Parte 1.
Ella es un poema que muy pocos saben leer, incluso yo no estoy segura de saber leerla.
El rosa definitivamente es su color, hoy viene así. Es hermosa en todos sus aspectos, no me atrevería a compararla con nada, pero de poder hacerlo diría que su belleza se asemeja a la más pura de las flores, al cuadro más famoso, la sonata más escuchada en el mundo.
El poema de sus ojos, ojalá poder leerlo una y otra vez, estoy segura que no me cansaría de hacerlo. Ese verde amarronado, brillantes, que se iluminan cuando ve algo que le gusta y que se cierran ligeramente cuando se aburre, aquellos que provocan escalofríos en mi persona y que remueven todo mi mundo cuando me miran. Sus ojos son aquel poema que deseo poder leer día tras día durante el resto de mi vida.
El soneto de sus labios, la lira de su piel.
Me encantaría poder perderme una y otra vez en cada letra de su lira, esa sedosa melodía que sus rimas consiguen recrear... tersa y suave piel que rara vez me deja ver. De lejos alcanzo malamente a ver sus manos, pequeñas, delgadas, dedos largos, de tez pálida como toda ella. Mientras leo y admiro la lira me resguardo en mis pensamientos imaginando situaciones en las que sus manos agarran las mías, pero las siento frías, lejanas... Al volver a la realidad me doy cuenta de que, como era de esperarse, sus manos están lejos, y el frío que sentía era el frío de mis propias manos, mi propia temperatura.
El soneto de sus labios, llegando a crear una canción, una canción compuesta por la melodía de sus palabras acompañando la letra del soneto, creando mi canción favorita. Una canción que escucharía sin parar, me aprendería de memoria su letra y repasaría en mi mente una y otra vez la melodía... A día de hora esa melodía no sale de mi cabeza, aunque no vaya dedicada a mí, pero me quedo con los pequeños momentos en que lo hizo.
Sé que el rosa es su color por cómo resalta sus facciones, cómo hace brillar su rubio cabello, su blanca piel, simplemente la hace brillar. A pesar de ello puedo notar su soneto algo triste hoy, su cabello lacio cae sobre sus hombros, sin forma, sin vida. Hoy no se complicó a la hora de peinarse, y eso es raro en ella.
Cuando llegó su poema coincidió conmigo, sus ojos hicieron contacto visual con los míos, nos saludaron, y algo me dijo que no estaba bien. Veo cómo se toca la frente, se aparta el pelo de los ojos, borra una y otra vez lo que escribe. Hoy no tiene un buen día, y yo no sé qué hacer.
Mi poema favorito, mi canción favorita, hoy está sola en un lugar peligroso, hace frío, nuestros ojos han vuelto a coincidir, no puedo evitar preocuparme, ni si quiera su voz es como de costumbre. Triste, marchita, la bella y hermosa rosa que mi poema es está marchita hoy.
No sé qué habrá pasado, no sé si es porque está nerviosa, no sé si alguien le habrá lastimado, solo sé que la gente que intenta leer este poema solo acaba rompiendo sus hojas un poco más. No puedo poner la mano en el fuego, ni si quiera por mí, pero sé que tal y como me siento, tal y como vivo todo lo que pasa entre nosotras, yo podría quererla bien, sé que podría hacerla feliz.
Ojalá y algún día encuentres estas cartas, aunque mejor aún si algún día pudiera escribirte alguna y te la diera cara a cara sabiendo que tú sientes lo mismo... Pero mientras intento que me notes, espero que mi flor favorita no se marchite más.
Espero que nadie más pueda leerte y vea el poema tan maravilloso que eres.
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Cartas para él.
RandomEste libro no es un diario, no es una novela, simplemente son cartas que me gustaría dedicar a muchas personas, no necesariamente a ex novios o chicos que me han gustado o me gustan, sino que pueden ir dedicadas a mi padre, a mi hermano, a mi primo...