2. La cocina

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NOORA

—¿Se puede saber qué te pasa?—pregunta Ava entrando a la cocina comunitaria.

Desde mi primer año vivo en una residencia universitaria dentro del campus. Tras mucho buscar encontré una donde no tenía que compartir habitación, baño ni cocina con mil chicas más. La residencia Kappa está dentro del campus de la universidad de Londres y aunque no es tan grande y lujosa como las demás residencias de aquí para mí está bien. Cada una de sus plantas se divide en cuatro sectores y en cada uno de ellos hay seis habitaciones con una cocina común por cada seis estudiantes. Las habitaciones son amplias y con una gran ventana donde entra luz los pocos días que hace sol en esta ciudad. Cuando fui a visitar esta residencia ya había estado en alguna más y mis expectativas no eran demasiado altas hasta que entré en la habitación y vi que tenía baño propio y esto fue amor a primera vista. Siempre quise tener un baño propio y esta era mi oportunidad. En casa éramos cinco y tan solo teníamos un baño por lo que las peleas para ver quien se duchaba antes eran habituales.

—La señora Andrew—balbuceo golpeando el pollo congelado.

—¿Quién?—pregunta Ava quitando el pollo de mis manos.

Ava fue la primera persona que conocí aquí. Ambas éramos nuevas en la residencia mientras las otras chicas llevaban un par de años. Ella estudiaba fotografía y se solía pasar los días fuera de la residencia fotografiando todo. No fue hasta que Romeo partió mi corazón en mil pedazos hasta que Ava y yo hablamos por primera vez desde que vivíamos juntas. En ese momento las dos éramos igual de tímidas y comenzar una conversación nos suponía a ambas un mal trago.

—Tengo que ayudar a Grayson Lightwood con su trabajo final.

—¿Y eso por qué?

—Fue idea de Margaret. No sé qué demonios pasa por la cabeza de esa mujer últimamente.

Un par de chicas entran borrachas a la cocina buscando algo para comer. Ante tanto jaleo, Ava me invita a pasar a su habitación para que le cuente lo ocurrido. Caminamos hacia la habitación, Ava abre con la tarjeta magnética colgada a su cuello y me invita a pasar. La habitación de Ava está siempre perfectamente ordenada y decorada a diferencia de la mía que parece que ha pasado un huracán por ella. Su habitación es un poco más grande que la mía y tiene todo el espacio perfectamente acoplado. Aprovechando al máximo cada lugar de la habitación. Sus sábanas celestes hacen juego con las cortinas y a su vez con el cielo de las fotografías que tiene colgadas en las paredes de su habitación. Casi todas ellas son fotografías de lugares a excepción de una. La única fotografía colgada en su pared que no sea de un paisaje es mía. La tomo en un descuido una tarde que salimos a pasear.

—Eres muy fotogénica—me dijo—¿Me dejarías hacerte un sesión de fotos?

Pero mi respuesta fue firme: no. Nunca me he sentido cómoda frente a una cámara. Jamás supe que cara poner ni cómo actuar, al contrario que ella. Ava puede ser una buena fotógrafa pero incluso podría ser una mejor modelo. Es delgada, alta y con curvas donde hay que tenerlas. Su cabello pelirrojo le llega hasta la mitad de la espalda y tiene unas piernas largas de las que me atrevería a decir que cualquier chico podría perderse en ellas. Pero ese no es su rol y es algo que tiene claro desde que era pequeña. Su vida no está frente a las cámaras sino detrás de ellas dándole una perspectiva nueva a todo aquello que capta con su objetivo. Denle una cámara y Ava será la chica más feliz del campus.

Me quito los zapatos, me siento sobre su cama y ella se sienta en la silla del escritorio frente a mí.

—Cuéntame—me pide.

—Estaba saliendo del grupo de apoyo y lo encontré allí. Margaret nos comunicó que tendríamos que trabajar juntos en nuestro proyecto final—resumo lo ocurrido.

Déjame leerte en braille [Libro #1 Saga Destinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora