Trabajo arduo

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Jean tuvo una reunión de emergencia con algunos caballeros, alertados por movimientos sospechosos en algunas tierras cercanas a la ciudad de Mondstat. Por lo que había entendido Jean no se trataba de una emergencia pero mejor era hacerse cargo de la situación antes que escale a mayores proporciones, se había quedado en su despacho pensativa y algo nerviosa aún por lo que había ocurrido con Lisa, ya que seguramente se había preocupado al verla al principio. Jean suspiró, por más que su deseo fuera ir hacia donde se encontraba sabía que no podía ya que era momento de ir a inspeccionar la zona de conflicto que le habían informado, salió de su despacho y rápidamente miró hacía el extremo del pasillo que daba a la biblioteca, se acercó. pero al momento que iba a abrir la puerta alejó su mano dubitativa. Se quedó allí unos instantes hasta que giró sobre si misma para marcharse.

Al llegar a aquel lugar pudo visualizar unos cuantos monstruos de muy bajo nivel, desenfundó si espada y lanzó un ataque que constaba de una remolino de viento que enseguida acabó con unos pequeños slimes, se quedó allí unos instantes hasta asegurarse que no había nada más allí, una vez estuvo seguro volvió a guardar su espada. De camino a la ciudad juntó algunas flores y armó un pequeño ramo, ya que cerca de la estatua que más le gustaba sabía que podía encontrar unas flores muy hermosas.

"Cielos... ¿Que que estoy haciendo? No debería perder el tiempo así..." Pensó Jean. "Realmente debo volver rápido para seguir trabajando, pero aunque sea quisiera disculparme con Lisa..."
En ese momento un Hillichurl bastante grande con un hacha se abalanzó sobre ella, quien soltando aquel ramo desenfundó nuevamente su hermosa espada y lo repelió. Tras unos cuantos golpes logró desarmar y con varias estocadas rápidas pudo acabar con él.
"Ah... Me tomó por sorpresa... Realmente estaba distraída..." Pensó jadeando.
Quiso tomar aquel ramo de nuevo pero desafortunadamente las flores habían sido pisoteadas por aquel monstruo, Jean suspiró profundamente y volvió a buscar más.
Al llegar no pudo visualizarlas así que comenzó a caminar hasta que atardeció, una vez pudo volver a juntar casi la misma cantidad emprendió su viaje de regreso nuevamente.
A medio camino se empezó a sentir bastante agotada, se sentó bajo un árbol de manzanas y sin darse cuenta se quedó dormida.
Al despertar se dió cuenta que se encontraba en una cama, la sorpresa hizo que saltara prácticamente de ella pero en ese mismo instante se tranquilizó al darse cuenta que se encontraba en un lugar conocido, un suave aroma a té floral inundaba el ambiente y Jean sonrojada comenzó a caminar hacia la puerta de la habitación. Al abrirla pudo ver a Lisa allí concentrada haciendo unas deliciosas infusiones.
— Vaya, querida dormiste como nunca. — dijo Lisa mirándola de reojo sin dejar de prestar atención al té.
— ¿Cómo llegué aquí..? — preguntó Jean confundida.
— Uno de los guardias que se encontraba inspeccionado los alrededores te vió y te trajo, yo le insistí en llevarte luego de que tratáramos de despertarte.
— L-lamento haber causado problemas. — Jean se encogió de hombros.
— Supongo que fuiste hasta allí a ver el asunto de los monstruos, así que era parte de tu trabajo. — Lisa se acercó a las tazas para sentir su aroma.
— Si, efectivamente. Y a la vuelta... — en ese momento Jean abrió grandes sus ojos al recordar que había hecho un segundo ramo.
— ¿Estaba yo sola..? Osea... ¿No llevaba nada conmigo? — preguntó disimuladamente.
— Veamos... Tu espada y... Algo que dejé allí en la mesa, una ofrenda para nuestro Dios Barbatos ¿Podrá ser eso?

Jean se dirigió rápidamente hacía la mesa y allí estaba, sano y sano el ramo. Lo tomó con sus ojos llenos de alegría y se dirigió hacía Lisa, al llegar frente a ella se arrodilló como una caballero y llevó una de sus manos a su pecho y la otra la extendió hacía la bibliotecaria con el ramo en alto.

— Ésta vez no se trató de una ofrenda a nuestro Dios, sino... Quiero decir... — Jean no pudo seguir hablando.

Lisa sorprendida tomó el ramo con ambas manos y se sonrojó un poco.

— Dios santo Jean... No deberías... me refiero a que no deberías haberte expuesto así por algo tan... — Lisa suspiró.
— Pero son algunas de tus favoritas, ¿Cierto? — Jean levantó la mirada aún arrodillada.
— Lo son... — Lisa sintió su aroma lentamente. — Cielos querida, tienen un aroma espectacular.
— Entonces cualquier viaje y cualquier situación valió la pena si te gustan. — Jean se reincorporó lentamente sonriendo.
— No sé que decir... — Lisa apretó el ramo contra su pecho.
— Di que te hice feliz. — Jean la miró a los ojos con una sonrisa delicada.

Lisa la miró sorprendida y sonrió un poco también, apretó sus manos tratando de contenerse pero enseguida se lanzó a sus brazos y la envolvió fuertemente.

— ¿Por qué tienes que ser así? Vienes, te portas así conmigo, pasas la noche aquí, y después desapareces, no das señales de vida por días... Pareciera que solo vienes para amarnos de vez en cuando, me engatusas con esas palabras y frases bellas y te vas. — Lisa dijo esto con la voz quebrada.
— De verdad lo lamento muchísimo, es difícil ser la Maestra a cargo de los caballeros, ser una yo también, encargarme de tantas cosas. Y además ésto... — Jean la abrazó fuertemente.
— Lo sé, tu reputación caería por los pisos si supieran que estás con otra mujer, y encima una simple bibliotecaria. — Lisa tragó saliva con dificultad.
— Eso... — Jean no supo que responder.
— No te preocupes, comprendo que ésto no está bien, tampoco he encontrado una cura para éste tipo de deseos pero...
— ¡Lisa! Déjame pasar la noche aquí... — dijo Jean con energía.
— Querida, ahí vamos de nuevo, ¿Ves a lo que me refiero? No quiero caer otra vez... — Lisa se separó de Jean y apartó la mirada.
— Por favor, Lisa. — Jean la miró fijamente.
— N-no digas mí nombre tan casualmente así... — Lisa se sonrojó sorprendida.
— Lisa... Por favor, Lisa. — Jean acercó su rostro al cuello de la joven bibliotecaria y lo besó delicadamente.
— Jean... Por favor... — Lisa no pudo resistirse.
— Lisa... Hueles exquisito... — dijo Jean mientras la seguía besando y de vez en cuando respiraba sobre su piel.
— E-es el té... Se va a enfriar, deberíamos...
— ¿Entonces no quieres hacer ésto...? — preguntó Jean apartandose lentamente.

Lisa la miró a los ojos y tomó ambas manos con las suyas tiernamente.

— Por supuesto que si... — tiró de ambas manos de Jean haciéndola trastabillar un poco hacía ella. — ¿Cómo podría no querer ver a esta honorable caballero cayendo a lo más sucio? No hay nada que disfrute más que ver ese inmaculado rostro de santa retorcerse de placer.

 — ¿Cómo podría no querer ver a esta honorable caballero cayendo a lo más sucio? No hay nada que disfrute más que ver ese inmaculado rostro de santa retorcerse de placer

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