Oscar Emboaba: No todas las lluvias son malas

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La temporada de lluvias en Londres había empeorado en los últimos días y los aeropuertos estaban abarrotados de personas por todos lados.

Oscar llevaba más de cinco horas tratando de conseguir un cambio de boleto para su vuelo a Brasil que se había cancelado.  Estaba hambriento y cansado, lo único que deseaba era estar arriba del avión camino a casa.

Buscó una banca desocupada en la cual sentarse y poner su equipaje, seguramente pasaría más tiempo ahí y al menos dormiría un poco.

Las personas pasaban y lo miraban sorprendidos. ¿Qué tenía de malo? Que fuera un futbolista “famoso” no le quitaba lo humano y el sueño que en esos momentos tenía.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero sintió un flashazo en su cara que lo hizo despertar. Abrió sus ojos de golpe, pero la luz del lugar hizo que sus ojos se cerraran automáticamente.

–Seguramente si subo esta fotografía a Twitter tendré cientos de re-tweets –Una chica con un extraño acento estaba frente a él escribiendo algo en su teléfono.

Oscar frunció el ceño. –Oye estoy despierto.

–Hace unos momentos no lo estabas –La chica sonrió y mostró su blanca dentadura.

–No es gracioso –Cruzó los brazos–. Bórrala –Oscar pidió.

–No. No es mi culpa que estuvieras dormido.

–Da igual –Respondió.

La chica se sentó a su lado y le tendió la mano para saludarlo. –Me llamo Nathalia.

–Ah –Oscar la ignoró y comenzó a mirar a su alrededor.

–Bueno, si no quieres no me respondas –Quitó la mano y le dio la espalda–. En la televisión no te ves tan amargado.

–Porque en la televisión no llevo esperando horas enteras para tomar un avión –Respondió con indiferencia.

–¿Sabes? No deberías tratar tan mal a tus fans solamente por tu cansancio y desesperación.

Auch. La chica tenía razón, no debía comportarse mal solamente porque no andaba de buen humor. Pero es que le estaba resultando difícil mantener la calma en ese aeropuerto repleto de gente.

–Lo siento –Suspiró–. No debí desquiciarme por nada –Ahora fue él quien le tendió la mano.

–Un gusto, Oscar –La tomó y sonrió–. Nuevamente, soy Nathalia y también tengo más o menos seis horas aquí –Rio burlonamente.

–Vaya, estamos en la misma situación –Colocó sus manos sobre su estómago que pedía comida a gritos.

–Toma.

Nathalia le pasó un paquete de galletas de avena y las arrebató de inmediato a pesar de que odiaba ese tipo de alimentos, pero moría de hambre y no podía darse el lujo de rechazarlas.

–Gracias –Metió una galleta entera a su boca.

–Sí que te tienes hambre.

–Demasiada –Devoró otra galleta por completo.

Oscar comió las galletas restantes del paquete. Le supieron a gloria después de pasar horas sin probar bocado alguno. Finalmente se sentía mejor sin el vacío abrumador en su estómago.

–A ver si ya se te quita el mal humor –Dijo sarcásticamente.

–Ya se me había quitado –Frunció el ceño.

–Uy, lo siento.

–¿A dónde te diriges? –Oscar ignoró su comentario anterior.

–A Paraguay, ¿y tú? –Sonrió.

–Brasil. Pasaré unos días con mi familia.

–Mira, que coincidencia. Yo haré lo mismo, pero en Paraguay.

–¿Vives aquí? –Oscar pensaba que sería una turista más del país.

–Sí. Conseguí un intercambio de universidad hace año y medio.

–Interesante.

–Más de lo que crees. Es una aventura estar en este lugar –Respondió.

¿Más aventura que la de él? No podía ser.

–Aventura la mía. A veces juego dos veces por semana, entreno todos los días desde la madrugada y en ocasiones recibo abucheos –Hizo una expresión  de inconformidad y cruzó sus brazos.

–El precio de cumplir los sueños es ese, mi estimado. No eres el único que recibe ese tipo de tratos. En ocasiones cubro dos turnos y no llego a tiempo a las clases de la escuela o simplemente no me presento, preparo platillos para más de 70 niños una vez al día y no recibo una paga exagerada como tú. Sin embargo no me molesta en lo absoluto –Se encogió de hombros–. Todo sea porque mis pequeños estén atendidos adecuadamente mientras reciben su quimioterapia.

<<Como siempre, Oscar, quejándote sin conocer la vida de los demás>> Pensó para su interior.

–Cuéntame más acerca de lo que haces. Eso sí que es realmente algo más que una aventura –Dijo expresando su interés por las actividades que ella hacía.

Ambos se dedicaron a platicar por un buen rato hasta que fueron llamados a las ventanillas para avisarles que sus respectivos vuelos habían sido reanudados y podrían salir en a más tardar dos horas.

Se dieron una última mirada y se despidieron. Oscar registró sus maletas y guardó el ticket de reclamo.

Subió al avión y colocó sus audífonos. Sería un viaje largo y la música haría menos pesado el trayecto. Cerró sus ojos pero sintió un toque en su hombro que lo hizo abrirlos.

–Vaya, parece que seremos compañeros de vuelo por las próximas 15 horas –Oscar tenía a Nathalia frente a él, y curiosamente estaba hablando en portugués.

–¿Qué haces aquí? –Dijo son sorpresa y a la vez confusión.

–Este es mi vuelo –Respondió despreocupadamente.

¿Su vuelo? ¿Se habría equivocado él o ella?

–¿Qué no ibas a Paraguay? –Preguntó buscando una respuesta inmediata.

–Mentí –Se sentó a su lado y abrochó el cinturón de seguridad.

–¿Mentiste? –Alzó una ceja.

–Sí. Todo este tiempo me he dirigido a Brasil, como tú. –Le guiñó el ojo y sacó una revista de su bolsa para leer.

Oscar solamente sonrió. Bueno, a final de cuentas no todas las lluvias eran malas. Esperar un montón de horas en ese aeropuerto al menos le había traído la fortuna de conocer a Nathalia. 

Entre canchas y amores - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora