El señor Backland

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¿Por qué el tren no avanza? Debería ir a preguntar qué sucede. Me puse de pie temblando de frío, mi compartimento, helado como una tumba, iluminado apenas por una tenue luz amarillenta sobre la puerta. Salí al pasillo. Nadie. ¿Estaré viajando solo esta noche? Imposible, el tren de las diez era de los más utilizados, siempre repleto de trabajadores volviendo a sus cálidos hogares, donde seguramente tienen a alguien especial esperando por ellos. En fin... necesito avanzar, quizás en el próximo vagón encuentre un guardia o alguien que me explique por qué esta cosa no se mueve.

Comencé a caminar despacio, temiendo despertar a algún pasajero. El pasillo era largo y sombrío, casi lúgubre, la única fuente de luz eran unas pequeñas lámparas muy débiles, como si estuvieran repletas de luciérnagas. Por fin llegue al siguiente vagón, y el cambio de ambiente me dejó gratamente sorprendido. El corredor se encontraba completamente iluminado, ya no sentía frío y hasta se escuchaban voces de diferentes pasajeros en la privacidad de sus compartimentos.

- ¿Puedo ayudarle en algo, caballero? Ahogué un grito y me volteé con velocidad, en parte por  el sobresalto y en parte porque el tren reanudó su marcha repentinamente, haciéndome perder el equilibrio por un instante. Aquella voz a mis espaldas pertenecía a un caballero alto y bastante delgado, de porte muy elegante. Llevaba un traje gris oscuro y un sobretodo negro muy grueso, probablemente de lana de excelente calidad. Llevaba el pelo encerado y peinado hacia un costado, prolijo y pulcro. Lucía un bigote que me recordaba extrañamente a alguien. Alcancé a divisar una delgada cadena dorada dentro de su abrigo, posiblemente un costoso reloj de bolsillo. Su olor a tabaco era notable.

- ¿Señor? ¿Se encuentra usted bien? - no me había percatado de todo el tiempo que pasé observando al individuo.

- Disculpe señor, solo quería saber por qué nos detuvimos, pero veo que ya se ha resuelto. Que tenga buenas noches.- hice un paso dispuesto a volver a mi lugar y tratar de dormir un poco, ya era bastante tarde.

-No piensa usted volver a ese helado vagón, ¿Verdad? – preguntó, seguramente ya conociendo mi respuesta- Si usted gusta, tengo una botella de whisky perfecta para estos fríos invernales- hizo un ademán con su mano invitándome a seguir por el pasillo. La verdad estaba muy cansado, pero sabía que probablemente no lograría conciliar el sueño en aquel lugar. Y un trago no sonaba nada mal.

-Disculpe, ¿Cómo dijo usted que se llamaba?- pregunté luego de meditar su propuesta.

-No lo dije.- respondió mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro- Backland, me llamo Backland.

Acompañé a este caballero, a quien a partir de ahora llamaré por su recién descubierto nombre, señor Backland. El compartimento era exactamente igual a todos los otros, pero se sentía bastante cálido y los asientos eran más mullidos que en el mío. Olía a tabaco y eso me reconfortaba, me recordaba a la casa de mi abuelo cuando lo visitaba durante las Navidades. Hablamos largo y tendido sobre diferentes temas; bebidas, relojes, el clima, el servicio de transporte. Ya no tenía sueño y me agradaba bastante su compañía. Estaba en presencia de un muy buen conversador, y su voz grave y profunda resultaba relajante.

-Dígame, caballero- se rehusaba a llamarme por mi nombre- ¿Alguien lo espera en casa?

-Pues... temo que no.- quería evadir el tema lo más rápido posible. Nadie me esperaba en casa desde aquel terrorífico día.

Mi esposa solía esperarme cada noche con una abundante cena, y mi pequeño siempre me pedía que le leyera algo antes de irse a dormir, sin importar que tan cansado me viera yo. Él siempre estaba ansioso de escuchar una nueva historia fantástica. Mis recuerdos de aquella noche se encuentran un tanto borrosos, solo algunas imágenes desfilan por mi mente. Recuerdo haber entrado a mi casa, el ambiente se sentía tenso y no había nadie a la vista. De repente, oscuridad. Gritos, súplicas de ayuda, llantos desconsolados, el ruido de una goteante canilla, tal vez la de la cocina.

El señor BacklandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora