GUERRA

19 1 0
                                    


María, quien es vecina de Isabel y su madre desde hace 9 años llegó a saludarlas cuando al pasar frente a su pequeña casa las vio regando las plantas del jardín.

Su visita fue para alertarlas de una pareja joven que presuntamente estaban entrando a robar a las casas que previamente vigilaban desde el lugar que se escondían y así se daban cuenta cuando se quedaban solas después que sus dueños salían a trabajar. Estaban muy sorprendidas las tres, Isabel le pidió a María le dijera cuál era la casa para estar cuidando cuando salieran sus dueños y conocer a la pareja, ya que no tenía visibilidad hacia la calle por la barda que protege su casa.

Es una casa de dos pisos que alguna vez fue de color azul, ahora casi indefinible su color. Se ve solitaria, opaca y sin vida.

Al caminar por la cuadra de regreso se encontraron con otra vecina, con la cual platicaban muy poco por ser muy reservada. Pero ella se detuvo al verlas. María e Isabel notaron las lágrimas en sus ojos. Ambas sintieron compasión y le preguntaron de inmediato si necesitaba ayuda. Ella respondió tristemente...

-Solo si pudieran cambiar la forma de pensar de algunas personas que me ofenden y agreden por ser lesbiana. Y continúo caminando solitaria hacia su casa.

Se escucharon a lo lejos las sirenas de patrullas, María e Isabel notaron que giraban hacia la entrada de la privada donde ellas vivían y se despidieron apresuradamente para protegerse en sus casas de lo que pudiera suceder.


-Mamá, mamá, entra a la casa. Le gritaba Isabel a su madre que ya no escuchaba bien por su avanzada edad. Se acercó a ella y la sujetó del brazo para caminar juntas a la sala y cerrar las puertas con todos los seguros. 

Pasaron los días sin ninguna novedad, todo estaba en calma. Hasta que un día al salir Isabel a depositar la basura al recolector que pasaba los viernes, vio salir de reojo a una niña de su patio, quien llevaba cargando unas maderas, aparentemente de Isabel. A lo que ella reaccionó de inmediato y corrió alcanzándola para reclamarle porque se robaba sus maderas, la niña le respondía que estaba equivocada, que esas maderas le pertenecían a ella. Pero Isabel estaba realmente enfadada y la regañaba severamente, la niña empezó a llorar, no podía sostenerle la mirada a Isabel que seguía regañándola con la voz muy alta, hasta que la niña dejó caer las maderas y llorando con mucho sentimiento y tristeza se echó a correr dando vuelta a la derecha en la siguiente cuadra y perdiéndola de vista. Isabel se detuvo a ver cuidadosamente las maderas y se percató que exactamente no eran las suyas, corrió tras la niña para pedirle perdón por su error y ofenderla, la niñita aun lloraba indefensa por las acusaciones infundadas. Le devolvió su madera acompañada de un perdón y con la inocencia pura que posee todo infante la abrazó y la perdonó con una sonrisa amorosa.

Al retroceder Isabel para volver a su casa, pisó un charco de agua que en realidad era puro lodo, y molesta exclamaba... ¡esto es lo que me faltaba! al ver su zapato y pie cubierto de lodo espeso.  Se tranquilizó por segunda vez, y sonriendo ambas, Isabel le afirmaba a la niña que no tenía importancia el lodo porque ya le había pedido perdón a ella. La niña se retiraba lentamente pero con una hermosa sonrisa y levantando su mano derecha se despedía. La niña corrió para entrar a una casa con un patio muy grande.


Al dar vuelta para volver a casa Isabel tropezó con una piedra y cayó al piso, pero esta vez de cara en el mismo charco de lodo donde había caído su pie. Su rostro estaba dentro del charco de agua y lodo, ella no se movía y no reaccionaba, podía morir ahogada en ese pequeño charco. A los segundos su madre la sujetaba del cabello jalándola para salvarla de morir, estaba inconsciente por el golpe en el rostro. fue despertando asustada.

Su madre al verla cubierta de lodo y los ojos que resaltaban por su color miel no paraba de reír a carcajadas, ambas se retiraron a su casa e Isabel se fue inmediatamente a bañar. mientras se vestía, nuevamente escuchó mucho ruido de lo que le parecían aviones, pero era imposible porque no vivía cerca de ningún aeropuerto y no se veían seguido pasar aviones y mucho menos demasiados como se escuchaban los motores, se asomó por la ventana y quedó pasmada al ver incontables aviones de guerra, eran blancos con un círculo rojo en medio.

De repente veía otros que eran de diferente color y venían detrás de ellos, comenzaron a dispararles y sin poder moverse de la ventana veía cómo derribaron varios aviones haciéndolos pedazos en el aire y cayendo en la calle frente a su casa las hélices y pedazos de lo que fue el avión, ella logró contar tres derribados y muchos lograron escapar del ataque de aviones americanos en territorio mexicano.

SomniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora