Pareidolia

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Fue un viernes de verano cuando Yugi conoció a Seto, durante una reunión en el parque con algunos amigos cercanos mientras sus patinetas decoradas extravagantemente se mecían entre las manos de varios chicos, con altanería

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Fue un viernes de verano cuando Yugi conoció a Seto, durante una reunión en el parque con algunos amigos cercanos mientras sus patinetas decoradas extravagantemente se mecían entre las manos de varios chicos, con altanería. El castaño conoció al que llamaban como el rey de los juegos en sus años de oro y cuando solía jugar duelos de monstruo por verdadero placer, sin embargo, después de un tiempo que dejó de jugar sigue siendo conocido por ese título que ahora no le provoca ningún cosquilleo.

Yugi supo desde el principio las consecuencias de tener un noviazgo con el hijo del empresario más rico de ese lado del mundo y la adrenalina de que los pudieran descubrir con las manos levemente entrelazadas o compartiendo del mismo cigarrillo le ponía levemente entusiasmado.

Gozaburo le había prohibido al ojiazul desviar su camino después de clases hasta el parque en el que siempre se le puede ver al tricolor, aunque este ni siquiera fingía estar preocupado por llegar tarde a la escuela o al rechazar las constantes llamadas de su abuelo. Seto se había enamorado de Yugi de una manera poco ortodoxa, al no poder pasear libremente como los jóvenes que ve de lejos, su frustración fue aumentando con el tiempo al igual que una inmensa necesidad de escapar de su vida y fue justo cuando el amatista apareció en su camino que todo empezó a saberle con mucha adrenalina, empezó a tratarlo como su salvavidas personal y sin que se diera cuenta ya estaban saliendo, debido a sus deseos egoístas nunca supo los verdaderos sentimientos de Yugi o las intenciones que tuvo para haber aceptado su miserable confesión, porque su personalidad apagada y despreocupada hizo de su relación lo que es ahora, pero tampoco quiere abandonarlo.

Nunca se tomó la molestia de comentarle al amatista sus inquietudes o apoyarse mutuamente así que le gustaba mentirse al creer que las acciones del menor son más importantes que unos comentarios banales, después de todo parece que nunca logró salir de su zona de confort por completo.

Es hasta que se atreve a convivir con Jonouchi por primera vez, el mejor amigo de Yugi desde hace años, coqueteó con él en una ocasión en que se saltó la última clase del día mientras su novio estaba montando su patineta en el patio de los departamentos donde vive el susodicho sin prestarles atención, pero de algún modo no le disgustó que el muchacho lo tratara de ese modo, llegando al punto en que el rubio le robó un beso cuando todos estaban bebiendo licor y no supo si su novio se enteró de eso al día siguiente porque nunca se volvió a hablar del tema.

A Yugi no le importaba que pasara con su relación, es más, ni siquiera sabía que debía hacer para hacer sentir bien a Seto y algunas veces se desesperaba al sentir su actitud necesitada de atención. Le gusta la monotonía y la ha conocido desde que tiene memoria, es por eso que no dejaba que el mayor lo soltara y prefería que los dos vivieran en la infelicidad y los tratos indiferentes a terminar con su relación, porque el mayor de los Kaiba ha sido su primera relación y no sabía que las peleas de pareja pudieran tener un impacto más fuerte de lo que se imaginaba.

Como cada mañana, Yugi se preparaba para ir a la escuela a pesar de que algunas veces llegaba tarde o ni siquiera se presentaba a sus actividades correspondientes, se vio al espejo de cuerpo completo con la camisa blanca bien abotonada para darse cuenta del macabro contraste con su rostro hinchado y el labio partido, recordando la discusión que tuvo anoche con Seto, el ojiazul fue el primero en soltar el golpe aunque tenía la seguridad de que no se atrevería a hacerlo por lo tonta que se volvió la situación, Katsuya intentó alejarlo de su amigo cuando este apenas se estaba levantando del suelo pero con la rabia aún palpable se soltó del rubio y caminó una vez más hasta Yugi para abrirle el labio con otro puñetazo, el sujeto que se preocupaba por no poder entregar un ensayo a tiempo se derrumbó estrepitosamente frente a sus ojos.

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