Luna

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La habitación de Kirishima se encuentra iluminada únicamente por la tenue luz de la luna que se cuela por la ventana de su hogar. Tiempo atrás esa era la mejor situación posible, esa en la que sólo los iluminaba el suave resplandor mientras ambos se perdían como idiotas en el otro. Las caricias volando, los dedos rozando, los labios ajenos sobre los suyos y su piel ardiendo ante cada contacto... Era tan mágico que todavía ahora cuando la luz baña su cuarto no puede evitar recordar ambos cuerpos desnudos en sincronía, los dos danzando al compás del otro siendo la luna la única testigo de su pasión.

Pero eso es pasado, ahora la luz de la luna solo adorna su cuerpo tirado con pereza sobre la enorme cama que antes se sentía como su refugio más preciado. Ya no, ahora ese mullido lugar solo se siente como un doloroso vacío que le quita el aire y le recuerda lo solo que está. Desearía poder dar marcha atrás y volver a ese tiempo en el que podía refugiarse entre los fuertes brazos ajenos cada noche.

No puede seguir así, no puede continuar hundiéndose en memorias de tiempos pasados que obviamente no volverán. No es nada masculino por su parte eso de lamentarse de sí mismo y quedarse tirado en la cama esperando que ese chico vuelva a llamar a su puerta, que lo bese y le diga que todo está bien ahora que vuelven a estar juntos. Es obvio que eso no va a pasar y sin embargo se siente tan bien pensar en ello... Creer que volverá a notar como los dedos ajenos se entrelazan con los suyos, como sus respiraciones se aceleran entre beso y beso o como sus ojos buscaban al otro entre la multitud. Quiere pensar que si volvieran a encontrarse ambos serían capaces de encontrarse entre las miles de personas a su alrededor, que los dos seguirían manteniendo ese sentimiento que destroza lentamente su pecho mientras se mantiene acostado en su antiguo lugar preciado.

Su teléfono brilla en la mesilla notificando la llegada de un nuevo mensaje, no quiere verlo. No quiere porque sabe que en cuanto vea su fondo de pantalla, ese que no ha cambiado desde que ambos se pusieron la foto del otro a los tres meses de empezar a salir, se romperá como una maldita rama. Es débil, tanto como para no ser capaz ni de mirar el mensaje para ver si es algo importante por miedo a volver a destrozarse a sí mismo.

Se siente estúpido y roto, tan roto como el día en el que perdió todo. Siente que los pedazos de su alma van cayendo poco a poco y que su único consuelo, la única persona que era capaz de reconstruirlo aún con todas sus inseguridades, ya no está a su lado para sanarlo. Trata de ocultarlo frente a sus amigos y forzar su típica sonrisa que consigue iluminar la habitación pero esta ya no es la de antes, ya no está repleta de hermosos sentimientos ni refleja la esperanza que antes lo acompañaba. Ahora está solo y tiene que hacerse a la idea de ello.

Solo...

Tan solo que es asfixiante, desesperante, y siente como el aire va abandonando sus pulmones para no querer volver. A lo mejor eso sería lo más beneficioso para él, simplemente dejar de respirar de una vez y poder volver a ser feliz. ¿Es lo suficientemente valiente para hacer algo así? No, desde luego que no porque si lo fuera ya lo habría hecho meses atrás cuando todo se rompió con tanta rapidez.

Siente como la felicidad vuelve a escaparse de sus manos rozando con dulzura las yemas de sus dedos antes de volver a abandonarlo. ¿Dónde quedó ese chico sonriente que trataba de ver todo con optimismo? Seguramente murió en el mismo momento en el que se vio solo, tan irremediablemente solo que a día de hoy se continúa clavando como un cuchillo en su pecho.

Y quiere volver a alzarse, volver a mostrar su sonrisa al mundo y gritar "¡Ey chicos, sigo aquí!" pero simplemente no puede... No puede cuando el bombardeo de pensamientos es tal que nubla su juicio ni puede cuando en cada rincón es capaz de verlo. Y de nuevo, la luz de la luna continúa siendo su único acompañante en esa danza dolorosamente individual que él mismo está llevando a cabo. Podría detener la música, sentarse y esperar a que el público se marchara; podría tomar de pareja de baile al hombre de negro que lo lleva invitando a bailar desde aquel día, aceptar de una vez la mano huesuda y pálida que se extiende de manera aterradora en su dirección. ¿Sería una mala idea? ¿Rendirse en ese momento sería de cobardes?

LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora