Para mi amada princesita azul~...

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Érase una vez, en una tierra sin nombre ni historia, un joven bardo de ropas verdes, que recorría el mundo solitario, únicamente en compañía de su lira, buscando inspiración para canciones y poemas. Y pasó que un día, mientras el joven bardo recorría los caminos de un lugar de nombre Latino o algo así, apareció ante él un gato amarillo, que disfrutaba de las canciones del joven bardo, con quien no tardó en entablar una cálida amistad, por lo que decidieron viajar juntos.
Cercano a esas mismas tierras, el joven bardo y el gato amarillo oyeron rumores sobre una princesa azul de hermosa voz y bella apariencia, sin embargo el chico humano hizo caso omiso a tales rumores, puesto que encontró algo que había captado su atención. Frente a él había un cementerio, donde habitaba una araña color salmón, que con agraciados movimientos tejía incontables relatos, mundos y personajes en sus telas, en compañía de un fantasmita azulado. Completamente cautivado el bardo se presentó, mientras el gato amarillo observaba a la distancia, esperándole lo mejor a su amigo bardo.
El jovencito no dudó en empezar a dedicarle sus mejores canciones y poemas, y si bien la araña al principio parecía interesada, con el paso del tiempo perdía el interés, volviendo a tejer con sus telas, sin importar qué canción cantara el bardo. Por una vez volviendose a escuchar a otros, hizo caso al consejo del gato amarillo, abandonando decepcionado aquel lugar y retomando los viajes junto a su amigo.
No pasó mucho antes de que volviera a oir sobre la tal princesa azul, por lo que, con la previa aprobación de su amigo gato, el bardo de verde partió en búsqueda de dicha princesa, puesto que las descripciones llamaron su atención.
Así, el bardo y su amigo gato pasaron por montañas, llanuras, ríos y bosques, hasta eventualmente encontrar un bosque de árboles azules, cubierto con una espesa niebla morada.
Navegar este bosque no fue tarea fácil, puesto que la espesa niebla no dejaba lugar a la vista. El bardo por ningún motivo empezó a tocar su lira para matar el tiempo en lo que trataban de avanzar, sin embargo cortamente tras iniciar se vio interrumpido por la aparición de un lobo rojo, quien parecía ubicarse completamente bien en el lugar. El bardo y el gato trataron de llamar su atención, dirigiéndole la voz, y el lobo no tardó en responder. Contestando a su petición de ayudarlos a salir del bosque, el lobo rojo dio un aullido, antes de empezar a correr. El joven bardo y el gato amarillo, algo tomados por sorpresa, empezaron a echar zancadas detrás del lobo, quien parecía ir cada vez más rápido. Para cuando ambos ya no podían mas, sin aliento, ya no había niebla alguna alrededor de ellos. Ni tampoco había bosque frente a sus ojos. Solo había un pequeño castillito con cuatro torres a su alrededor. Inspeccionándolo un poco, el bardo notó como estaba construido en ladrillos de una hermosa piedra azul.

—"Bien hecho, panzón."— Interrumpió una voz los pensamientos del joven bardo. Tras las palabras de una jovencita, el lobo rojo se retiró, volviendo a su hogar en lo profundo del bosque. Buscando el origen de la voz, el bardo y el gato lo encuentran. En un balcón en la torre más cercana a ellos, está una bella chica de vestidos azules y cabello rizado, con una sonrisa cautivadora y cálida, la más cálida que el joven bardo hubiera visto. Sin embargo sus ojos... Con una mirada un poco triste y a la vez anhelosa, la princesa azul mira al cielo, hacia un águila de plúmas moradas, la que vuela majestuosa entre las estrellas de la noche.
Una vez más, el bardo empieza a cantar, esperando llamar la atención de la princesa. Por breves momentos lo logra, permitiéndole presentarse y obtener el nombre de la bella chica, sin embargo ésta nunca deja de estar al tanto del águila. Un poco decepcionado, el bardo planeaba retirarse, más pronto es detenido por su buen amigo, el gato amarillo, quién lo regaña brevemente por rendirse tan pronto. Animando al bardo de verde a seguir intentando, éste decide regresar a ver a la princesa todas las noches, cada vez viéndola más interesada en sus canciones, historias, y poemas, y menos interesada en el águila.

Llegada la décimoquinta noche, la princesa no estaba en la torre, lo cual extrañó al joven bardo, sin embargo no tardó en encontrarla en los jardines del castillo, esperando verlo más de cerca. A la luna número dieciséis, salieron a dar un paseo juntos, sin una sola mención o recordatorio del águila durante la velada. La décimoséptima noche, sin embargo, destacó por sobre las demás, puesto que el bosque ya no tenía ningún rastro de niebla, siendo esta reemplazada por amables y cálidas luces verdes y azules. Nada más reencontrarse con la princesa, el joven bardo no pudo contenerse más, confesándole que la jovencita había sido la inspiración de todas sus canciones y poemas en las noches que habían pasado juntos. Totalmente encantada con esto y su compañía en los días pasados, la princesa pidió al joven bardo que no volviera a dejar su lado, ya que su voz y su música le habían robado el corazón.
Empieza así una hermosa historia de amor entre un solitario bardo de verde y una dulce y encantadora princesa de azul, unidos al inicio por casualidades y caprichos, y sellados juntos por un fuerte amor. Pero algo que queda claro, es que juntos... Vivieron felices para siempre.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2020 ⏰

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El bardo y la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora