Capítulo 8 - Gris

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Es agradable cuando los días son como el de hoy, el cielo por completo nublado, el aire es gélido y una ligera neblina lo cubre todo, pareciera que es de lo más triste, pero realmente no lo siento así, la tranquilidad es inmensa, podría simplemente estar un día entero acostado en un extenso pasto viendo el tiempo pasar, sin importar nada en lo absoluto.

Con un clima así soy menos expresivo que de costumbre, sobre todo en la escuela, la apatía se adueña un tanto de mí, pero por difícil que pueda sonar me siento bien, suelo aislarme un poco de las personas, nada personal, únicamente interiorizo más que otros días. Caminando por los pasillos de la escuela me encuentro a Ana.

-Buenos días Eriol – se encontraba de brazos cruzados.

-Buenos días, ¿de verdad sientes tanto frio?

-Algo, ¿tú no?

-Pues no, me agrada.

-Aun así, veo que traes chamarra.

-No tanto por eso, me gusta traerla.

-Por fin es viernes, ¿no te parece genial? – frotaba sus palmas.

-Lo es, último día de levantarse temprano.

- ¿Ya tienes planes para el fin de semana?

-En realidad no, pero me agradaría.

-Por cierto, ya casi decido que libro darte.

-Ana, deja de amenazarme y solo dámelo... - giré los ojos.

- ¡Que drama! estoy aún decidiendo entre dos – soplaba sus manos.

-Me parece bien.

- ¿De verdad lo vas a leer?

-Te hice una promesa, ¿cierto?

-Si.

-Entonces no dudes de ello, lo haré.

-Perfecto – sonrió.

Al terminar las primeras clases lo primero que hice fue tomar el receso para ir a mi lugar favorito, ahora es cuando más disfruto estar allí. En esta ocasión me recosté del lado contrario del árbol al que siempre suelo hacerlo, me senté y algo me molestó, miré debajo de mi pierna y encontré un pequeño broche para el cabello de color rosado o tal vez morado, al acomodarme mejor lo observé con detenimiento, no me pareció extraño y decidí conservarlo. Pasaron algunos minutos, de pronto comencé a sentirme raro, un tanto incomodo, no me sentía del todo solo, llegó a un punto en el cual me hizo retirarme un poco del árbol y asomarme por un lado de éste, durante varios segundos no logré parpadear, a escasos centímetros de mí se encontraba Ínoli sentada exactamente en la misma posición.

- ¿Es esto una coincidencia? – al fin pude mover los labios.

-Tal vez – una vez más me dirigía su mirada ajena a cualquier sentimiento.

-Y la pregunta obligada es...

- ¿Qué hago aquí? – interrumpió.

-Si...

-Me hacía la misma pregunta al verte y por ello vine hasta aquí.

- ¿Hay algo más de lo cual culparme ésta vez? – sonreí.

-No lo hay, pero... - se colocó delante de mí, hincada y acomodando su cabello por el aire que corría en ese momento – quiero saber algo más... - apoyó sus dos manos sobre el pasto y se inclinó hacia mí, aquello provocaba la línea entre sus pechos se pronunciara.

-Ah... - en una fracción de segundo le devolví la mirada – ¿qué sucede?

-Hay algo extraño en ti, cuando me ves... - frunció un poco los labios.

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