Tenía 6 años cuando apareciste, no sentí tu presencia, no escuché tus pasos, nada. Solamente sentía como, de a poco, ibas poniendo tu soga en mi cuello.
Hiciste de mi mente un lugar inhabitable, donde las 24 horas del día me torturo.
Tengo guerras internas, que cada una de ellas pierdo y he perdido, y es que, ¿cómo pelear con algo que no puedo controlar? Al contrario, ella me controla a mí.
Te apoderaste de mí, de un niño indefenso de apenas 6 años, el cuál no sabía nada de la vida, ni mucho menos de tu existencia.
Cada error, cada fracaso, fue y es para ti, un motivo más por el cual apretar más la soga.
La tristeza se hizo mi amiga, al igual que la soledad. Pasamos días enteros juntos, no hay un sólo dia en el cual no se acuerden de mi, que bonito suena, pero que triste es.Desde que llegaste aprendí muchas cosas, aprendí de la vida y también de la muerte. Me enseñaste el arte de mentir, me diste el increíble don de actuar y en tu obra, soy el mejor.
Las personas que no te conocen dicen barbaridades como: "Es fácil de superar", "Solamente son problemas de adolescentes", "Superalo y listo, es así de fácil".
¿Cómo les explico? ¿Cómo les explico que cada vez que te supero, volves más fuerte que antes?Destruiste mi cuerpo, mi alma, mi ser.
Mamá pregunta: "¿Qué pasó con ese nene que vivía con una sonrisa de oreja a oreja, que el único momento en el cuál estaba en silencio y tranquilo, era cuando dormía?". Mi respuesta es siempre: "No sé" y es que esa es la jodida verdad, no sé. No sé dónde quedó ese niño, porque cada vez que lo busco, lamentablemente más me pierdo.La vida está en un extremo y la muerte en otro. La vida me da motivos, me alienta a seguir, mientras que la muerte solamente me está esperando, no dice nada, se queda en silencio absoluto porque sabe que yo sé los beneficios de irme con ella.
En mi niñez me los dijo, mucho antes de que la vida apareciera, me aseguró de que si la acompañaba ya no iba a sufrir más, iba a poder dormir por las noches y el dolor desaparecería. Eso era todo lo que yo quería en ese entonces, así que acepté, la depresión no dudó, apretó fuerte su soga y me dejó colgando. De a poco sentí como me iba quedando sin aire, mis manos y pies parecían ser pinchados por agujas de hielo, mi pecho parecía querer explotar, mi vista se nublaba, mi mente encontraba la calma, ya era libre. Hasta que, justo a tiempo, la vida cortó la soga y me contuvo en sus brazos, mientras la muerte luchaba para sacarme de ellos.
Lamentablemente, ya sabemos quién ganó, escuché a la muerte antes de irse decir "Contenlo los años que quieras, tarde o temprano nos vamos a encontrar y ese día, no podrás hacer nada".
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Perdiéndome
Short StoryHistoria en la cuál hablo de mi experiencia con la depresión y la ansiedad.