Parte Unica.

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El de barba suspiró. Ya era la segunda vez en ese día que detenían al agente Horacio Pérez, y se estaba hartando. La primera fue con un tal Dante, y ahora era con una tal Sun.

Si no fuera del FBI...

Lo odiaba, claro que lo odiaba. Lo odiaba tanto porque no podía odiarlo.

Su forma de ser lo tenía atrapado.

Era serio en su trabajo, divertido con sus compañeros y misterioso sobre él.

Sabía que tenía algo raro con Collins pero no podía importarle menos. Lo quería solo para él. Quería ser su exclusivo.

Que dejara a toda chica y todo chico por él.

Se había acostumbrado tanto a su presencia que cuando empezó a echarlo de menos supo que estaba jodido. Luego salió Collins con su cosa rara de "odio a los Federales" pero con él era como si fuesen amigos de toda la vida, o si se conocieran de otra vida.

Sin darse cuenta estaba observando a través de las rejas como el chico dormía en el colchón de las celdas de comisaría. ¿Por qué estaba ahí? Pues porque el chico estaba en cubierto y quería hacer creer que era un civil normal.

—¿Que me hiciste?— susurró, fiándose de que Horacio estuviese dormido y no fingiendo.— ¿Por qué no te puedo olvidar?

—Sabes que es de mala educación hablar de alguien a sus espaldas.

—No estoy hablando a tus espaldas...

Su corazón se detuvo cuando escuchó la suave voz del supuesto durmiente, por lo que actuó a la defensiva.

—Como sea... no te podía oír si hubiese estado dormido, así que es prácticamente lo mismo.

—Cállate, Horacio.— se puso de pie mirándolo fijamente. El de cresta se enderezó sentándose en la cama y levantó una ceja.
Se puso de pie y caminó lentamente hasta los barrotes de la celda, sonriendo de lado le sostuvo la mirada. El shérif también caminó hacia los barrotes mirándolo amenazadoramente, al estar a escasos centímetros de que sus rostros se tocaran, vaciló. Como si Horacio le hubiese leído los pensamientos colocó su mano sobre la del castaño y estiró el cuello hasta chocar sus labios con los del contrario.

Cereza y alcohol.

A eso sabían los labios de Horacio.

Y supo que estaba acabado porque ese sabor se adentró en lo más hondo de su sistema nervioso.

Era incómodo, horriblemente molesto besarlo con los barrotes en medio, pero no por eso fue menos explosivo. Su corazón saltó desbocado con cada movimiento que había entre sus labios, ladeando como podían las cabezas, y cuando sintieron que debían parar solo se besaron con mayor intensidad, incluyendo ambas lenguas degustando la cavidad del otro. Quiso seguir, ir a más, avanzar, arriesgarse, saltar al vacío, pero no pudo. Ambos eran oficiales, entregados a su trabajo, ambos eran buscados para ser asesinados, una relación entre ellos era prácticamente el suicidio, pero aún con todo en contra, quiso dar todo de él.

Sin embargo no lo hizo, y se arrepintió al día siguiente.
Pues Horacio estaba de nuevo tras las rejas por haber iniciado una pelea por una tal Lucia junto al tal Dante y un Adam.

Puede que Horacio fuese muy social, aún así, él tenía el sabor de sus labios grabado en el corazón y eso no lo borraría nadie. Ni siquiera el mismo chico de cresta.

Fin.

Nota: re corto, es que no tenía tanta inspiración, pero quería escribir algo.

"Izer" -FordacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora