Sentido Del Ser.

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Desde pequeña, Saori tenía visiones, eran imágenes difusas y que no tenían sentido la mayor parte del tiempo.

Desde pequeña, Saori sabía que era diferente, desde el brillo de sus ojos hasta la forma de caminar, Saori, por naturaleza, transformaba todo lo que veía en armas potenciales, creaba estrategias con solo un hilo dental e imaginaba más de 15 formas de traer la victoria a una pelea que nunca pasaría.

Saori sabía muchas cosas que una niña de su edad no debería saber, sabía que su abuelito no era en realidad su abuelito, era evidente por las características que no compartían, el carácter radicalmente diferente y el echo innegable de que ella, no pertenecía a esta familia.

Suponía que eso estaba bien, de cualquier forma, ese hombre la estaba criando y le daba todo lo que ella pedía, incluso el más ridículo de sus caprichos era cumplido.

Saori deducía muchas cosas, eran visibles incluso si las miraba por el rabillo del ojo, como las entrañas luces que rodean siempre a cualquier ser viviente, no tenían un nombre en específico, solo era una luz pálida y débil, carente de algún brillo interesante, decidió que eran bonitas y le gustaba verlas de vez en cuando, algunas eran magenta, otras de color jade, en general, eran de diversos colores y lo único que no variaba era el brillo insípido que las cubría.

Saori sabía que alguien la cuidaba, esa persona tenía un brillo diferente, su luz era dorada y nunca la dejaba sola, no había visto nunca su apariencia ni había oído el sonido de su voz, había permanecido distante incluso si la caja de oro dónde recidia permanecía en la amplia habitación de Saori, había permanecido ahí desde que la niña tenía uso de razón, y si Saori fuera cualquier otra niña ignorante hubiera creído que era otra simple decoración.

Pero Saori no era ignorante, y tampoco era cualquier otra niña, solo una vez había intentado abrir esa caja y el resultado había sido casi catastrófico, la energía calma que la rodeaba se había vuelto violenta de repente y Saori temió por su integridad física, solo una vez lo había intentado y había sido suficiente para saber que esa persona, quien quiera que fuera, no se manifestaria hasta que fuera el momento adecuado.

La frustración la mordió de golpe y no le había importado hacer una rabieta, había destruido cada jarrón que había en su camino, tirado cada mesa y derriba incontables muebles.

Se había comportado como una mocosa y eso la hizo rabiar aún más.

Cuando cumplió 9 años, la cosa empeoró, ya no eran simples luces de colores lo que veía en la gente, de echo, se había recluido en su mansión por esa misma razón, podía estar caminando en plena calle y de repente estaría en un campo de batalla, sentiría el dolor de sus músculos y la sangre escapando de sus heridas, vería una especie de armadura cubriendo su cuerpo y sentiría la adrenalina de un buen combate, todo se desvaneceria al instante en que Tatsumi pronunciara su nombre.

Pero incluso en confinamiento tendría esos lapsus de memorias pérdidas, podría estar tomando el té en el jardín, que ya no habría un juego de té si no una copa de plata, la charola sería reemplazada por mapas y planos, una simple brisa de aire fresco traería el olor metálico de la sangre y su cuerpo estaría cubierto por vendas, Saori no era tonta, sabía que no era algún signo de locura, eran recuerdos de un pasado lejano, donde ella había combatido y salido victoriosa quien sabe cuántas veces.

Eran guerras que Saori Kido nunca vivió.

Cuando cumplió 14 años, Tatsumi organizo una gala a sus espaldas, sin más opción que la de asistir como su propio invitado de honor, Saori utilizo un vestido de color blanco impoluto con volantes que llegaba a sus tobillos, un collar de perlas nacaradas y pulseras de oro blanco, dejo su cabello suelto y preparo una sonrisa sofisticada.

Los invitados la estaban esperando.

Mantuvo su espalda erguida y su mentón en alto, cada paso dado con elegancia y astucia, sus largos cabellos se balanceaban al son de la brisa y su corazón latía con calma.

A pocos pasos de la meta final, las grandes puertas fueron abiertas por dos sirvientes, su presencia se hizo notar de inmediato y sus ojos recorrieron a cada invitado en el gran salón, un hombre empezó a acercarse al pie de las escaleras, tenía un corto y rizado cabello castaño, una cinta roja en su frente acompañado con unos ojos tan azules como el cielo mismo, iba vestido con el tradicional esmoquin de gala y una sonrisa amable lo complementaban, Saori no lo hizo esperar.

Cuando sus manos hicieron contacto el tiempo se detuvo por unos segundos, Saori busco los ojos del hombre desconocido y lo que vio le quitó el aliento.

Una galaxia, tenia una galaxia en ellos.

Saori quedó hipnotizada, incapaz de apartar la mirada y sintiendo que flotaba no hizo nada cuando el hombre anónimo la arrastro al centro del gran salón y puso sus manos sobre su cuerpo, ella aún estaba sin aliento y su cerebro se negaba a colaborar con la situación.

El hombre sonríe y Saori cree que no vio jamás una sonrisa tan sincera y brillante como esa, entonces ya no es un hombre anónimo, piensa en si misma como una tonta por no haberse dado cuenta antes, todo en el lo dice a gritos.

"Sagitario"

Un suave susurró casi inaudible escapa de sus labios, Sagitario sonríe aún más y su rostro se ilumina, entonces ya no hay tela en su cuerpo, en su lugar, lo cubre una armadura de oro.

No hace falta echar un vistazo a sus espaldas para saber que un par de majestuosas alas con plumas de oro se extienden y los cubren de ojos indiscretos, Saori no aparta la vista, no quiere perderse un solo instante de aquel espectáculo, entonces Sagitario articula unas palabras, un nombre.

"Athena"

La magia acaba de golpe y el bullicio del gran salón vuelve a escucharse, Saori mira a su alrededor confirmando sus sospechas, en cuanto vuelve la mirada al caballero de oro, el hombre ya no está.

Saori vuelve a estar sola y el baile ni siquiera a acabado todavía, aprieta los labios y frunce el ceño, indecisa de como actuar ahora, no puede retirarse del baile sin parecer descortés, por suerte para ella, Tatsumi estaba al pendiente de su persona y no le cuesta mucho convencerlo para que la cubre una o dos horas.

Los pasillos de su mansión siempre han sido distantes y vacíos, las puertas de su habitación son de madera de roble y cuando las abre le recibe la oscuridad del interior de su habitación, Saori siente un peso en el estómago cuando su mirada aterriza sobre la caja de oro.

Abierta.

La caja de oro está abierta y su interior vacío, Saori respira con un poco de dificultad ahora, se apoya contra una repisa cuando un mareo hace que la habitación de vueltas.

Y tan rápido como llego, el mareo desapareció, de repente ya no recuerda por qué fue a su habitación en primer lugar.

La caja ahora está cerrada ¿Estuvo abierta en primer lugar?

Un Baile Lo Cambia Todo. (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora