Capítulo XIII

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Dante paso el siguiente día, buscando la sala de menesteres Ivy le había dicho que los rumores decían que estaba en el séptimo piso del castillo, pero aparte de eso no sabía gran cosa, así que para asegurarse llevo su anillo de búsqueda, recorrió los pasillos de dicho piso mirando constantemente si iba en la dirección correcta, hasta que llego al frente de un viejo tapete que tenía la imagen de un viejo con un grupo de trolls, el chico no supo muy bien que significaba pero no le dio mucha importancia al ver que la brújula de su anillo daba vueltas sobre su propio eje.

- ¿Aquí? –Dante se acercó al tapete y paso su mano por este, luego reviso el interior con su forma astral –no siento ninguna cerradura como la de la sala común. Piensa, Dante, piensa, que colocaría yo si hubiera diseñado este castillo.

Estuvo los siguientes diez minutos tratando de averiguar cómo entrar a la sala, pero todo lo que se le ocurría no funcionaba, al final se sentó en la pared frente al tapete y se puso a escuchar música, mientras se le ocurrían nuevas formas de intentar entrar...

-Ok, no se me ocurre nada –dijo al cabo de un rato –ahora entiendo por qué se considera un rumor –suspirando de cansancio Dante se cubrió los ojos con un brazo y reclino la cabeza contra la pared –lo que tengo que hacer para encontrar un lugar para mis experimentos.

¡Clack!

Un chasquido metálico, seguido del estruendo de rocas moviéndose llegaron a Dante, el cual, sorprendido volvió a mirar el tapete, el cual había sido reemplazado por una gran y robusta puerta de madera.

- ¿Así de simple? –se quejó Dante mientras se acercaba a la puerta, antes de entrar miro a su alrededor para ver que nadie estuviera cerca y luego entro –Impresionante

Frente a Dante se hallaba una enorme y espaciosa sala cuadrada, a cada lado mesas para distintos oficios se extendía al final, el chico recorrió el lugar, encontró herramientas de mecánica, para trabajar la madera y el metal, un pequeño horno de forja, juegos de química enteros y tan grandes como nunca había visto, pizarrones con muchos estilos de tizas, libros, estantes con ingredientes de pociones, calderos, escobas, instrumentos musicales y muchos otros que no reconoció, herramientas de relojería y joyería, juegos de costura y té, instrumentos de cartografía y climatología; y muchos, muchos, cachivaches y partes viejas de muchas cosas, que iban de modelos a escala, maquinas pequeñas del siglo pasado e instrumentos mágicos, hasta relojes, telégrafos e incluso radios. A donde sea que viera Dante solo veía objetos y más objetos, muchos útiles, muchos otros inútiles, por el momento, pero la totalidad de la sala, era lo que el chico necesitaba y más; no había quejas con respecto a lo que había encontrado, simplemente era el lugar perfecto.

Emocionado, Dante salió de la sala, y vio como la puerta desaparecía, para luego bajar las escaleras con prisa, era la hora del almuerzo y la mayoría de los estudiantes estaban en el gran comedor, tenía que avisarles a sus amigos lo que había encontrado, cuando estaba llegando a la puerta que daba al comedor, vio como Howard, salía de este, entonces corrió hasta él y dijo:

-Howard tengo noticias.

-Dante ¿Por qué no viniste a comer?

-Encontré la sala –susurro Dante.

- ¿En serio?

-Sí, después de clases nos vemos en el séptimo piso.

-Entiendo.

- ¿Ivy está adentro?

-Si.

-Perfecto, le avisare y comeré algo rápido antes de la siguiente clase.

El mago anilleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora