11/12/2020

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Me encontraba en una sala de cine, pero antes de que la película diese comienzo, irrumpía en el lugar un extravagante personaje que proclamaba ser el dios griego Apolo, quien además nos ordenaba irnos de allí en seguida.

El aspecto del recién llegado era por demás ridículo, careciendo completamente de la belleza y el aplomo normalmente atribuidos al dios Apolo, pareciendo más bien un adolescente desgarbado vestido como un antiguo personaje de historietas, usando una capa y brazaletes dorados, así como también unas mallas similares a las de un trapecista de circo de color oscuro.

Lo más extraño es que su amenaza surtía un efecto inmediato, empezando huir despavoridas todas las personas presentes en aquella sala de cine. Mi reacción, por mi parte, era la de una profunda indignación, asestándole luego un puñetazo en pleno rostro.

Pero mi golpe no pareció tener efecto alguno en Apolo, quien ni siquiera parecía molesto, sino solamente decepcionado. Triste, incluso.

Habría jurado que él me miraba con cierta lástima.

Todavía tenía mi puño pegado a su rostro en el momento en cuanto el sueño llegaba a su término.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora