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La era moderna había llegado, la tecnología dominaba el mundo ahora, ya no más combates ni reyes o reinas. Sin embargo todavía quedaba una porción de la población que mantenía la esencia de la época antigua, ellos y ellas eran la descendencia de los mismísimos Dioses.
A pesar de la gran cantidad de hijos semidioses que alguna vez pisaron la tierra de los mortales, hoy en día muy pocos lograron sobrevivir a la ira del ser humano por lo desconocido como lo eran ellos, con poderes que pondrían en riesgo sus vidas.

Por esta razón el mundo entero decidió crear un instituto donde hijos de Dioses estarían a salvo, la mayoría proveniente de familias muy poderosas económicamente y políticamente, por lo que su vida estaría segura y llena de lujos. El lugar fue decidido en Japón ya que la mayoría había nacido en ese país, desde los Dioses más conocidos y temidos hasta los de menor rango, todos eran bienvenidos y con ello nuestros particular grupo de chicos, en especial uno que se creía extinto.
Para información de todos, los únicos descendientes que no habían sobrevivido eran de Zeus, Hades y Poseidón. O eso se creía hasta ese mismo día.

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—Eijun por favor cuídate mucho ¿si? llámanos a penas llegues y no te metas en problemas. —la madre de Eijun estaba despidiendolo en la entrada de su hogar, uno modesto y para nada extravagante.

—Lo sé mamá estaré bien lo prometo. Ya debo irme, les hablaré luego. —tomó su maleta y mochila para así partir hacía la estación.

—Adiós Eijun. 

—Adiós abuelo, los veré pronto lo prometo.

Y así partió, el viaje sería largo ya que vivía muy alejado del instituto al que asistiría a partir de ahora.

Ya en el tren el muchacho comenzó a recordar como era que había terminado en esa situación, ¿quién pensaría que su vida a partir de ahora cambiaría tanto?

Hace aproximadamente una semana atrás, una mujer alta y de rasgos muy finos se acercó a mi durante un entrenamiento de baseball, por lo que con algo de desconfianza decidí acompañarla a un lugar más privado para así hablar

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Hace aproximadamente una semana atrás, una mujer alta y de rasgos muy finos se acercó a mi durante un entrenamiento de baseball, por lo que con algo de desconfianza decidí acompañarla a un lugar más privado para así hablar.

—Eres Sawamura Eijun ¿verdad? —acomodó sus lentes mientras observaba unos papeles que se encontraban en sus mandos.

Si señorita pero ¿quién es usted?, ¿por qué sabe mi nombre?

Mis sentidos se agudizaron por corría algún peligro, desde hace años sé lo que soy y que estoy en constante peligro, mi abuelo me ha entrenado para todo tipo de situaciones.

Iré al grano ¿eres hijo de un Dios cierto?

Dirigió su mirada hacía mí, podía sentir una presión extraña en el aire que dificultaba mi respirar.
Abrí los ojos por la impresión, creía que lo había ocultado bien, que nadie podría saberlo.

𝕯𝖎𝖔𝖘𝖊𝖘 𝕰𝖝𝖙𝖎𝖓𝖙𝖔𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora