Cuando eres una niña, las mujeres en tu vida te dicen que cuando seas una mujer mayor, debes encontrar un buen hombre que te haga sentir todo aquello que las películas te prometen, las mariposas y los suspiros, las ganas de estar todo el tiempo en sus brazos y de perderte en sus ojos.
Pero yo te encontré cuando aún no era la mujer que buscaba todo eso en un hombre, y aún así me sentía así por ti, segura y plena, quizá también lograba sentirme algunos años mayor y no lograba darme cuenta de lo que estaba mal, de lo romantizado que tenía interesarme por hombres mayores siendo una niña.
Mi primer beso robado y también el primer hombre que presente a mamá, prometías ser todo aquello que soñé, el como tus manos acariciaban mi rostro con cuidado y miedo a que desapareciera de entre tus dedos, eras mi prueba de que la atracción a primera vista existe.
Aún sigo sin entender como fue que llegué a gustarte, nadie es tan atractivo con quince años, fuí tan tuya desde el primer momento en que dijiste mi nombre y juraste estar interesado en mi alma, y entonces fuiste tan injusto.Me dejaste enamorada y rota jurando volver, regalándome una cadena que use todos los días hasta que se rompió, y con ello deje de amarte, lloré varias noches, mi mamá y mis hermanas se reían de mí, una niña usando una sudadera que le daba algunas tallas más grandes que conservaba colgada al fondo del armario, llorando porque su primer posible novio no sería duradero, llorando porque no entendía la labor que dicho hombre tenía que hacer, sueños por cumplir y personas por conocer, no entendía que para ser el hombre que era ahora debía irse.
Y entonces crecí, conocí muchas personas y te buscaba en cada par de ojos chocolate y pestañas preciosas, te buscaba en cada canción de Edith Piaf y entre líneas de novelas románticas que me gustaba leer, tropecé con personas que no valdrían la pena, tuve que experimentar con hombres y mujeres para saber que no me importaba quién fuera, siempre terminaba extrañando el sentirme como cuando estaba contigo.
Y me entregué a manos que no supieron calentarme el corazón, me entregué completamente a hombres que no querían cuidar mi alma, me entregué a personas que no querían que me recostara en su hombro como tú, mi memoria se olvidaba de ti, por semanas y meses no te recordaba y sin pensarlo demasiado algunas noches tomaba esa sudadera y decidía dormir en ella pensando en cómo lucirás.
Y entonces, después de todo este tiempo volví a ver tu rostro y jamás creí que estarías tan igual, tan cálido y guapo.
Razonar sobre el hecho de qué, sin importar lo que hayas hecho y donde hayas estado seguías haciéndome sentir igual me golpeó el orgullo, me hizo sentir miserable la baja expectativa que tenía acerca del como me trataban las personas, llegaste a tratarme como siempre lo hacías empezando a hacerme sentir que merecía ser tratada bien, como la princesa que siempre quise ser.
Besarte era una de las mejores cosas que me pasaron, sentir tu calor frente a mi me reconfortaba al grado de no querer separarme de ti jamás, queriendo asfixiarme hasta que intentaras salvarme porque nunca nadie me había besado como tú, nunca nadie me había tocado como tú, nunca nadie me había destruido como tú, tus manos sobre mi espalda me traían a una cruda realidad en la que no eras tú las primeras veces como hubiera querido.
Entregué muchas cosas antes de volver a encontrarte y ya no tenía nada para ti, no tenía nada que ofrecer a alguien que merecía todo porque no sabía cómo amarme a mí, siempre viendo por los demás sin importarme lo que sucediera conmigo y eso me hirió, y sabía que eras capaz de curarme pero quise hacerlo yo sola.
Tenía tantas ganas de amarte, de que me amarás y me odiaras, de que me abrazaras y que hicieras conmigo lo que quisieras.
Siempre voy a quererte, pero no voy a dejar que me ames, no merecemos esto.Te quiero, y necesite 693 palabras para poder describirlo.
Rex.