Único

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antes de leer vayan por unos pañuelos, creo que los van a necesitar. xoxo

Eran las siete y cincuenta de la mañana de un frío lunes cuando alcé la vista y miré al chico del asiento de enfrente.

Mi aliento se atascó dentro de mi garganta pues nunca antes había visto a alguien tan guapo. Tenía el cabello un poco largo y rizado, de color negro al igual que casi toda su vestimenta. Una chaqueta de mezclilla adornaba sus hombros y estaba seguro que si miraba a sus ojos fijamente, éstos verían todos mis secretos y dejaría mi alma al desnudo.

Sin poder evitarlo lo observé, permitiéndome detallar cada parte de su rostro. Los pómulos rectos, la mandíbula marcada, sus finas cejas y las largas pestañas de sus ojos. La nariz, que un poco grande comparada al resto, sólo aumentaba su atractivo.

Pero entonces el chico levantó la vista...

Y me vio.

Y yo aparte mis ojos de los suyos luego de cerrarlos, fijé mi mirada en el suelo del vagón como si éste fuera la cosa más interesante del mundo. Me encogí en mi asiento tratando de hacerme pequeñito, lo cual era imposible gracias a mis amplios hombros.

Me sentí nervioso al sentirme descubierto por lo que comencé a temblar levemente, y tratando de distraerme comencé a hurgar en mi bolso en búsqueda de nada solo para calmarme.

Pero mis manos se toparon con esa carpeta que definiría mi futuro. La solté de inmediato, como si quemara la piel de mis dedos.

Aunque, de cierta manera, así era. Prefería vivir en la ignorancia antes de saber el contenido de esas hojas.

El sonido de los altavoces diciendo el nombre de mi parada fue lo que me devolvió a la realidad, era la próxima estación por lo que rápidamente cerré mi bolso y me puse de pie luego de colocarlo en uno de mis hombros.

Inevitablemente mis ojos volvieron al chico del asiento de enfrente. Me permití mirarlo unos cuantos segundos antes de que las puertas se abrieran.

Probablemente esta sería la única vez que lo vería.

Suspiré y volví mi mirada al frente. Salí del vagón antes de hacer el ridículo.

Mi lunes transcurrió con normalidad, y me dieron la noticia que ya esperaba. Aquello sólo me hizo cuestionarme sobre lo efímera que era la vida humana. Y durante todo el día, mi mente no dejaba de pensar en el chico de la mañana. Incluso escribí de él en mi diario.

Patético, ¿no?

Al día siguiente, el martes, volví a mi rutinaria vida. Estúpidamente quería ver a ese chico otra vez aunque no sabía la razón de mi deseo.

Pero no apareció.

Ni ese día ni el resto de la semana.

Y entonces me sentí triste. ¿Por qué, si ni siquiera pensaba en hablarle o hacer el intento de acercarme a él? Era ridículo.

Nuevamente el lunes de la siguiente semana tomé el tren, y como si fuera un cliché barato él volvió a aparecer. A la misma hora y vistiendo ropas muy parecidas a las que usaba la primer y única vez que lo vi.

Y otra vez sucedió lo mismo, yo lo vi, él me vio, aparte la vista y me bajé del tren. Honestamente, estuve tentado a reírme por la situación incluso si no daba gracia.

El martes él volvió a aparecer, y después el día que le siguió. Y así fue durante toda la semana.

No sé cuando se convirtió en rutina pues sin pensarlo, así eran mis mañanas de lunes a viernes. Y siempre pasaba lo mismo; yo lo veía, él me miraba. Me avergonzaba y bajaba la vista.

I see you [KookJin O.S]Where stories live. Discover now