Capítulo Setenta y Cinco

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"De nuevo en sus brazos"

Massimo

Tres días. Tres malditos días han pasado y no he podido encontrarla.

He recorrido cada una de las calles de Nueva York. Buscado cada camioneta parecida a la que se llevó a Fiorella, y peinado cada frontera de la ciudad, —hasta del país —, y aun así no he dado con su paradero. No sé cómo está. Si ha comido, si le han dado agua... si la han torturado.

A mi mente se vienen cada una de las veces en las que yo torturé a alguien. Cómo disfruté cada uno de los gritos que imploraban que los dejara en paz, o que los matara de una vez para ya no seguir soportando el dolor. Los veía suplicar hasta que lloraban sangre, y ahora el solo pensar que alguien más está disfrutando de la agonía de Fiorella, me revuelve las entrañas y me provoca ganas de matar.

Es como estar viviendo en mi infierno personal.

Apenas y duermo. Solo tomo pequeñas siestas cuando llego a casa. Nunca más de treinta minutos, para después volver a las calles y seguir buscando algún rastro. Después de varios regaños de mi madre y Rosalía, me alimento lo necesario para no terminar desmayado por ahí. Al principio no desayunaba, solo comía algo que me encontraba por la calle, que poco duraba en mi estómago porque todo terminaba fuera debido al mal estado en el que me encontraba. Pero aun así no me rendí, y seguí con el plan. No puedo defraudar a mi piccola.

Aún recuerdo lo duro que fue decirles a Cailin y Amelie lo que estaba pasando con Fiorella. Amelie estaba en completo shock, el miedo es sus ojos era tan notorio que por un momento creí que iba a darle algún ataque. Lo peor fue cuando tuvo que llamar a su madre para decirle que se iban a quedar el fin de semana en la casa de Cai para después ir a la escuela el lunes. Cai fue otra cosa totalmente diferente. Ella siempre ha sido de lo más expresiva, así que de su parte todo fue gritos y llanto. El alma se me partió al verla derrumbarse sobre los brazos de Amelie, quien apenas y podía mantenerse de pie. Pero cuando posó sus ojos en mí, el caos se desató.

— ¡Esto es tu culpa! —me grita a la cara mientras golpea mi pecho — ¡Se la llevaron porque la dejaste sola! Eres el culpable de cualquier cosa que le pase, y si no vuelvo a verla, te juro que jamás te lo perdonaré.

Y me lo creí. De verdad creí que todo había sido por mi culpa, y que Fiorella haya sido raptada es solo por mi causa. Yo soy el causante de todos sus males. Por eso es que no puedo dejar que todo termine así.

El primer día me aseguré de ir a los barrios para ver si la pudieron haber llevado a alguna bodega abandonada, pero después de revisar cada bloque, acudí a la señora Rosa si ha visto algún movimiento extraño en el vecindario, pero su respuesta fue negativa, y eso solo hizo que las esperanzas disminuyeran. Aun así, le pedí que me informara sobre cualquier cosa. Después, fui a la casa de los Burns, para lograr sacar algo de información sobre Basili. Más vale que ese hijo de puta no esté involucrado, porque si resulta que sí. Entonces esta vez sí terminaré con él.

Pero para mi sorpresa, la horrible casa de los Burns se encontraba abandonada. No había nada de pertenencias, y al revisar los recibos de luz, me di cuenta de que se habían ido cuatro meses atrás. La ira arremete contra mí, y de no ser por Johan quien estaba a mi lado, hubiera incendiado la puta casa.

Pero lo peor sucedió el segundo día.

Mientras rondábamos por Queens, Johan recibió una llamada de uno de los jefes de búsqueda de mi equipo. Yo no alcancé a escuchar, pero al ver la cara de Johan por el retrovisor, me di cuenta de que algo malo estaba ocurriendo.

—Encontraron el cuerpo de una chica en Chelsea Piers —informa, casi queriendo no haberlo dicho —. Quieren que vaya para que identifique si... si se trata de Fiorella.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora