Capítulo XXVII: Gregg Sulkin.

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—Anna yo…

        No entendía por qué mis palabras estaban atoradas, tenía como defenderme, pero claro como soy una maldita cobarde no pude.

—No tienes nada que decir Laura, ya lo vi todo.

        Corrí hasta la pelirroja afincándome en sus brazos.

—Anna escúchame por favor. Fue el imbécil de Riker, yo… yo solo fui su víctima.

        Giré a ver a Riker que solo estaba parado observando la escena.

—Maldición Riker no te quedes como un idiota ahí parado y dile la verdad.

        Grite tan fuerte que creo que el segundo piso y la oficina principal me oyeron. Gracias a Dios que no habían muchos en el instituto para la hora.

        El rubio se quedó con los labios sellados en una línea recta.

—Ya no importa, amiga.

        Dijo Anna tan fría y sarcástica, me sonrió irónica se desprendió de mi agarre y se echó a correr, creo que le había dejado una marca en el brazo ya que lo apreté muy fuerte para no dejarla ir.

        Me voltee con toda la ira acumulada posible hacia Riker y comencé a escupirle las palabras.

—Engendro, imbécil ves lo que has provocado, maldición Riker, mi mejor amiga, he perdido a mi mejor amiga por tu culpa –Le punce el pecho con mi dedo índice-, arréglatelas para que al menos me escuche.

        El chico caucásico en todo el rato mantuvo su vista al suelo, en ningún momento me observo. Mi pulso temblaba, toda yo temblaba.

— ¡Di algo demonios!

    Lo tome de su camiseta, no aguante tanta ira acumulada y me desahogue un poco encasquetándole un golpe en la mandíbula. Él cerró los ojos solamente, no se quejó, no hizo nada.

—Lo siento pero estoy enamorado de ti, no lo puedo evitar

—Ya ¡Cállate! Cállate, no te quiero oír ¡Tú no estás enamorado de mí! ¡Entiéndelo Riker!

        Mis manos estaban incrustadas en su camiseta que se tanto jalonearla se había hecho un saco.

        Respire hondo. Me puse de espaldas a él. Ya las lágrimas amenazaban con salir y no quería que ese… me viera llorar.

—Lárgate –sentencie.

 —Laura…

        Sentí su tacto en mi hombro gire bruscamente para quitarme su mano de encima.

— ¡Que te largues!

        Le grite, el chico se dio la vuelta y se perdió cuando cruzo el primer pasillo a la derecha.

        Corrí y corrí, las gotas de la lluvia comenzaron a caer, corrí sin miran atrás sin importar la lluvia ya que con ella al menos mis lágrimas serían menos notadas.

        Ya que corría a ciegas me tropecé provocando una fuerte raspadura en mi rodilla.

       Estire mi rodilla, no podía doblarla, ardía demasiado, la lluvia lavaba la sangre que de la herida provenía. No tuve fuerzas para levantarme, solo quería fundirme con la lluvia y ser arrastrada a las alcantarillas. Mi ropa y cabello estaban totalmente empapados, ya no me importaba si contraía un resfriado, ya nada importaba, ya estaba sola, ya había perdido a mis padres, a mi hermana, a Ross y ahora a mi amiga.

Odisea |RAURA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora