dieciocho

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     ―Louis, ¿a dónde me llevas? ―preguntó Harry.

     Intentó apartar las manos de Louis de sus ojos, pero el chico que tenía a su espalda se lo impidió por séptima vez.

     ―Aguanta un poco más. Ya casi estamos.

     ―Llevamos andando más de diez minutos. Sólo he visto más que oscuridad desde que salimos de tu desastroso coche.

     ―Quiero enseñarte algo. Ten un poco de paciencia.

     Caminaron durante diez minutos más. ¿O fueron veinte? Harry ya había perdido la noción del tiempo.

     Se encontraban en algún lugar fresco, con luces de colores, se oía música de fondo y voces no muy lejos de ellos.

     La mente de Harry había empezado a trabajar hacía rato. Antes de salir de casa Louis le pidió que se pusiera elegante, pero no le había contado el porqué. Él llevaba unos jeans negros ajustados, unas vans del mismo color, una camiseta blanca con una fotografía en blanco y negro y una americana ajustada sin abrochar. Estaba guapísimo, por lo que Harry decidió vestirse con unos pantalones parecidos, unos botines oscuros y una camisa blanca de la que dejó por abrochar los dos primeros botones.

     ―Louis… Comienzo a ponerme nervioso―murmuró Harry―. No me gustan las sorpresas… Ni ser el centro de atención en un lugar atestado de gente.

     ―Nadie te está mirando―contestó Louis. Se inclinó y sus labios rozaron el oído de Harry―. Sólo yo.

     Un estremecimiento recorrió la columna del chico de cabello rizado. Contuvo un suspiro y se lo tomó con calma.

     ―¿Preparado? ―la voz de Louis derrochaba entusiasmo.

     ―No. Obviamente, no. ¿Cómo voy a estar preparado si no sé a lo que me enfrento?

    Louis chasqueó la lengua y retiró las manos de los ojos de Harry, devolviéndole la vista y colmándolo con la imagen de lo que se abría frente a él. Louis se colocó a su lado para admirar la expresión en su rostro al ver lo que Louis tenía preparado para él, pero no esperaba ver que fruncía el ceño y hacía una mueca con los labios.

     ―¿Una subasta de coches? ―preguntó confundido. Las personas de su alrededor charlaban animadamente mientras bebían champagne y admiraban los automóviles, todas y cada una de ellas vestían con ropas caras y joyas de valor incalculable.

     Louis le dio un golpecito en el brazo.

    ―No. ¡Me he comprado un coche, Harry!

    ―Pero estos coches deben valer una fortuna, Louis…―Echó un vistazo a su alrededor, dejando a un lado a la sociedad de clase alta y centrándose en los coches; Audis, Camaros, Mustangs, Ferraris, Porsches…―No puedes tener tanto dinero como para comprar uno de estos coches.

     ―¿Eso crees? ―preguntó juguetón. Lo cogió por los hombros y lo giró hasta dejarlo de cara a un Ferrari California de color negro grisáceo, brillante y en todo su esplendor. Pasó el brazo por encima del hombro de Harry y señaló hacia el vehículo― Ese es mi coche. ¿Te gusta?

     Harry tartamudeó.

     ―¿Me estás…? ¿Me…?―se sacudió y se interpuso entre el coche y Louis, mirando el vehículo y luego mirando al chico―¡¿Me tomas el pelo?!

     ―Quería que fueras el primero en verlo.

     Dejando sus palabras de trasfondo, Harry se acercó al vehículo con ojos de enamorado. Nunca había estado tan cerca de semejante obra de arte. Le encantaban los coches, pero al no tener ganancias no tenía dinero suficiente ni siquiera para comprarse uno de segunda mano.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora