Prisionero (adaptación)

XXV: Rosas y caramelos

✨Da el veneno con miel, así no lo notarán y serán felices hasta que sea demasiado tarde..✨

Su mano tembló al firmar los papeles legales de la libertad condicional.

Isaac aferrándose a él en todo momento; no podía siquiera mirarlo a los ojos. En ese momento no sentía nada más que repulsión por el que era su mejor amigo.

En una grisácea oficina, con un hombre de expresión aburrida que le indicaba a Isaac todo el procedimiento a seguir.

El molesto sonido de un viejo y oxidado climatizador a su espalda.

-¿Todo en orden entonces?- Preguntó Isaac.

Stiles simplemente no levantaba sus ojos del suelo.

-Si. Mientras se mantenga alejado de problemas, no lo veremos nuevamente por aquí. El arraigo nacional se revocará dentro de tres meses.

Lahey asintió y le extendió la mano al encargado de los trámites judiciales.

-De acuerdo. Muchas gracias.

Uno de sus brazos se aferraba a Stiles, al chico de facciones filosas que parecía, iba a
desmayarse en cualquier momento.

Marchito. 

Vulnerable.

Roto.

Sucio.

Enamorado.

De Derek;

siempre suyo.

Escondiendo celosamente el tatuaje de su dedo anular del mundo.

Parpadeando con lentitud.

-Vamos, Amigo-. Se dejó arrastrar por Isaac hasta la entrada de North Collan.

Como un perdedor, sin nada en sus manos además de la historia tatuada en su cuerpo, con tinta y cardenales de besos.

Escuchando algunos gritos y vociferaciones a sus espaldas a medida que se alejaba.

Las bestias de Derek, los súbditos del emperador.

Sonrió.

Su historia no moriría, había quedado plasmada en aquellas paredes de concreto y barrotes oxidados.

Había testigos, hombres caídos sin alma que atestiguarían en el más allá como el emperador del leviatán cayó por un simple prisionero.

Como ese prisionero le entregó todo, hasta el tuétano de sus huesos.

Y ahí estaba, fingiendo que comprendía el movimiento de los labios de su amigo quien al parecer intentaba decirle algo. Pero nadie podría condenarlo por ello, no era su culpa.

Un amor tan dulce, tan intenso.

Lo hacía curvar sus labios en una sutil sonrisa de solo recordar la forma en que Derek lo veía cada vez que terminaban de follar, con tanta devoción y miedo...