64. No puedes darme nada de lo que quiero.

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Han pasado días desde esa noche que pasé hablando con Marlene.

Convencí a Alexandre de que me diera tres días para pagarle y aceptó de mala gana, creo que solo me dejó quedarme porque su hermano me envió aquí.

Hoy es el esperado tercer día.

Estoy en medio del mercado. Los mercenarios van y vienen ofreciendo su mercancía, pero no tengo ni una sola moneda y no consigo trabajo en ningún lado. Doy un paso tras otro, cerca de las cajas con frutas. Todas tentándome a tomarlas. La único que ha entrado por mi boca durante estos tres días han sido tarros de cerveza. Y todos ellos se los debo pagar también a Alexandre.

El olor de la panadería inunda mi nariz y mi estomago comienza a hacer sonidos extraños.

Al ver a un joven saliendo de la panadería con una barra de pan envuelta en un trozo de tela ni siquiera lo pienso y comienzo a moverme en su dirección.

Pongo el gorro de mi capa y en cuanto tengo la oportunidad se lo arrebato y comienzo a correr.

-¡Hey!- escucho que grita.

No me detengo. Corro lo más rápido que puedo entre los callejones, empujando a las personas y sin importarme haberle quitado la comida a alguien, solo necesito un bocado de comida, lo necesito más que nada.

Las pisadas y gritos detrás de mi me indican que quien pagó por esta comida está decidida a recuperarla. Incluso comienzo a sentirme mal por haberla robado, no sé cuanto se esforzó por conseguir el dinero que le dió esta barra de pan.

Alguien jala de mi abrigo impidiéndome seguir caminando. Mi gorro cae y yo me giro a dispuesta a rogarle por que me deje conservarlo.

Pero al ver sus ojos siento como si mi corazón cayera a mis pies.

Tan brillantes como siempre, color miel y pestañas largas. La cicatriz en su ceja sigue ahí, las pecas en su nariz, y su mandíbula apretada; pero al verme parece sorprenderse más que enojarse.

No digo nada; solamente extiendo la pieza de pan hacia él, pero no la toma, solo niega con su cabeza e intenta darse la vuelta. Esta vez lo detengo yo por la manga de su camisa.

-Sebastian, lo siento.

Niega-Llevatelo, conseguiré otro.

-Es tuyo.

-Te lo regalo.

-No, no debí...

-¡Aguas van!- escucho la voz de una mujer.

Ni siquiera tengo el tiempo de ver hacia arriba que es desde donde gritó porque Sebastian y yo ya estábamos empapados de agua de bacinica.

Cierro mis ojos con fuerza cuando siento como algo más solido cae en mi cabeza. Aprieto mis puños intentando no gritar, pero Bash parece tomar esto con gracia, ya que comienza a reír.

Abro mis ojos lentamente y noto que Sebastian también va cubierto de todo eso. Al verlo me dan arcadas lo cual parece divertirle aún más.

-Si... yo ya no quiero ese pan. Puedes quedártelo.

-¿Por qué todo es un chiste para ti?- digo arrojándole el pan haciéndolo reír mientras se cubre el rostro- Te pagare el maldito pan, pero ayudame a quitarme es...- otra arcada- esto de la cabeza.

Bash empuja mi espalda con solo la punta de sus dedos para guiarme a algún lugar.

-¡Que olor!-se queja- Te vendría bien un baño, Elissa.

-No me llames así.

-Lo siento, majestad.

Dejo de caminar y me giro para verlo cara a cara-Bash- digo en tono de advertencia-Deja de llamarme así, me están buscando.

Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora