Capítulo 3. "Animales por doquier"

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EDIFICIO STOHESS, NUEVA YORK. AGOSTO, AÚN SÁBADO.

Abrió la puerta de su habitación con apremio queriendo la compañía de esa chica castaña, y efectivamente ahí estaba ella: en bata, recién bañada y con un nuevo corte de pelo; su mal humor se había esfumado, surgiendo en él una perseverada calma. Era obvio el porqué Hange no se había cambiado, y era porque la mitad de la ropa estaba dentro de la secadora y la otra tendida en la azotea. Decidió ir al cuarto de lavado para cerciorarse si el ciclo de secado había terminado, volviendo a salir de la habitación y dejando a Hange con la palabra en la boca cuando ella estaba a punto de decirle algo en relación a su nuevo look. Definitivamente, y tenía que reconocerlo, que la energía pura que transmitía Hange lo ponía en jaque.

—¡Hermano!—le gritó Isabel furiosa saliendo del segundo baño, cargando con sus manos una cubeta, un trapeador y una bolsa de basura. Levi se volteó a mitad del pasillo para mirarla—. Tu novia es muy desordenada y sucia, dejó el baño asqueroso— Levi iba a hablar, pero el sonido del timbre lo desconcentró del parloteo de la ojiverde—. Tranquilo, ya lo limpié y quedó como nuevo. Por cierto, había unas extrañas ropas de hospital en el bote de la basura...

Calló cuando reconoció la aterradora voz de Kenny Ackerman desde la sala. Tembló involuntariamente, retrocediendo unos pasos hacia su habitación queriendo buscar protección allí. Sin hacer ni un solo ruido, depositó la cubeta, el trapeador y la bolsa de basura en el piso, y corrió lo más rápido que pudo en dirección a su cuarto encerrándose ahí y poniéndole seguro a la puerta.

Levi, en cambio, dejó el cesto de la ropa afuera de su habitación, asomándose por el umbral, visualizando la detestable presencia de su tío, sorprendiéndose al ver al señor Reiss como acompañante y quien tenía un semblante de pocos amigos. Ambos se notaban molestos.

—Bienvenido—dijo Furlan educadamente, dejando la puerta entreabierta y haciéndose a un lado para dejar entrar al hombre; en cuanto éste último entró el castaño se dio cuenta de una segunda visita.

—Kenny, qué sorpresa—Mike, quien apagó la televisión, se había puesto de pie para recibir a los inesperados allegados.

Furlan, nervioso pero con la frente en alto, se quedó quieto detrás de la puerta, observando a Kenny Ackerman que se paseaba por la sala con pasos sutiles. Notó que el hombre no había cambiado nada desde la última vez que lo vio, salvo tal vez por unas visibles ojeras en forma de bolsas que se asomaban debajo de sus pequeños y penetrantes ojos, y el cabello un poco más canoso y largo. Llevaba puesto una camisa blanca bajo un abrigo negro y su clásico sombrero que le cubría la cabeza. Luego de contemplarlo por unos segundos, el joven Church cambió su atención en Uri Reiss que, a diferencia de Ackerman, vestía mucho más presentable.

—¿Erwin está aquí? —preguntó Kenny, hablando con voz ronca y torciendo los labios en forma despectiva.

—Aún no ha llegado—se apresuró a responder Mike que, a diferencia de Furlan, la presencia de ambos agentes le era insignificante; aunque sí estaba un poco sorprendido al no escuchar un saludo por parte de Reiss.

Nadie dijo nada en esos instantes de incomoda tensión. Kenny seguía paseándose como si nada, mirando cada rincón como si esperara que ocurriera algo interesante, burlándose internamente por la perfecta limpieza del lugar. De repente escuchó el carraspeo de Uri por atrás, recordando el motivo del porqué estaban ahí.

—¿Dónde está el enano?— demandó Kenny en un elocuente susurro, arrastrando las palabras con suntuosidad—. Ahí estás. ¿Lo ves, Uri? No parece alguien que haya hecho una travesura.

Levi había salido de su escondite para encararse a su tío, sosteniendo valientemente esa mirada penetrante y calculadora.

—Por favor, Kenny—se interpuso Uri irritado, cansándose de ese absurdo juego por parte de su compañero. Sus ojos violáceos se posaron primero en Furlan y en Mike, para finalmente posarlos en Levi que, aunque no lo parecía, se alegraba mucho de volver a verlos—. En la madrugada de este sábado a las 4:15 a.m. hackearon el sistema central de los satélites de la CIA. El monitoreo del centro de mando nos trajo aquí por medio del rastreador.

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