Abraham te lo lamía como si no hubiera un mañana.
Cerrabas los ojos y gemias como nunca.
Su lengua.. Era mágica.
Hacía círculos con ella..
Hacía como un perro bebiendo de su agua..
Como si fuera lo último que fuera a comer..
Sus dedos llenos de ese lubricante sabor fresa lo hacía todo más rico.
Abraham metía sus dedos no muy fondos, porque los sacaba de inmediato.
Iba SUUUUUPER rápido.
- Oh, oh, oooooooh, a, a, a, a, Abraham..!
Tartamudeabas.
-Aaaaaaah dios, dios mío. A, a, a, ABRAHAAAAAM.
Él seguía lamiendo y metiendo y sacando sus dedos mojados, no te hacía caso.
-ABRAHAAAAAAAM.
Gritabas mientras chorreabas...