Capítulo 4

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De rodillas, Diana le empieza a brotar lágrimas al darse cuenta de que Laya ya no está en el granero.

Diana: (Ya nada tiene sentido ¿Por qué lo dioses no me dan al menos una oportunidad?)

Ana: ¿Diana?

Diana esta tan inmersa en su tristeza y culpa, que no se ha dado cuenta de que Ana también está en el granero.

Diana: ¿Ana?

Ana: -Corre hacia su amiga y le da la mano para que se levante-

Diana: Pensé que te habías ido, que nunca volvería a verte.

Ana: ¿Por qué? ¿por tu madre y sus horribles palabras? Hace falta mucho más que eso para romper nuestro vínculo.

Diana: ¡Oh, Ana! Eres una gran amiga... no te merezco.

Ana: ¿Qué no me mereces? ¡Diana! Eso no es verdad, tú no tienes la culpa de la actitud desalmada de tu madre.

Diana: Es realmente terrible ¿verdad?

Ana: Yo la describiría con otras palabras, pero sé que no te gustaría que hablara mal de tu familia.

Diana: En este caso creo que está totalmente justificado, di lo que quieras.

Ana: -Sacude la cabeza y sonríe- no importa, ya se me ha olvidado.

Diana: (¿Cómo es posible que madre no vea la fuerza y el honor de Ana?) bueno, pues entonces lo diré yo: es una mujer amargada, colérica y desconsiderada de quien no cabría esperar más.

Ana: -Reflexiona sobre las palabras de Diana- todavía es demasiado respetuoso Diana, pero me alegro de que lo hayas intentado.

Se abrazan, dejando que el abrazo sea más largo de lo habitual.

Ana: -Limpia con torpeza algunas lágrimas tercas de las mejillas de su amiga- no hay tiempo que perder, he visto a tu padre con Laya detrás del granero, todavía podemos salvar al corderito ¡deprisa!

Diana corre tras Ana hasta que se detiene bruscamente y ambas se asoman a la esquina de la parte de atrás del granero.

Diana: (Laya está atado en el lugar que padre hace los sacrificios, y padre...está preparándose para el terrible momento)

Ana se vuelve a Diana y le susurra, mientras el cuerpo de la chica empieza a temblar de angustia.

Ana: Distraeré a tu padre, tú desata a Laya y huye.

Diana: -Asiente y se centra en su misión-

Un instante después, Ana sale de la esquina y camina con normalidad, silbando con las manos detrás de la espalda.

Ana: Buenos días señor, un día fantástico para un sacrificio ¿verdad?

Padre: -Mira durante un segundo a Ana y sigue con los preparativos- ¿tu no eres la hija del pastor?

Ana: Así es, señor.

Padre: ¿Qué estas haciendo en esta granja?

Ana: Señor, mi padre me envía para pedirle un favor.

Padre: Oh, vaya ¿en serio? ¿de qué se trata?

Ana: Le gustaría pedirle prestado un rastrillo, padre ha decidido cultivar un huerto, hay muchas bocas que alimentar y la boca escasea.

Padre: -Se detiene y mira a Ana con el ceño fruncido- ¿y cuánto me devolverá el rastrillo?

Ana: Se lo devolveré enseguida, señor.

Princesa LianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora