Candice fuiste feliz?

327 37 16
                                    


Abrió lentamente los ojos la poca luz de la luna le calaba, tuvo que cerrar y abrir hasta que la molestia pasó, le dolía la cabeza y todo su cuerpo. Temblaba por el frío que sentía. Después de un momento en que por fin se pudo sentar mientras se preguntaba

— ¿Dónde estoy? Este no es mi hogar. Alistear  ¿Dónde estás? No me hagas esto que las bromas solo las hago yo. —Después de un rato, ya que se sintió recuperada, se puso de pie.  Quiso extender sus alas, pero estás no respondieron estaban muy lastimadas alzó su vista al cielo tratando de pedir ayuda, pero está no llegó.

Escucho un ruido detrás de las ramas, abrió sus ojos tratando de ver lo más que pudiera, vio un pequeño mapache era color gris con algunas manchas blancas, como ella no sabía de lo que trataba comenzó a correr por el extenso bosque y detrás de ella el pequeño animalito la seguía. Entré más rápido corría ella más rápido corría el pequeño. Llegó un punto en que la joven tropezó con una rama y calló al suelo, el mamífero llegó hasta ella y con pequeños sonidos intento animarla al mismo tiempo que le cambiaba la expresión de su cara. Al ver eso ella sonrió olvidando el dolor que sentía. Se levantó y cargo al animal mientras le hacía preguntas.
— ¿Y tú quién eres? O mejor dicho ¿Qué eres? Eres muy tierno lo ¡Sabes!  —Ya sintiéndose más tranquila busco algo donde esconderse encontró una pequeña choza que ya se caía de lo vieja y abandonada que estaba, pero le serviría para mitigar un poco el temblor de su cuerpo. De su estómago se escuchaban ruidos extraños parecía que se estuvieran peleando ahí adentro. En un principio se asustó pues nunca había sentido algo así y eso le daba molestias, en fin sin saber de lo que se trataba se quedó dormida. 

A la mañana siguiente salió para ver si encontraba a Alistear, pero esté nunca apareció, trataba de recordar que fue lo ¿Qué pasó? En su memoria existían algunos recuerdos de ella corría detrás de Alistear, estaban persiguiendo a un querubín que les había hecho una broma. Y para hacer bromas nada más ella y su compañero de fechorías. Todos en el cielo los miraban con desaprobación, pero ellos sabían cuánto los querían.

Camino hasta encontrar un hermoso portal de rosas quiso entrar, pero no cabía por los pequeños espacios, al observarlo bien vio algo que le llamo la atención un emblema, eso lo sabía porque cuando ella se paseaba por el portal de San Pedro ahí tenía un símbolo algo parecido y alguien le dijo que era un emblema. Siguió su camino buscando una entrada, quizá ahí estaba el portal para que ella pudiera regresar de dónde vino, porque eso era muy parecido al paraíso que veía siempre en el cielo.
Siguió su camino y se encontró con otro portal. Este era muy diferente ya que era de rocas, y ahí nuevamente estaba el emblema, al no poder entrar siguió su recorrido topándose con otro portal, pero este era de agua. Los ángeles que habían bajado a la tierra le dijeron que era lo mejor que les había pasado el sentir esa sensación mientras estaban sumergidos en ese líquido era algo maravilloso.
De pronto tuvo la loca idea de subirse, tenía unas inmensas ganas de saber lo que se sentía. Busco lugares por dónde pudiera trepar y así lo hizo. Llegó a lo alto de aquel hermoso portal, pero al quererse poner de pie resbaló y calló dentro del lago, el agua estaba fría y sus dientes comenzaron a golpear uno con otro, hacía un sonido extraño, pero se sumergió y disfruto de esa sensación realmente era algo divertido y emocionante estaba tan divertida que ni cuenta se dio que unos ojos cafés la miraban con furia.

Cuando por fin salió a flote vio a la mujer que estaba justo enfrente de ella, Candy se sorprendió era la primera persona que veía en el mundo. —¿Qué haces aquí? Grito la mujer con un tono que dio miedo. El ángel se decidió a salir del agua y con una mirada encantadora como ella solía ser le contestó— Yo solo quería sentir la sensación de estar dentro del agua.

—¿Cómo te llamas? Pregunto la joven frente a ella. 

—Yo soy Candice, pero mi amigo Alistear me dice Candy.

—Pues yo te llamaré zarrapastrosa, mira nada más que fachas ¿ Quien te permitió la entrada

—Bueno en realidad nadie, yo sólo quería ver para este lado y me caí.

—Fuera de aquí mugrosa, que ensucias nuestra hermosa mansión con tu presencia.

A los pocos minutos de su encuentro con la mujer, simplemente fue arrojada de la mansión y la aventaron a la calle como si fuera un perro callejero. 

Se levantó como pudo y se echó a correr con inmensas lágrimas en los ojos, ella no comprendía qué era lo que le salía de los ojos quizás era por haber entrado al agua.

Por más que trataba de controlarse no podía, así que se detuvo un momento para tomar aire y pedirle a su amigo Alistear que la ayudara, pero por más que gritaba y suplicaba está nunca llegó.
Después de un momento siguió su camino, en verdad que los humanos eran crueles, iba muy pensativa, tanto que no se fijó por donde iba se atravesó en el camino de alguien sin darse cuenta hasta que chocó y se vio nuevamente en el suelo, valla que eso era por lo visto muy usual entre los humanos.
Vio que alguien le tendió una mano, pero ella ignoro la ayuda que se le ofrecía despreciándola y como pudo se puso de pie, simplemente siguió su camino hasta que sintió algo agradable en su cuerpo, se sentía cálido y acogedor, movió su cabeza y con la mejilla acarició la tela que la cubría. Volteo para ver quién le había puesto una gabardina sobre los hombros y en ese instante deseo no haber volteado nunca, sus ojos se encontraron con la mirada más bella que había visto en toda su vida.
Simplemente ninguno de los dos quería romper ese momento tan íntimo, ya que podían leerse hasta sus pensamientos. Fue ella quien decidió romper el contacto al salir huyendo, de pronto se encontraba corriendo sin rumbo fijo, cuando se detuvo un momento para tomar aire se dio cuenta que en su rostro tenía dibujada una sonrisa.
Se dio un pequeño coscorrón en la cabeza cuando recordó que ni las gracias le había dado al caballero, Pero reconocía que había sentido tanto miedo que su corazón brincaba de una forma muy extraña, jamás había experimentado eso tan intenso que le robaba el aliento, nunca sintió  algo parecido. “Espero algún día volverlo a ver para regresarle su ropa” se prometió a sí misma.
Mientras tanto el joven se quedó paralizado, él le pudo leer hasta el alma, la joven era mucho más pura que cualquiera que hubiera visto antes. Quiso correr detrás de ella, pero su mayordomo se lo impidió, le dijo que era tiempo de seguir su camino que aún los estaban esperando.
Ya había pasado un año y el por más que buscó s la joven nunca logro dar con ella, lo que más le dolió fue que logro ver qué la chica no tenía zapatos, y con el frío que se vino días después no quería pensar en lo peor había sido un encuentro extraño y mágico.
El apresuraba a todos puesto que se les hacía tarde este año la ayuda para los regalos; llegó con dos semanas de retraso y eso era por los caminos que están cubiertos de nieve.
Faltaba poco para llegar a su destino, quizá estarían allí para la cena, no era muy partidario de convivir con niños, pero al no tener otra alternativa lo tenía que hacer, pues Richard su padre estaba algo delicado de salud y con el frío de ese crudo invierno podría empeorar y a él no le quedaba de otra, tenía que ir en su representación.

Poco antes de llegar se encontró a una mujer en el camino, su carruaje había quedado varado; el joven al ver esto le dijo a sus hombres que ayudaran a la mujer.  Así estuvieron jalando y luchando hasta que el carruaje por fin salió.

—Muchas gracias caballero. Le decía la mujer que no dejaba de coquetearle.


Era guapa, no había duda, cualquier hombre se sentiría atraído por la mujer de cabellos castaños y caireles pero era solo eso, el físico una cáscara hueca, para él no era de su gusto no eran su tipo esas mujeres artificiales.  A través de los rayos del sol había logrado percibir en los ojos cafés el reflejo del alma de esa mujer y sin saber a ciencia cierta el por qué, le había transmitido asco.
— Vamos caballero dime tú nombre para que mi padre se encargue de agradecerle por lo que hizo por mí. Ella en realidad lo que quería saber era su nombre ya que el hombre frente a ella era muy guapo y por lo que se veía de una muy buena posición económica.

— No es nada, Señorita, no se preocupe. 

— Insisto mi padre se lo puede agradecer.

— Mi nombre no es importante, con que usted me diga gracias es más que suficiente.

— Sí me permite me están esperando.

Ella se quitó del camino para que pasara el caballero, pero en cuanto tuvo oportunidad jalo a uno de los hombres y sacando de su bolsa unas monedas se las ofreció a cambio de que le dijera el nombre de su amo.
—Pero señorita si da cuenta mi jefe es capaz de castigarme.

— No te pasará nada ya que él no lo sabrá. —Le dijo la mujer con un tono algo coqueto.

— Está bien, mi amo se llama Terence Granchester.

— ¿Granchester? ¿Has dicho? 

— Sí señorita.

— Muy bien puedes seguir tu camino.

Le dio las monedas y se fue con una gran sonrisa dibujada en su cara.

Terence tardó más de lo pensado, pero al fin llegó.  Esa noche la nieve caía sin cesar, lo bueno que pudieron llegar sin mayores contratiempos.

Camino hasta la puerta del orfanato, pero justo cuando iba a tocar se escucharon las risas de los niños.
—Valla ¿Qué será lo que los tiene tan contentos? —Sintió su corazón pegar un brinco cuando llegó a sus oídos la voz cantarina de quién los entretenía. Al parecer ella les contaba un cuento sobre un duende que sin querer movió la palanca de una máquina de regalos y todos los obsequios salían disparados.

Quiso escuchar más de cerca y colocó su oreja sobre la enorme puerta, pero para su sorpresa ésta se abrió de repente y no le quedó más remedio que hacer como que se iba a agachar para limpiar sus zapatos.

¿Señor Granchester qué hace aquí? Preguntó una mujer gordita.
— Buenas noches —contestó él mientras hacía una hermosa reverencia.

— Bueno pues verá, este año mi padre no pudo venir ya que se encuentra delicado de salud y por ello vine yo en su lugar para dejar los regalos de los niños. 
¿Podemos pasar?

— Oh claro, está usted en su casa. —Contestó la mujer.  El joven con un movimiento de su mano les indicó que bajaran los regalos.

Los niños al escuchar ruido se pusieron serios y uno de ellos gritó —YA LLEGARON LOS REGALOS…

Todos corrieron a donde estaban los regalos con enormes sonrisas en sus caritas.
— Mira Candy, mira lo que me envió el niño Dios. 
Terence se dio media vuelta para retirarse, pero algo lo detuvo.

—Oh! ya veo son unos regalos muy bonitos, ahora sí podrás dibujar un pesebre con los animalitos y ponerle color. Le decía una joven a uno de los niños pequeños.

— Mire mi Lord, le presento a Candice White, ella llegó hace un año y nos ayuda mucho aquí en el hogar.

Él como todo un caballero se dio medio vuelta para saludar a quien le presentaban y cuál fue su sorpresa al ver esos hermosos ojos verdes que no había podido olvidar, y sobre todo esas pequeñas manchas en su cara.
— Mucho gusto Señorita White, dijo esto mientras tomaba la mano de la joven y le deposita un tierno beso mientras con la vista la miraba a la cara. -Eso es algo que él no acostumbrara a hacer como el perfecto caballero, siempre mantenía su distancia con las jóvenes puesto que después solían pensar que solo por regalarles una mirada más larga ya pretendía pedirles matrimonio, pero en esta ocasión lo hizo porque esa mujer lo atraía como si fuera un imán-
Ella un poco sonrojada simplemente le respondio con un asentimiento de cabeza y con una sonrisa.

— Señor Granchester la tormenta ya se vino más fuerte. Sí quiere se puede quedar aquí en lo que mejora el tiempo. 

— Muchas gracias Señorita Pony, para mí será un honor. —Dijo esto mientras veía a la rubia que tenía enfrente.

Esto no pasó desapercibido por la señorita Pony.
Y así tuvieron una plática muy amena durante la cena, él estaba completamente embelesado por Candy. No podía despegar sus ojos de ella.

Pasó un tiempo y a pesar de que tuvieron que pelear contra viento y marea por fin se casaron, muchos no estuvieron de acuerdo, puesto que no se sabía mucho de Candice, de su pasado de su procedencia, pero a Terry eso poco le importó. 

Los meses pasaban y la enorme panza de su mujer se hacía notar, él estaba feliz puesto que la mujer que amaba le daría un hijo.
Llegó ese momento tan esperado, su hermoso hijo estaba por nacer, él veía el ir y venir de la servidumbre y el alterado preguntaba por el doctor. Se sentía preocupado, pues su hermosa Candice no se veía nada bien, estaba pálida y casi podía sentir que se le iba el aliento.

— Terry, hay algo que tengo que decirte.

—No, no hables pecosa, no me puedes dejar, ¿crees que no sé qué no eres de este mundo?

— Me di cuenta desde que te conocí, al ver tus ojos descubrí tu alma y cuando te ibas vi tus alas rotas por la caída, desde ese momento desee siempre protegerte.

— Terry yo me tengo que ir, mi amigo Alistear está aquí y me está hablando me dice que ya es hora. 
Terry con un enorme nudo en la garganta le decía que no, que no era el momento, que tenía que criar a su hijo. Yo, yo…  ¿cómo lo voy a cuidar?  Si nunca me gustaron los niños hasta que te conocí a ti en el hogar de Pony sentí ese deseo de ser padre, pero ahora tú te vas y me dejas sólo ¡Por favor no te vayas! ¡no me dejes! —lágrimas amargas resbalaban por sus mejillas.
Pero Candice con una leve sonrisa le dijo —lo harás bien mi amor, yo yo siempre voy a estar a tú lado y seguiré cada uno de sus pasos, te esperaré en el cielo cuando llegue tu momento. —
Después de unas horas el doctor le dijo a Terry que intento todo lo que pudo para que ella se quedara, pero sus esfuerzos fueron en vano le decía esto mientras le entregaba un bulto regordete con mejillas sonrojadas y pecas en toda su cara.

— Candy ¿Cómo fue el tiempo que viviste en la tierra? ¿Lo disfrutaste?

—Oh! Sí Señor fui amada y fui feliz el tiempo que viví allá. 

—¿Sabes porque deje que vivieras un tiempo?
—No, no señor. Dijo esto mientras negaba con la cabeza.

— Tenías que madurar y aprender a ser un ángel que en los momentos difíciles los puedas superar, tenías que aprender que no todo es juego. Que no puedes ir por el cielo haciendo cuánta travesura se te ocurra ni esconder las llaves de Pedro.

— Sí, Señor sólo le pido por favor que de vez en cuando me deje bajar a la tierra para verlos, aún sin que ellos me puedan ver, yo los pueda cuidar.

— Está bien Candy, eso lo tienes muy merecido. Todos los días podrás ir a verlos.

—Pasaron 5 años y esa Navidad Terry mando hacer un ángel idéntico a Candice.

—¿Papá estás seguro que así era mi mamá?
—¿A caso lo dudas?

—¡Es que ella es tan bella!

—Claro, mi preciosa hija era muy bella y tú te pareces a ella. Ahora es tiempo de colocarla en la punta del pino.

Y así cada año en navidad sacaba su hermoso ángel, ese año lo sentía diferente pues los años no pasaron en balde.

En el cielo con sus alas extendidas y sus brazos abiertos Candy lo esperaba con su hermosa sonrisa.
¡Por fin llegas querido!

Fin…


En memoria de todos los seres queridos que se nos adelantaron en el caminó,  Deseando que pasen una muy feliz navidad. Oneshot escrito para Las Terryposadas navideñas 2020.
Bienvenido 2021.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 13, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi Ángel...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora