, sin tener que darles mucha más información.

El sábado a media mañana, finalmente, Garayo se puso en marcha. Robó una bicicleta y comenzó a callejear. Seguirlo en coche sin levantar sospecha iba a ser complicado. El cabrón no era tonto del todo. Como fuera, intentaron no perderlo de vista hasta asegurarse de que iba en dirección del aeródromo. Por fin algo con cierto sentido dentro de lo que parecía un plan descabellado, condenado al fracaso incluso sin que los agentes del Ministerio estuvieran presentes. Que lo estaban. Ernesto insistió en que le dejaran hacer mientras no fuera un peligro, tal vez pudieran descubrir por fin con quién más trataban, tenían que esperar hasta el último momento.

Garayo encontró vía libre para colarse dentro de hangar donde esperaba el Dragon Rapide. No sospechó de su buena suerte. Buscó un lugar donde esconderse y sacó un revólver del bolsillo de la chaqueta. Parecían claras sus intenciones. No había tiempo para esperar mucho más. En veinte minutos Franco entraría y sería un blanco fácil. Ernesto dio la orden, había que atraparlo vivo antes de que el general se diera cuenta del peligro que corría, no podían arriesgarse a que cambiara de idea y cancelara el vuelo motu proprio.

Fue bastante rápido. Pacino y Ernesto aparecieron por detrás y lo pillaron desprevenido. Aun así Garayo no se dio por vencido fácilmente y no levantó los brazos, es más intentó girarse rápidamente e intentar disparar, pero algo pareció extrañarle y le hizo dudar un segundo, lo justo para que Alonso lo abatiera con el rifle de francotirador.

Salvo este incidente todo siguió su curso normal, como Marrero confirmaría. La entrada de Franco y sus acompañantes, la subida al avión, el despegue. Nada fuera de la rutina de todos los sábados. Al final todo había sido bastante sencillo, demasiado sencillo. El vuelo siguió el plan previsto y el domingo Franco salió de Casablanca con destino a Tetuán. No había indicios que indicaran que algo más pudiera pasar. Además, debían volver antes de que el bucle de la puerta se reiniciara.

Tiempo de alzamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora