11. El lado sensual de toda mujer

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La chica no dijo nada y él pensó que tal vez había dicho algo indebido, aunque en ningún momento creyó ser grosero con sus palabras.

—Haremos solo lo que tú quieras —recalcó.

—Estoy preparada para mostrarte parte de mi sensualidad.

—¿Parte?

—¿No pretenderás que te enseñe todo en una noche? —Belladona esbozó media sonrisa.

Dante sonrió como respuesta, acercó su mano al cuello de la morena y subió hasta la mejilla en una caricia lenta. Acercó su cuerpo un poco más sobre el colchón antes de que su mano se dirigiera a los labios. Los rozó con la yema de los dedos mientras Belladona los dejaba semiabiertos. Lo vio aproximarse de forma peligrosa hasta su boca, pero le sorprendió darse cuenta de que no la besaría ahí, sino en el cuello. Un jadeo involuntario escapó de sus labios y eso hizo sonreír al hombre, que continuó unos segundos más hasta que el cuerpo de la mujer reaccionó de la forma que esperaba.

—Hueles muy bien.

El aliento cálido de Dante chocó contra su piel y volvió a exhalar el aire de forma que no pasó desapercibida para él. Colocó su mano sobre el hombro femenino y bajó el tirante del vestido para hacer lo mismo con sus besos. La respiración de Belladona se tornó agitada, irregular, y aquello solo era el principio. «Me va a volver loco», pensó al notar todo aquello bajo sus labios y sus manos. Sin cejar en su empeño, se arrodilló ante ella y la instó a que abriera las piernas para ponerse en medio. Se separó lo justo para verla desde su posición y Alexa reconoció que aquello le estaba gustando bastante. Con movimientos lentos, Dante guio sus manos hacia el otro hombro para bajar el tirante y después sus labios sustituyeron a sus dedos en la caricia. Unos segundos después, cuando colmó de besos toda la zona, la observó de nuevo y apoyó su mano izquierda sobre el vientre de la chica.

—¿Confías en mí? —preguntó con la voz ronca del deseo.

—Sí.

Poco a poco la tumbó sobre la cama, se incorporó y desplazó la mano de su vientre hacia el cuello pasando por el escote. El cuerpo femenino temblaba con su caricia y los ojos azules de Belladona no dejaron de observarlo en todo momento.

—Belladona... ¿Crees en el destino? —cuestionó mientras su cuerpo se colocaba sobre el de ella.

La chica tragó saliva antes de responder con un asentimiento. No se sentía capaz de hablar y pensaba que toda la saliva que tenía se había ido por su garganta. Cuando el rostro de Dante quedó por encima del suyo, se imaginó besándolo de tal forma que ambos quedaran sin aliento, pero con ganas de seguir en ello; sin querer separarse. Sin embargo, él volvió a dedicarle tiempo a su cuello antes de bajar hasta su clavícula y, finalmente, hasta sus pechos, que aún estaban cubiertos por las prendas que llevaba. Levantó el torso un poco y apoyó los codos sobre el colchón, con la mirada clavada en la de Dante.

—Quítame la ropa.

Su petición pilló desprevenido a Dante, cuyas intenciones distaban mucho de desnudarla ese día, pero si ella lo pedía no tenía inconveniente en hacerlo.

—Como desees —dijo, apoyándose sobre sus rodillas en la cama y ayudándola a que pudiera sentarse.

—Tiene una cremallera en la espalda... —le informó con voz trémula.

Él la rodeó con sus brazos y acercó el rostro al cabello de su acompañante. Lo retiró hacia el otro lado para poder ver mejor, dejando el cuello de nuevo a su disposición por si quería volver al ataque después. Bajó la cremallera con tal lentitud que Alexa sintió que perdería el poco raciocinio que le quedaba. Una vez terminada esa tarea, besó una vez más su cuello antes de deslizar de nuevo los tirantes hacia abajo, dejando al descubierto el torso femenino. Sin que le dijera nada se tumbó de nuevo sobre el colchón para que él pudiera quitárselo de forma definitiva. Al hacerlo, él se levantó solo para quitarse la chaqueta del traje, la pajarita y desabrochar los dos primeros botones de la camisa.

La Fruta Prohibida: El club nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora