RAZIEL

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Audrey me mira con ojos redondos y con las cejas arqueadas, llena de sorpresa por mi respuesta asertiva. Ya no tiene palabras que decir, probablemente porque estaba convencida de que obtendría un «no» como respuesta.

Tomarla por sorpresa es algo divertido; al ser alguien expresiva, que no puede renegar de sus muecas de primeras, la hacen ver como alguien transparente, fácil de leer. Este es un punto decisivo; la muestra clara de que es alguien real y, a su vez, el lado débil que necesito mejorar.

—¿Quieres probar llevar disfraces de pareja?

Mi pregunta provoca que sus hombros se tensen y huya de mí. Entiendo por qué lo hace al notar que sus mejillas se colorean de rojo.

—¿Pa-parejas?

Vaya, la chica pedante con gusto por hacerme perder la paciencia ha titubeado ante tan simple pregunta.

—Sí —le sonrío haciendo un acercamiento—, parejas.

Esconde la cabeza entre los hombros y me mira desde abajo con las cejas hundidas.

—No lo había pensado —confiesa, algo inquieta.

Vuelvo a mi posición inicial y miro la sobra de mi café que queda en la taza. Me lamo los labios, un gesto involuntario que de vez en cuando me pillo haciéndolo, y al voltear, descubro que Audrey está con los labios entreabiertos, observándome.

—Ya tienes una tarea para la casa: pensar en un disfraz. —Esto parece sacarla de onda.

—Podrías pensar en uno tú también, ¿sabes?

—Lo sé perfectamente, pero fuiste tú quien me invitó. ¿Cuándo es la fiesta?

—El próximo sábado —responde balbuceando. Mira la taza de té, le da un par de vueltas con la cucharita y luego le da un sorbo.

—El tiempo suficiente para pensar.

Sigue bebiendo, sin mirar.

¿Así que quiere terminar la charla rápido?

Al acabar, deja la taza en la barra y suspira.

—Estaré esperando esa nota.

Y se levanta. Su estatura no es alta, la barra tapa más de la mitad de su cuerpo, lo que quita todo rastros de seriedad que su entonación ha tratado de dar. Quisiera carcajearme, pero reprimo la sonrisa relamiéndome los labios.

De pronto Cam viene a mi cabeza, y con ella me han entrado ganas de fumar un cigarro.

Audrey deja unos billetes sobre la barra; el dinero incluye el pago de mi café. Acto seguido, sale del diner sin despedirse. Me bajo del banco y le sigo detrás. Al acercarme a la salida puedo escuchar la lluvia furiosa en el exterior. Audrey está a un lado de la puerta, abrazada a su cuerpo, con ningún rastro de rojo en sus labios. No trae paraguas, así que supongo que espera que pase algún taxi que la lleve o que, de milagro, la lluvia pare.

—Qué buen momento —suelto con ironía, sacando de mi chaqueta la cajetilla de cigarros y colocando uno en mis labios.

—Se veía venir —comenta con claro fastidio—, pero no pensé que sería justo ahora. Con lo lejos que me queda la parada del bus.

Después de encender el cigarro y guardar el encendedor, me quito la chaqueta y se la pongo sobre los hombros.

—Si alguien pregunta, te la dio tu novio —le indico.

Ella me mira desconcertada, pero antes de que la chaqueta resbale, se la acomoda sobre la cabeza.

—Gracias —dice con una vocecita baja.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora