Capítulo 42: "Roro"

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A la mañana siguiente – Ultimo día en Los Ángeles

Al igual que en la mañana anterior, Irene se despertó por el enorme bulto que la apoyaba desde atrás.

–¡Oh Dios! No ese estúpido inflable de nuevo –Irene cerró los ojos bien fuerte tratando de dormirse de nuevo.

Demasiado tiempo de su sueño le había costado lograr que Yeji dejara de sufrir por esa estúpida ballena y aún más esfuerzo le había costado evitar que Seulgi cediera ante los encantos de la pelinegrita y fuera a esas horas de la noche a comprarle un remplazo de su tan estimada compañera, para que ahora ese estúpido juguete la despertara de nuevo.

–¡No llena, no! –agitó su brazo hacia atrás tratando de golpear a la cosa que la acosaba y sacársela de encima, pero el bulto se apretaba aún más a ella y como si fuera posible, Irene pensaba que se agigantaba. Trató de no darle demasiada importancia y apretó aún más los ojos rogando que el sueño le volviera, aun así no fue suficiente, la castaña ya estaba despierta – ¡Ufff! –quejosa le dio un golpe a su almohada. Tenía demasiado sueño, las horas que había pasado tratando de consolar a su hija le estaban pasando factura –. Ballena de mierda –se quejó – ¿Por qué carajo se tuvo que perder en medio del estúpido mar con gusto a...? ¡Un momento! –Irene abrió los ojos rápidamente, había caído en la cuenta que la ballena no podía estar en la cama junto a ella.

Tiró su mano hacia atrás rápidamente y a diferencia de la mañana anterior, sus dedos tocaron una suave y blanda superficie.

–¿Llena? –se estaba mimetizando con su hija. Subió su mano un poco más y agarró la nariz de una cabeza que se agitaba en negación a su pregunta. Mientras tanto algo crecía en su cola – ¡Por favor, Diosito, que no sea un maldito inflable! –suplicó mirando al cielo mientras con su mano seguía recorriendo la superficie que tenía detrás de ella.

»¿Eres otro animal inflable que la cabeza dura de mi novia compró? –preguntó por las dudas. A penas su pregunta terminó sintió como la misma nariz que había sostenido hace unos segundos, ahora le respiraba cerca del cuello. Sintió el roce de la misma nariz en su oído cuando la cabeza negaba de un lado para el otro.

–¿Eres otra persona que no sea mi novia? –tenía que seguir descartando – ¡Oh Dios! –besos pequeños y húmedos empezaban a llegar sobre su cuello desnudo –. Porque... porque si lo eres, esto está muy mal, muy mal –lo que no estaba nada mal era la humedad que se estaba acumulando en sus piernas por culpa de la insistente erección que la acosaba.

»Nunca... –sentir la voz de Seulgi muy cerca de su oído aumentaba el calor de la habitación –. Nunca... pero nunca... dejaría que alguien más se metiera... se metiera en esta cama contigo –le dijo la pelinegra con su característica voz mañanera para después volver a su tarea de dejar marcas sobre la piel bronceada de Irene.

–Seul... –Irene quería frenar para decirle las habituales advertencias o precauciones que circulaban por su cabeza como "la puerta está abierta" "mis padres están a dos habitaciones" "nuestras hijas pueden entrar en cualquier momento" "la pervertida y alzada de Wendy huele el sexo a doscientos kilómetros" "no quiero darle una mala impresión a mis suegros" "la hermana Ana nos va a poner en penitencia" y alguna que otra cosa más, pero lo que estaba haciendo la lengua de Seulgi, acompañada de sus labios no la dejaba formular palabra alguna – ¡Oh mi Dios! –a la boca ahora se le sumaban las manos de la pelinegra que, sin importarle la barrera del pijama, exploraron las tetas de Irene como si la pelinegra aun no las conociera suficiente –. Amor...

–Shhh –Irene abrió los ojos de inmediato. Esto era nuevo en Seulgi. Nunca antes la pelinegra había hecho callar a Irene. ¡Qué demonios! Nunca antes nadie había hecho callar a Irene.

No soy para ti (SEULRENE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora