Ep. 26

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      Comía el desayuno mientras leía el periódico que habían mandado esa mañana. Secuestros, matanzas, ¡El tiempo se volvía tan espeluznante!
   Sacudió la cabeza e hizo a un lado la pila de papeles.
   —La comida sabe un poco extraño teniendo la hoja de mandrágora en la boca—Refunfuñó Ron, ya que no saboreaba para nada el juego de uvas.
   —Te acostumbraras, yo ya lo hice—Contestó Hermione y volteó a mirar a su amiga, quien comía silenciosamente—Por cierto, Harry nos contó que aceptaste entrar al equipo de Quidditch.
   —Si—Sonrió y tapó un poco su boca—La verdad estoy nerviosa, pero es emocionante.
   —¿Qué puesto ocuparás?—Preguntó Ron. Quien pensaba que aparte de Ginny, era genial tener a alguien cercano dentro del equipo.
   —Será la buscadora—Harry llegó a la mesa y estampó otro rollo de periódico, llamando la atención de Hermione sobre el titular.
   —¿Buscadora? ¿Estas seguro Harry?—Peverell tapó su boca. Era un puesto algo demasiado crucial.
   —Antes de las vacaciones te vi competir con Draco. Talento y suerte te sobra.
   No podía creerlo.
   ¡¿Una buscadora?!
   ¡Ahhhh!
   Solo sonrió y asintió con emoción.
   —¡Chicos! ¡Chicos! ¡Chicos! ¡Tienen que ver esto!—Gritó uno de los chicos de Gryffindor acercándose a la bola de amigos y extendió un pergamino blanco frente a ellos.
   Hermione fue la primera en empezar y terminar de leer.
   —¿Concurso de bandas?
   —Jamás han hecho un evento de esos en Hogwarts—Dijo Harry, mirando las letras pequeñas del anuncio.
   —Además la música no es el fuerte de una escuela de magia.
   —Pero incluso hay un Coro de Sapos, un concurso de bandas… No podría ser tan extraño—Hermione miró el cartel con curiosidad. Les recordaba a sus escuelas muggles anteriores, donde esto se veía cada año.
   Peverell tenía curiosidad. ¿Formar una banda musical? ¡Sonaba interesante!
   —Miren el premio—Dijo alguien, señalando la parte más baja.
   —¡¿Doscientos puntos?!
   Se escuchó a alguien ahogarse repentinamente.
   —Eso es demasiado. Nadie podría dar tantos puntos en un simple concierto—Opinó la rizada, mirando con atención el premio.
   —Por esa razón dan a entender la importancia de el concurso, ¿No?—Respondió _________—Para que sea mas emocionante.
   —Si, ella tiene razón.
   —¿Deberíamos unirnos?
   Los chicos seguían conversando, ¿Quiénes se apuntarían? ¿Qué instrumentos tocarían?
   ¡Todos querían doscientos puntos para sus casas!
   ¿Qué casa se llevaría la dicha?
   ¿Slytherin? ¿Ravenclaw? ¿Gryffindor? ¿Hufflepuff?
   La verdad es que tampoco sabía la utilidad de ganar copa al final del año, pero si que parecía divertido competir uno contra los otros.
   Últimamente el tiempo estaba genial y casi nadie se acordaba de la llegada del señor tenebroso. Era un buena época de convivencia.

      El día empezaba a aclararse y el viento poco a poco cesaba. El frío era presente pero ya no como antes.
   Y aún en el pecho dolía ese vacío.
   ¿Qué se supone que haga?
   Papá… Mamá… Su familia.
   Jamás se había sentido tan sola en tanto tiempo, y no quería dejar de lado a sus actuales amigos, pero de verdad sentía que tenía las manos vacías, y enfrentarse a un enemigo del cual no sabía absolutamente nada, la asustaba.
   Tenía miedo de perder. De perderse en sí misma, de no poder considerarse una excelente bruja.
   De ser así, podría significar para ella… No saber controlar la magia interior y no ser digna de ello.
   La única pista que tenía por el momento era la pista de la anciana y los detalles que le marcó su padre. No eran suficientes. Los riesgos eran ciegos.
   Repentinamente sólo fue enviada a esa época del tiempo. Nunca pensó que aquella caricia de su madre por la mañana para desearles suerte en su batalla… Sería la última.
   Extrañaba poder recostarse en su regazo y mirar la fogata, escucharla contar historias y cantar canciones, sentir sus manos trenzar su cabello y ver sus azulados ojos.
   Fue interrumpida de sus pensamientos cuando sintió una suave caricia sobre su brazo.
   —Oh, Félix.
   Él le dedico una súper tierna sonrisa de niño pequeño.
   —Buenos días.
   —Buenos días, ¿Qué te trae por aquí?—Limpió una lágrima que colgaba de uno de sus ojos.
   —Estaba buscándote, quiero…—Sobó su nuca—Regalarte algo.
   —¿Un regalo? ¿Y que es?
   —Ven, déjame mostrártelo—Le ofreció su brazo elegantemente y se fueron caminando.
   La dirección en la que la conducía parecía ir directo a las gradas de Quidditch cruzando el pequeño bosque.
   ¿Eh? ¿Pero porque irían allí?
   Peverell miró confusa al chico de ojos rojos, quien no decía nada al respecto, pero en su sonrisa se le veía la emoción por llegar. Pues ya quería ver la reacción de ella cuando viese su obsequio.
    Debía admitir que fue muy difícil conseguir uno, pero sabía que lo merecía.
   —¿Mi regalo tiene que ver con algo de Quidditch?
   —Precisamente, me he enterado que… Entraste al equipo.
   —No me digas que…—Tapó su boca, con los ojos bien abiertos. ¿Será eso? ¿De verdad será eso?
   Félix sonrió, dejando notar sus blancos dientes y las pequeñas arrugas tras su sonrisa.
   —Solo espera hasta cuando lleguemos—Susurró, para calmar los nervios y la emoción de ________.
   ¡Pero no podía dejar de pensar en lo que podría ser su regalo!
   Miró a Leroux. Vio su misma emoción reflejada en él.
   Apresuraron el paso y encontraron la entrada al campo casi enseguida, cruzando un árbol.
   No se veía nadie.
   Todo estaba solo.
   Pero eso no importaba en absoluto. Claro estaba por la emoción que ambos sentían por llegar allí y ver la sorpresa que Félix había planeado para ella.
   —¡Ya quiero ver! ¡Ya quiero ver!
   —Adelántate—Extendió su mano señalando el camino frente a él. Mostrando su completa libertad de ir a la captura de su regalo.
   Peverell no lo dudo ni una vez y salió corriendo. Leroux soltó una suave sonrisa y solo la siguió por detrás.
   ¡¿Qué era?! ¡¿Qué era?!
   Cruzó unas telas al otro lado de las gradas, no había nadie. Pero allí, en medio del campo, un objeto flotaba con suavidad. Estaba empapelado pero ya se podía ver su figura y exactamente lo que era.
   Giró para ver al pelinegro, “¿Puedo abrirlo?” Preguntaba con la mirada.
   Félix asintió divertido.
   ¡Corriendo, corriendo! Fue como llegó hasta el regalo.
   Rompió el empapelado con delicadeza pero desesperación, la emoción le recorría por el pecho y los nervios de las manos, obvio jamás iría lento.
   ¡No volvería hacer jamás!
   —¡Oh por Dios!—Gritó emocionada. Mirando su nueva escoba, flotando en medio del todo vacío lugar.
   Era bellísimo. Brillante como pegatina y un marrón rojizo hermoso que combinaba perfecto con el rojo de la casa Gryffindor.
   —¿Te gusta?—Preguntó el chico cuando llegó hasta ella, tranquilamente con las manos en los bolsillos del pantalón.
   —¿Bromeas? ¡No!
   La sonrisa de Leroux se borro e inmediatamente unos ojitos húmedos aparecieron.
   —¿N-No?
   —¡Me encanta, me fascina! ¡Gracias!
   Se lanzó hacia él y lo abrazó con mucha alegría. Éste solo suspiró con alivio y correspondió su abrazo.
   —Feliz cumpleaños—Murmuró, acariciando su cabeza con delicadeza.
   —¿Qué?—Se separó de él, viéndolo a la cara—¿Cómo…?
   —Ñee, digamos que le pregunté a un viejo pajarito.
   Peverell no quiso preguntar más, sólo agitó la cabeza con una sonrisa y volvió a abrazarlo.
   —Gracias, Félix.
   —¡Anda! ¡Pruébalo para ver como se te hace!
   —¡Si!—Tomó su escoba y lo montó con mucha facilidad—Vaya, esto es muy ligero.
   —Mande a hacerlo especialmente para ti, tiene propiedades especiales. No quiero presumir de mi poder en nombre de mi familia, pero manejamos una línea muy popular e importante de importe y producción de escobas—Sonrió cruzándose de brazos mientras miraba a _________ girar alrededor de él—Los mejores equipos de Quidditch proveen nuestras escobas.
   —¡Es estupendo! Es muy rápido y ligero, ¡De verdad!
   —¡Déjame verte!
   Peverell se acomodó y agarro muy bien el frente del palo, acelerando cada vez más.
   ¡Era muy veloz!
   Podía girar y hacer maniobras sin un poco de desequilibrio.
   Voló hasta el cielo con toda la velocidad que pudo y se dejó caer de picada.
   ¡Dios!
   Como amaba esa sensación tan nueva para ella.
   La libertad.
   La libertad de sentir el aire entrar en sus pulmones, el cosquilleo que provocaba la adrenalina recorriendo las venas de su sangre advirtiendo el peligro.
   Siendo una bruja libre de volar en el viento, sin reglas, sin restricciones, sin leyes.
   Allá, en lo más alto del cielo azul.
   —Es fantástica—Murmuró para sí mismo el pelinegro, sintiendo como ella le arrebata un suspiro del pecho.
   No podía dejar sonreír cada vez que ella intentaba hacer una nueva voltereta y lograba dar una vuelta completa por todo el campo.
   —Señor Leroux.
   —Profesora McGonagall. Buenos días.
   —Buenos días, Félix. Me dijeron que tú y la señorita Peverell estaban aquí, la estoy buscando.
   —Eh, claro. Ella está…—Señaló con un dedo hacia arriba, mostrando a la chica acercándose al suelo.
   _________ frenó cerca del suelo y bajó de un brinco, sintiendo cada cabello rizado de la energía que sentía aún.
   —Buenos días profesora.
   —Buenos días, _________—Quedó impresionada por su osado aterrizaje que por un momento creía que se quedaría sin palabras—Quiero felicitarla por entrar al equipo de Quidditch.
   —Muchas gracias.
   Minerva sonrió y se cobro la postura formalmente con el gesto serio y la mano bajo la manga.
   —Escuchen, los tiempos ahora se han vuelto muy perniciosos y engañosos. Más afuera que adentro, es peligroso que estén solos aunque tengan un talento excepcional con la defensa y el escape—Mencionó, lanzando una mirada directa a la castaña—El Ministerio considera que se deberían tomar medidas para la seguridad de nuestros estudiantes, debido a las más recientes desapariciones que seguramente… Ustedes ya se habrán enterado esta mañana. Hogwarts ahora tiene más cuidado y nuevas reglas, así que no salgan sin estar mas protegidos con más integrantes o con un adulto.
   —Lo entendemos, profesora—Respondió Félix, con una sonrisa segura—Tendremos más cuidado al salir.
   —Regresen ahora.
   —Si, profesora.
   McGonagall sonrió y se dio la media vuelta, dejando solos a los estudiantes para que la siguieran por detrás.
   Leroux y Peverell se dedicaron una sonrisa triste, pero debía acatar las órdenes y no arriesgarse a perder.
   Así que la chica sostuvo su escoba y se fue caminando al lado de Félix. Sinceramente se sentía contenta por su regalo, pero algo faltaba.
   Como un gancho en la cuerda.
   —¿Y que propiedades especiales dices que tiene mi escoba?
   —Es inmune a los encantamientos de control, es de las más veloces que existen, ligera, puedes cambiarla de color si deseas, puede hacerse invisible y como las varitas… Es fiel a ti.
   —¿Cómo las varitas?
   —La escoba solo te responderá correctamente a ti. Digamos que si alguien más sube, perdería el equilibrio fácilmente, solo hasta que tu la cedas, cambiará su lealtad.
   —¡Esto es muy cool!
   El chico solo sonrió y la abrazo por encima de los hombros. Era tan tierna.
   Estaba contento de que le gustara mucho su nueva escoba y esperaba que la usará bien en sus partidos de Quidditch. Estaría fascinado de verla ganar.

Hechizo ~ Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora