Han pasado dos días desde mi última discusión con Eros, quisiera poder decir que ya no estoy afectada por nuestro intercambio de palabras, pero no es así. En mi mente no hay nada más que la frase: No eres su madre.
Cada vez que pienso en ello, siento un leve pinchazo en mi pecho, como le dije, sé cuál es mi rol en la casa, sin embargo he caído por cada uno de los niños, con la seriedad de Alek, los besos de buenos días de Isak, las sonrisas tímidas de Frey, las caricias a mi cabello de Freya y la risa de Nathan, para mí es imposible no quererlos. No son míos y jamás lo serán, es solo que a veces los veo por unos segundos tan detenidamente cuando cada quien está en su propio universo y siento en el fondo de mi alma que son un 10% míos.
Tal vez no debería darme tal porcentaje y seguramente quebrantaba algunas reglas de una niñera ejemplar, aunque no es algo que me importara y estaba muy segura que si le explicaba al señor Perfecto lo que sentía, seguramente buscaría una forma de exiliarme de Alemania, por el simple hecho de que no son correctos tales sentimientos.
Pensándolo un poco más, creo que no había conocido a un hombre con una personalidad tan asfixiante y que al mismo tiempo estuviera tan perdido en sus pensamientos.
Eros me confundía y no sabía cómo actuar con respecto a eso.
Su risa me hizo volver a la realidad.
—Veo que por fin te gustan los baños — su respuesta fue un balbuceo, Nathan los últimos días ha estado quejándose mucho y todavía no encuentro la razón de sus quejidos — aunque terminas mojándome a mí, no me quejo — lo alzo y me mojo más de lo que ya estoy, luego del bebe vienen los gemelos por su baño.
—Parece calmado — volteo y me encuentro con la mirada de Alek que muestra cierta preocupación al ver a su hermano.
—Calma, resolveré el misterio de porque se siente mal — le sonrío — ¿Qué te trae por esta estación señorito?
—Termine las lecciones que me indicaste y quería saber si necesitabas ayuda.
Sequé con cuidado a Nathan quien ya pestañaba más de la cuenta, estábamos sobre la hora de su siesta.
—Eso es muy amable, ahora dime la verdad — sus ojos marrones como los de su tío se abrieron ligeramente con sorpresa — he aprendido a leerte Aleksander, siéntate en el trono real— señalé el inodoro que estaba con la tapa baja, por un momento dudó pero luego hizo lo que le pedí.
—Mi tío nos odia, ¿cierto? — Intenté no sorprenderme por sus palabras — somos buenos niños, a veces podemos ser un desastre — sus mejillas adquirieron un poco de color — pero somos buenos, ¿no? — asentí mientras le aplicaba crema en el trasero del bebe — a lo que quiero llegar es que... sé cosas.
— ¿Qué cosas Sherlock? — lo miré por un momento curiosa, conocía a este pequeño y sabía que algo se traía entre manos.
—Si mi tío no pone de su parte, lo más probable es que los de servicios sociales nos lleven a un orfanato y luego terminaríamos separados, Nathan sería el primero porque es un bebe, luego los mellizos... ¿Isak y yo? — Negó derrotado — no tendríamos tanta suerte... Evie de solo pensar que pueda pasar, me aterra — y lo pude notar en su mirada.
— ¿Cómo sabes sobre el tema? — no respondió, termine de vestir a Nathan y salí del baño con Alek pisándome los talones — Aleksander, ¿Cómo sabes? Y no volveré a repetirlo — en estos momentos debía actuar como un adulto responsable no como su amiga.
—Pues... el día que me quedé solo en la casa fui al despacho de mi tío, me sé la contraseña de la caja fuerte donde guarda los papeles importantes y vi la carpeta que tenía nuestro apellido... la revisé.
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Aquello Que Ocultamos
RomanceUn trabajo, una nueva oportunidad, fue lo que pensé cuando el apellido Goldssom llegó a mi vida. No solo fueron nuestros caminos los que se cruzaron sino también nuestros secretos. Y aquello que ocultamos resultó ser una pieza decisiva en el juego...